Khalida Jarrar, parlamentaria y activista palestina, estuvo entre los primeros liberados de la cárcel israelí. Autor: Roya News Publicado: 25/01/2025 | 09:02 pm
La fanfarria de la asunción presidencial de Donald Trump en Estados Unidos y su precipitado ejercicio del poder con la firma de decenas de órdenes y decretos opacó en los medios internacionales un acontecimiento que vale y merece
—por su importancia y lo que pueda ocurrir en los próximos días o semanas—, la mayor atención de quienes han seguido el bárbaro genocidio que el Israel sionista ha ejecutado durante 15 meses en la Franja de Gaza, casi arrasada su infraestructura y diezmada su población por las bombas o por el hambre.
La firma del acuerdo de alto el fuego entre el régimen del criminal de guerra Benjamín Netanyahu y el movimiento de resistencia Hamás coincidió en tiempo. En su contenido, el punto del intercambio de prisioneros se está llevando a cabo desde el domingo 19 de enero, y en los primeros canjes fueron mujeres las liberadas de ambas partes. A decir verdad, no solo mujeres en el caso palestino: 69 presas palestinas y 21 menores detenidos pudieron salir de la cárcel por el acuerdo de intercambio.
Las israelíes cautivas el 7 de octubre de 2023 recibieron atención de los medios de comunicación internacional, pero el silencio casi se impuso en cuanto a las palestinas, que en no pocos casos sufrían encierro bajo el régimen de detención administrativa, lo que es igual a no haber sido procesadas, ni acusadas de cargo alguno, ni condenadas, pero soportando crueles condiciones de reclusión.
Un artículo en Palestine Chronicle que contrastaba este uso de la sordina que deshumaniza a las palestinas señalaba que las evaluaciones médicas hechas por la Cruz Roja y los médicos israelíes a las mujeres de Israel daban que estas gozaban de buena salud, muestra de que habían recibido un buen trato por parte de sus captores. Una foto del momento de la entrega de esas rehenes mostraba el apretón de manos de una de ellas con su guardián, lo que permitía deducir que el respeto a la dignidad humana había sido cumplido. Hablaron de que tuvieron acceso a alimentos, agua y refugio. Sabemos de sobra cuántos gazatíes murieron en los bombardeos, los niños que murieron de inanición, los enfermos que fallecieron por falta de medicamentos o porque buena parte de los hospitales y otras instalaciones de salud en la Franja fueron destruidas y el personal médico también aniquilado o hecho prisionero…
Lo publicado por el escritor Jamal Kanj en el mencionado artículo hacía referencia a un informe de las Naciones Unidas que destaca el maltrato que sufren las mujeres palestinas en las cárceles israelíes. La cita es indignante: «sometidas a agresiones sexuales, desnudadas y registradas por oficiales varones del ejército israelí» o amenazadas con violencia sexual.
Más allá de esta descripción me impactaron dolorosamente —como demostración palpable de las condiciones infrahumanas en las prisiones del sionismo— las fotos de Khalida Jarrar, en quien son visibles las huellas de la crueldad extrema que debe haber soportado en su prisión.
El Palestinian Return Centre ha dado detalles sobre la destacada activista y parlamentaria —una de los primeros 90 detenidos palestinos a cambio de tres rehenes israelíes—, y merecen conocerse, rompiendo la barrera de mudez premeditada de los medios más poderosos, los que también han sido cómplices del genocidio.
Khalida, una figura prestigiosa de la política y la resistencia de su pueblo, firme defensora de la justicia, la igualdad y los derechos de los prisioneros palestinos, miembro de alto rango del Frente Popular para la Liberación de Palestina y exrepresentante del Consejo Legislativo Palestino, a lo largo de sus 52 años de edad ha sufrido múltiples arrestos, y buena parte de ellos como detención administrativa.
Ahora estaba en las mazmorras desde diciembre de 2023, en aislamiento, sin acceso adecuado a la atención médica y con visitas familiares restringidas.
Los informes destacaron las duras condiciones que soportó tras las rejas de la prisión israelí, incluidos el aislamiento, el acceso inadecuado a la atención médica y las visitas familiares restringidas, razones que llevaron a que también a nivel internacional se solicitara su liberación inmediata.
El Centro que reclama el retorno de los prisioneros políticos consideró que la liberación de Jarrar tiene un peso simbólico y destacó la importancia de «abordar las detenciones políticas como parte de cualquier resolución duradera en la región», aunque subrayan que, «si bien el alto el fuego ofrece un rayo de esperanza, el camino hacia una paz y una justicia duraderas en la región sigue plagado de incertidumbre. Los activistas siguen presionando para que se libere a miles de palestinos que siguen detenidos en cárceles israelíes, así como para que se levanten las restricciones en Gaza».
Una breve historia de dignidad frente al oprobio
Khalida Jarrar ha sido perseguida, acosada y atacada sistemáticamente por el régimen sionista. Ya desde 1998 se le interpuso la prohibición de viaje, que solo pudo apelar una vez, en 2010, cuando tuvo que viajar para recibir tratamiento médico.
Estas son sus fechas de arresto en la última década:
Primera detención el 2 de abril de 2015, la segunda el 2 de julio de 2017, no había pasado ni un año y nuevamente se le envía a la cárcel en junio de 2018, un cuarto encierro ocurre el 31 de octubre de 2019 y en el más inmediato había sido detenida en diciembre de 2023. Es la misma acusación fundamental y reiterada, por lo que Israel viola de manera flagrante el Derecho Internacional y la prohibición de juzgar a una persona por el mismo acto varias veces: ejercer como figura política de una «organización terrorista», como califica Israel al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Adicional al tiempo tras las rejas, y las multas, estuvo su inhabilitación como parlamentaria.
La prisión de Damon, el tristemente célebre campamento militar de Ofer, el centro de detención de Hasharon, el centro de interrogatorio de Al-Moscobiyeh han sido los lugares en que prácticamente ha pasado su vida en los últimos diez años.
Por hablar solo de Ofer, convertida en cárcel en 1988, con una capacidad de hasta 800 prisioneros, en diciembre de 2008 estaban en sus celdas 1 100 prisioneros y se conoce que en febrero de 2019 había 123 menores palestinos encarcelados allí, la mayoría por lanzamiento de piedras contra soldados de Israel.
Khalida tenía dos hijas: Yafa, Licenciada en Derecho por la Universidad de Ottawa, y Suha, con un máster de grado sobre ciencia y políticas del cambio climático. Pero Suha murió en julio de 2021 mientras Khalida estaba en prisión. No pudo asistir a su funeral, se le negó el permiso solicitado por cuestiones humanitarias. Apenas dos meses después cumplía y lo primero que hizo en ese septiembre de 2021 fue visitar la tumba de su hija…
Hoy vemos estas fotos de una mujer demacrada, cubierta de canas, que aparenta unos 80 años cuando menos y es difícil reconocer a la Khalida que entró a prisión apenas dos años antes. Es la imagen de un sufrimiento extremo y en ella sí se reconoce lo que una vez escribió desde la prisión. De su testimonio, estos son pequeños fragmentos:
«La prisión no es solo un lugar hecho de altos muros, alambre de púas y celdas pequeñas y sofocantes con pesadas puertas de hierro. No es solo un lugar que se define por el sonido metálico; de hecho, el chirrido o el golpe del metal es el sonido más común que se oye en las cárceles, cuando se cierran puertas pesadas, cuando se mueven camas o armarios pesados, cuando se traban o se aflojan las esposas»…
«No, la prisión es más que todo eso. También son historias de personas reales, de sufrimiento diario y de luchas contra los guardias y la administración de la prisión. La prisión es una posición moral que se debe adoptar a diario y que nunca se puede dejar atrás.
«La cárcel es camaradas, hermanas y hermanos que, con el tiempo, se vuelven más cercanos a ti que tu propia familia. Es agonía, dolor, tristeza y, a pesar de todo, también alegría a veces. En prisión, desafiamos juntos al guardia abusivo, con la misma voluntad y determinación de quebrantarlo para que él no nos quebrante a nosotros. Esta lucha es interminable y se manifiesta en todas las formas posibles, desde el simple acto de negarnos a comer hasta el confinamiento en nuestras habitaciones, pasando por el más extenuante física y fisiológicamente de todos los esfuerzos, la huelga de hambre abierta. Estas son solo algunas de las herramientas que los prisioneros palestinos utilizan para luchar por sus derechos más básicos y ganarse la vida, y para preservar algo de su dignidad».