Este viernes los restos mortales del líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, serán trasladados desde la Academia Militar Nacional, en Fuerte Tiuna (izquierda), hacia el Museo de la Revolución, el Cuartel 4 de Febrero o Cuartel de la Montaña (al centro). Tras la previsible aprobación, en referendo popular, de la enmienda constitucional que se discutirá en el parlamento, su cuerpo reposará definitivamente en el Panteón Nacional (derecha). Autor: José M. Correa Publicado: 21/09/2017 | 05:31 pm
CARACAS.— La parroquia 23 de Enero es, quizá, la barriada venezolana más conocida a nivel mundial. Profundamente revolucionaria y patriótica, beligerante y movilizadora, arrecha (brava) pero cálida para los amigos, fue siempre —y es— un baluarte del cambio social en el país: antes combatió por él y hoy lucha para mantenerlo.
De sus edificios y cerros caraqueños baja siempre, como primero, el torrente de las masas. Así fue durante el Caracazo de 1989, y antes también; durante la asonada castrense que depuso al presidente Chávez en abril de 2002, derrocada en menos de 70 horas por el pueblo y la mayoría de los militares dignos; durante las movilizaciones y las campañas electorales en más de 14 años de Revolución, siempre al lado de Chávez.
Fundada a fines de los años 50, en la 23 de Enero se le perdió el miedo a las balas y la represión. Durante 40 años, desde 1958 a 1998, eran raras las madrugadas en que no despertara a fuerza de tiros y allanamientos policiales.
El 4 de febrero de 1992 fue distinto. Entonces, el Comandante Hugo Chávez dirigió desde allí, desde su Cuartel de la Montaña, aquella rebelión cívico-militar que fue contenida militarmente, pero seis años después se convertiría en victoria política, a través de las urnas. Ese día en la parroquia se sembró la luz, la esperanza. Ya nunca más se apagó.
La parroquia se ha apropiado para sí del son Fuego en el 23. Y sí, aquí hay —como le gustaba decir a Chávez— «ese ardimiento». Pero también, en el 23 de Enero hay amor. Mucho amor. Sobre todo para el líder bolivariano, cuyos restos son traslados hoy para descansar allí, en su Cuartel de la Montaña, en el lugar que siempre quiso se convirtiera en el Museo de la Revolución, y al que cada mañana, desde el balcón de su oficina en el Palacio de Miraflores, le echaba una ojeada, tomando su taza de café de siempre, según recordaba días atrás el Presidente encargado Nicolás Maduro.
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Ana Maldonado ya va para los 60 años de edad. Vive en el sector El Samán de la parroquia 23 de Enero. Es vocera de esa comuna y asesora al resto de las existentes en la barriada.
Se graduó como abogada hace unos pocos años, a través de la misión educativa Sucre, un programa de estudios universitarios creado por el presidente Hugo Chávez, con el apoyo de profesores cubanos. Su hija pronto también se graduará de la Sucre.
Mujer docta, por los estudios, pero sobre todo por la vida, también es muy sensible. Cuando se le habla del Comandante, se estremece. Y le agradece.
«Gracias a él tengo el título del terreno de mi casa, me he beneficiado del Mercal (sistema de suministro de alimentos y otros productos básicos a bajos precios), del mejoramiento de las condiciones de vida, de los médicos cubanos —ahora mismo tengo una afección en la pierna derecha y me atienden en un CDI* cercano, sin gastar un centavo. Y como yo, otras personas, como la mayoría de la 23, se han beneficiado por sus políticas.
«Que él esté aquí, en su Cuartel de la Montaña, será lo más grande que nos haya podido ocurrir. Me siento orgullosa. Nos quería mucho; fíjate, que votaba por aquí.
«El pueblo lo está esperando con mucho anhelo, y lo cuidará hasta las últimas consecuencias. Aquí estará protegido por nuestro amor; mientras no vaya para el Panteón Nacional, pues estoy segura de que la enmienda constitucional que se discutirá en la Asamblea Nacional para depositar por la eternidad sus restos allí, será aprobada, tanto por la mayoría de la bancada socialista como luego después, por el pueblo revolucionario, en el referendo que se convocará para ratificar que vaya para el lugar que le corresponde junto a Simón Bolívar.»
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Omar Ramón González Gota es uno de los fundadores de la parroquia 23 de Enero. Tenía seis años en 1958.
Rezuma orgullo por vivir aquí. «Somos una parroquia vanguardia. Cómo no nos vamos a sentir reivindicados y honrados de que nuestro Comandante venga para acá, para donde empezó la Revolución. Pero no solo nos rescata y reivindica a nosotros, sino a todos los venezolanos, porque el origen de este proceso está en Simón Bolívar, y Chávez es nuestro segundo Libertador.
—¿Cuál es para usted el principal aporte de Chávez a Venezuela?
—Desde que el mundo es mundo, siempre ha estado dividido en dos bandos, los pobres y los ricos. Venezuela estaba en un solo polo, el capitalismo, y nosotros, los perdedores de siempre, creíamos que nos íbamos a hacer ricos. No nos dábamos cuenta de que el que tiene el capital es el que maneja, y los demás somos sus esclavos. Aquí no había trabajo; en un momento se llegó a comer perra harina (comida para perros), porque no había más nada.
«Nosotros hasta para tener un poquito de agua salíamos a protestar, y entonces allanaban el 23 de Enero, por las madrugadas, y a matar, a desaparecer a la gente. Mientras, ellos tenían agua hasta para bañar a sus perros; sus tres comidas, nosotros no. Teníamos hambre y, además, nos dividieron.
«El capitalismo tiene todo lo malo: es egoísta, ambicioso, hipócrita, falso, mentiroso. ¿Qué hizo Chávez? Nos abrió la otra brecha, la positiva: la solidaridad, la no violencia, el atender a las clases desposeídas. Como Cristo, nos dio vista (a través de la operación Milagro), nos hizo caminar (con la misión Barrio Adentro y el Programa Integral Venezuela-Cuba), nos dio alimento (a través del Mercal, PDVAL, la subida permanente de los salarios), nos está dando techo (con la Gran Misión Vivienda Venezuela)...
«Yo mismo soy un ejemplo. Durante el capitalismo quise estudiar Medicina. No pude. Carecía de recursos para alimentarme en las becas, comprar los libros. Hoy te puedo decir que soy un médico de la Revolución, miembro de la primera promoción, la Simón Bolívar, de los médicos integrales comunitarios (MIC), un programa que se está desarrollando con Cuba, con la misión Barrio Adentro, donde hoy estudian casi 30 000 personas, muchos jóvenes, pero también ya más maduros como yo».
—¿Cómo ve el escenario electoral para las presidenciales del 14 de abril, cuando Nicolás Maduro deberá enfrentar a Henrique Capriles Radonski?
—Pan comido. Este pueblo ya despertó, aprendió, está educado, es consciente, tiene amor. Lo ves en los niños, en los ojos de la gente. Maduro es el candidato de mi Comandante, y eso no lo para nadie.
—¿Se alcanzarán los diez millones de votos socialistas?
—Cuidado si no más. Me atrevo a decir que tendremos más de diez millones.
—¿Por qué? Chávez no los alcanzó…
—No, pero eran otras circunstancias, alguna gente se confió, sabían que a Chávez no le ganaba nadie. Entonces algunos no fueron a las urnas, por eso se perdieron muchos votos, aunque la victoria fue perfecta, como él predijo. Ahora es distinto, ahora Chávez somos todos. El pueblo lo conoció, sabe qué es él: amor, honestidad, sinceridad, el que dice la verdad, el que lo que piensa lo dice en palabras y lo cumple en obras. ¿Cómo no vamos a creer en él?, y esa creencia mayoritaria se va a reflejar en las urnas. Durante los 14 años que estuvo de Presidente, nunca descansó, nunca tomó vacaciones, ahora nos toca a nosotros seguir sus pasos y asegurar su obra.
—¿La Revolución Bolivariana es irreversible?
—La Revolución ya es un árbol gigante, un samán. Enraizada, como decía Chávez, en Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, y ahora él viene a ser el cuarto baluarte de esa raíz.
*Centro Médico de Diagnóstico Integral