Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La sonrisa y la persistencia

Los venezolanos derraman amor en las calles. Los dragones buenos existen

Autor:

René Tamayo León

CARACAS.— «Amigo, hermano latinoamericano; fuerza. Aún falta para lograr otro mundo posible. Algún día moriremos pero aún no es ese día», fue el mensaje que Eduardo Galeano envió la noche de este martes, a través de su cuenta en Twitter, al presidente Hugo Chávez.

En marzo pasado, cuando el estadista recibía un tratamiento en La Habana, leía aquí en Caracas el mensaje que el escritor uruguayo le transmitió entonces. Giraba sobre las difíciles pruebas que el líder bolivariano había tenido que atravesar a lo largo de su vida revolucionaria y la construcción de una nueva Venezuela y una nueva Nuestramérica.

«En España —le decía Galeano— escuché decir hace ya algunos años que el buen toro de lidia se crece en el castigo». A seguido comentaba: «Gracias por haber enfrentado de una manera tan valiente y obstinada el cáncer, ese dragón de la maldad».

También por aquellos días, antes de partir a La Habana, el presbítero Jesús Emiro Suárez González, párroco del Santuario dedicado al Dr. José Gregorio Hernández, ubicado en Isnotú, Trujillo, le envió al Jefe de Estado una postalita con la imagen de José Gregorio, médico que dedicó su vida a los pobres, y el pueblo venezolano venera como sanador.

Chávez porta consigo desde entonces la estampilla.

El padre es muy querido por Chávez. Joven y activo, Emiro profesa una gran amistad a la brigada de médicos cubanos que trabaja en la parroquia de Isnotú.

Está siempre pendiente de ellos. En una reciente vista al santuario, donde conversó con nosotros por casi dos horas, hasta que debía comenzar la misa de la tarde-noche, nos entregó libros y varias hojas sueltas, entre ellas había una parábola: la de El dragón sonriente.

Versa sobre un mandatario chino que era muy persistente. El persistente —cuenta la historia— «es aquella persona que tiene una meta en su vida, y luego va detrás de esa meta, y no descansa hasta lograrla».

El estadista, cada vez que tenía una buena idea, «insistía mañana, tarde y noche hasta ver que esa idea se transformaba en hechos. Además de ser persistente, estaba enamorado de los dragones».

Sin embargo, «había un detalle que no le gustaba, y era que todos tenían cara de malos. Ojos rojos, como con sangre. Narices y orejas humeantes. Dientes como puñales».

Eso no le gustaba. «Primero porque le daba miedo. Segundo, porque pensaba en los niños». Estaba seguro de «que a ellos también les daba miedo.

«Pero una noche todo eso cambió, soñó con un dragón bueno. Tenía la cara sonriente. Ojos bonachones como los de un osito de peluche». Mandó a buscarlo. No lo encontraron. Pero se dijo: «“No puede ser. No me voy a dar por vencido. Algo tengo que hacer”. Y entonces le vino una gran idea. “Si ese dragón no existe, alguien lo puede dibujar”». Y así fue.

Desde que al mediodía de este miércoles, el vicepresidente ejecutivo Nicolás Maduro informó al pueblo venezolano y la opinión pública internacional de la evolución de la salud del líder de la Revolución Bolivariana, las mayorías populares del país han acrecentado su movilización. Hay tristeza —sin dudas—, pero también optimismo.

Maduro hizo un llamado al pueblo a mantenerse en oración y en acción de amor. «A nombre de las inmensas fuerzas sociales de la Revolución le decimos a nuestro pueblo que estamos más unidos que nunca, que es la unión espiritual lo más grande que puede tener el ser humano».

He sido testigo de esta conexión amorosa entre el líder y su pueblo. Es un nexo casi místico que percibo en todos los rincones populares de Caracas por donde camino.

Ando con la parábola del Padre Emiro en el bolsillo. La volví a leer sentado frente a la estatua ecuestre de Simón Bolívar en la plaza central de Caracas. Estoy seguro de que los dragones buenos existen. Volará de nuevo por aquí. Sonriente.

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