Jóvenes jugando béisbol en barrio habanero Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 21/09/2017 | 06:57 pm
«A veces, prefiero no decir que vivo en Jesús María, porque las personas piensan que es el fin del mundo o que porque vivo aquí soy una muchacha de bajo nivel, de mal ambiente, y no es así. Simplemente nací en este lugar», nos dice Dayana, de 21 años, quien trabaja como chef en un restaurante de La Habana y fue una de las jóvenes que participó del debate promovido en este nuevo episodio del podcast de Juventud Rebelde.
Los prejuicios sociales, pesan… y para comprender mejor por qué aún hoy esta muchacha debe cargar con ellos, Elaine Morales Chuco, especialista del Centro de Investigaciones Culturales Juan Marinello, explica a nuestros oyentes a través de Ivoox y Tveo que en todas partes del mundo existen elementos que influyen en las maneras que unas personas son asumidas por otras, entre ellas el género, el color de la piel o el lugar donde viven.
La doctora, quien ha estudiado estos temas en profundidad, llama la atención sobre las garantías educacionales y de salud que tienen todos los adolescentes y jóvenes en Cuba en la búsqueda de eliminar las diferencias, pero aclara:
«Si la familia, si el entorno escolar no está ejerciendo la influencia que se espera, si el entorno barrial tiene determinado comportamiento, el joven puede construir un proyecto de vida que no sea equilibrado, positivo o favorable para su desarrollo. Claramente el barrio donde vive sí influye. Pero no podemos decir también, a priori, que el barrio determina que el joven que viva en Jesús María tenga un proyecto menos elaborado que el joven que vive en el municipio de Playa, en Miramar. No necesariamente. Porque las otras influencias pueden estar determinando otro tipo de socialización, otro tipo de inserción social».
No obstante, las etiquetas son difíciles de eliminar. «Lo malo es cuando se forma una bronca allí», dijo a JR Podcast un joven residente en Plaza de la Revolución sobre el barrio donde empezamos el debate.
En el imaginario popular cada provincia tiene sus zonas «malas», idea preconcebida que solo destruye la evidencia de que en todas partes pueden formarse personas de bien. Foto: Abel Rojas Barallobre
Mientras, en la calle Ángeles, donde vivió de niño el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, en el número 56, nuestro equipo de radio en línea conversó con vecinos de varias generaciones, quienes afirman que la gente tiene una idea equivocada de ese lugar.
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«Es más ruido que otra cosa —expresa Alberto, residente allí desde 1960—. Aquí hay lo mismo que en otros barrios. La gente tiene defectos como todos, pero somos revolucionarios, participamos en las actividades, la gente vive en la calle, juega dominó, los niños juegan afuera, también por la estrechez de sus viviendas, donde predominan los solares… Pero sin dudas, todo ha cambiado para bien, la gente participa más, arreglando sus casas y muchos con la ayuda y los subsidios del gobierno».
Para Bárbara, quien posee una cafetería famosa por su rico café, Jesús María es un barrio marginal: «Las personas están pendientes a lo que una hace y no es como otros barrios habaneros como Playa, Vedado, pero no siento la menor inseguridad aquí».
Morales Chuco, nuestra especialista invitada a este debate, comenta a propósito que existen tres ámbitos principales de prejuicios en torno a la marginalidad: «Uno de los más importantes es el racial, otro tiene que ver justamente con el barrio, con el lugar donde naciste y vives; y el último con la pertenencia a un determinado grupo socioclasista, con el acceso que tienes de acuerdo con tus ingresos a determinados espacios de satisfacción de tus necesidades espirituales y materiales. Son tres áreas alrededor de las cuales hay estereotipos conocidos».
La profesora enfatiza, en especial, el último elemento pues el proceso de heterogeneización que ha vivido la sociedad cubana en los últimos tiempos y que se ha acrecentado según los estudios de importantes sociólogos en Cuba, está marcando diferencias relevantes al interior de la población, dice.
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«En el caso de los jóvenes, es un período en el cual esa filosofía del tener compite mucho con la filosofía del ser, con esa ética de vivir quien eres independientemente de lo que tienes. Como es una característica de la edad, es importante tomar en cuenta los rechazos y discriminaciones que se pueden dar y que a su vez se pueden verse reforzadas cuando las condiciones del país ofrecen o generan oportunidades para unos y otros, por ejemplo, las diferencias entre los ingresos de un joven que trabaja en el sector estatal y un joven que trabaja en el sector privado, y eso marca el lugar donde vives, que ropa usas, qué productos consumes…».
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Made, quien se mudó hace dos años para el barrio donde estamos, nos confiesa: «Al principio, todos me tildaron de loca, me dijeron que había cometido el peor error de mi vida. Como no suelo juzgar a personas, hechos o lugares por los ojos de los demás, decidí esperar, y ahora estoy segura de que exageran. Es verdad que hay muchas personas que tienen una convivencia difícil, sobre todo por las viviendas en mal estado, el hacinamiento, y el bajo nivel adquisitivo de algunas familias… Pero algo me ha llamado la atención: muchas de las familias quieren mejorar el nivel de vida de sus hijos, insisten en que los niños estudien idiomas, y que puedan participar activamente en los proyectos comunitarios que existen en la localidad».
«Es que estos son barrios que tienen su historia —explica Vivian— como Cayo Hueso, Belén, o Los sitios, donde antiguamente vivían las personas marginales, pero eso ha ido cambiando desde el triunfo de la Revolución. Aquí mismo han nacido importantes músicos de este país. No se debe catalogar lo que fue a lo que es. Mi hija nació aquí, estuvo en el Teatro Lírico cinco años, terminó sus estudios en Elaboración de alimentos, estudió inglés y francés, y hoy estoy orgullosa de que es chef. Es buena en su profesión. Si hay una buena educación al interior de la casa, no importa en qué barrio vives».
Además de reconocer que tenemos elementos de marginación, que siempre es el primer paso para cambiar, las diferentes entidades con responsabilidades políticas y sociales pueden impulsar cada vez más proyectos para modificar la realidad, concluye Morales Chuco, para quien las investigaciones sociales que se realizan tienen una importancia estratégica en su fin de sensibilizar sobre el tema y aportar argumentos científicos que sustenten las políticas sociales del país.
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Traviesos, pero felices y seguros en Cuba. Foto: Abel Rojas Barallobre