Mario Kindelán, uno de los mejores de todos los tiempos Holguín.— Desde hace poco más de una semana le he visto caminar por cada rincón del Ateneo Fernando de Dios, en esta ciudad, casi siempre con la vista puesta en el ring. Y ese detalle, quizá imperceptible en medio del intenso ajetreo que marca a los máximos torneos del boxeo cubano, es una enorme prueba de que Mario Kindelán nunca logrará alejarse de los cuadriláteros.
Por eso, estoy seguro de que su despedida, la que en nombre de todos los cubanos aplaudirá esta noche el pueblo holguinero, será un asalto más de los tantos que efectuó. Simbólicamente, será como el campanazo inicial de este pleito distinto, que desde hace un tiempo va ganando —como siempre lo hizo—, con entrega, inteligencia y pasión.
Durante estos días pude haberle preguntado muchas cosas, pero simplemente preferí observarlo. Desde mi esquina, reservada para reflejar cuanto sucedía en el torneo, lo alcancé a ver alternando estrechones de mano, peticiones de fotos y asedio de los colegas. Además, sus orientaciones, emitidas a toda garganta, llegaron como una inyección a «sus muchachos» cuando subieron al encerado.
Desde mi sitio lo vi saludar a Maikel y Jorge Luis, dos niños de apenas nueve años, quienes me sorprendieron al confesarme que Kindelán «era tremendo boxeador», a pesar de que ninguno recordaba haber visto sus peleas.
Fue entonces que se me ocurrió buscar a Mario entre la gente, y encontré a través del profesor Sarvelio Fuentes «al alumno talentoso, disciplinado y responsable, no solo dispuesto a asimilar conocimientos, sino capaz también de aportar criterios a tener en cuenta por sus entrenadores; muy técnico, pero que se fajaba cuando había que hacerlo».
Maiko Romero y Ariel Hernández, dos de los que tuvieron el honor de compartir su gloria olímpica, me dieron acceso al «excelente compañero de equipo, amigo a toda prueba, y protagonista de muchísimas anécdotas, dentro y fuera del cuadrilátero, las cuales se reparten entre chistosas, emocionantes e impublicables».
Sin mediar segundos entre pregunta y respuesta, el santiaguero Yordenis Ugás, quien ocupó su plaza en la división ligera dentro del equipo nacional, me habló sobre su capacidad de ser «el ejemplo de boxeador que muchos quisieran ser, por su calidad, por su estilo, y por su exitosa carrera».
En medio de no pocas muestras de elogio y gratitud, me topé entonces con Andrés, un cincuentón que aquí no se perdió ni un solo cartel, quien al mejor estilo del cubano que defiende con pasión su terruño, sentenció: «Kindelán ha sido el mejor».
Cada uno de ellos, a su forma, me ayudó a encontrar al Mario Kindelán de todos, el dueño de tres cetros mundiales, y a quien solo una cuestionable cláusula en el reglamento pudo tronchar su tercer título olímpico. Ya no hay vuelta atrás. Hasta siempre, campeón.
Programa de la final48 kg: Yampier Hernández (CHA) vs. Irán Pérez (GTM), 51 kg: Andry Laffita (PRI) vs. Alexei Collado (CHA), 54 kg: Yankiel León (LTU) vs. Yurién Fábregas (SCU), 57 kg: Idel Torrientes (CHA) vs. Iván Onate (GTM), 60 kg: Yordenis Ugás (SCU) vs. Pablo de la Cruz (HOL),
64 kg: Rosniel Iglesias (PRI) vs. Richard Poll (SSP), 69 kg: Yudel Jhonson (SSP) vs. Carlos Banteaux (SCU), 75 kg: Emilio Correa (CHA) vs. Arinoidys Despaigne (SCU), 81 kg: Julio C. La Cruz (CMG) vs. Yordanis Despaigne (SCU), 91 kg: Osmay Acosta (CHA) vs. Yuniesky González (PRI), +91 kg: Michel López (PRI) vs. Robert Alfonso (CHA).