Como de Raúl Roa, Onelio Jorge Cardoso o Loló de la Torriente, de Rafael Suárez Solís podemos aprender que el periodismo no supone ser experto en frivolidades. Los artículos de este libro titulado Periodismo y cultura establecen que ser culto reclama mucho más que un título universitario, aunque este sea un fundamento estimable.
El escritor e investigador Jorge Domingo, repasando periódicos y revistas cubanos muy viejos logró presillar a Periodismo y cultura, publicado con el sello de la Editorial Oriente. El volumen reúne diversos artículos de Suárez Solís sobre la cultura, es decir, la cultura artística, de cuyas especialidades literarias, teatrales, musicales y danzarias el autor era experto.
Uno debe de reconocer, por ello, que Suárez Solís, cubano por adopción, ejerció los valores del periodismo como formación estilística utilitaria y a la vez estética. Y nos demuestra que habrá de ejercerse como un hierro candente que marque al lector con letras y enfoques originales.
Siendo un aprendiz de 18 años, leí a Rafael Suárez Solís en la página editorial de El Mundo. Su prosa —enérgica, armónica, trazada sobre un ritmo muy vivaz— fue revelándome que, si pretendía ser periodista, tendría que serlo a la manera de este español aplatanado. Es decir, adjuntar a los valores del estilo, los de la opinión culta, original, proponiendo ideas y estableciendo juicios que elevaran, como indirectamente, el discernimiento del lector.
Nacido en Avilés, España, en 1881, Suárez Solís llegó a La Habana en 1907. Al año siguiente empezó como corrector en el Diario de la Marina. Y sin receso, continuó vinculado a la prensa cubana hasta su muerte en 1968. Al terminar de leer Periodismo y cultura me evoqué como el joven entonces deslumbrado por letras que lo invitaban a navegar como sobre un vals.
Suárez Solís nos legó una obra que debe de ser leída y asimilada. Somos afortunados. Fuentes españolas afirman que hilvanó más de 17 000 artículos y comentarios críticos en Cuba. Ninguno en España.