«Aquí hay más fotógrafos que decimistas», bromeó alguien desde el público, mientras Isbel y Paquito y Modesto y la bella Tamara intentaban atrapar con sus flashes las risas de la tarde.
La biblioteca Tina Modotti, del capitalino Alamar, en La Habana del Este, estaba como una niña de 15, para que le retratasen la tertulia. No importaban las hojas en la cabellera de su traspatio, ni que en el frontón no le apareciera el maquillaje. Su lírica procesión bien supimos que iba por dentro.
El Concurso Ala Décima, uno de los certámenes más relevantes del panorama decimístico cubano, cerró este lunes su undécima edición. Y eso, que bien vale un abrazo, fue motivo suficiente para pasar el rato leyendo poesía y compartiendo horizontes.
«Hay que amar, amarlo todo/ desde el insecto a la estrella», invitó el poeta y periodista Pedro Péglez, tenaz organizador de esta cofradía, recordando una espinela del Indio Naborí, y a continuación Olga Lidia Pérez, presidenta del jurado, dio lectura al acta de premiación, siempre haciendo las pausas para que Julio Alberto Cumbarbatch, pusiera galanteo en su guitarra.
El villaclareño Edelmis Aniceto Vega y Rigoberto Fernández Castillo, de Ciego de Ávila, alcanzaron las menciones que concede el grupo poético, cuya orfebrería lírica puede rastrearse en el sitio web Cuba Ala Décima.
La periodista Mileyda Menéndez (La Habana), colega de JR, conquistó dos de los premios accesorios de la lid; mientras que Elizabeth Reinosa Aliaga (Holguín), Marisol García de Corte (C. de Ávila), Jorge Adrián Betancourt (Granma) y Léster Flores López (La Habana), obtuvieron los demás lauros complementarios otorgados por instituciones. En el caso de Léster, el galardón que entrega Juventud Rebelde desde la fundación de la competencia.
El premio especial Ada Elba Pérez, en el 50 aniversario de esa poetisa de galaxia, fue a manos de Olimpia Pombal Duarte; y el gran premio lo mereció el cuaderno Diatriba, de Caridad González Sánchez, ambas de Villa Clara.
«¿Descubriré que la luz emite un tibio mensaje/ y que el túnel es el viaje que se realiza a trasluz?», se preguntaba Caridad. Y unos versos después... «¿Cuánto cuesta la amargura si no es permeable al instinto?/ ¿Cuánto cuesta el vino tinto, a qué sabe el pan, la sal?/ ¿Qué sueño se hace real, qué lo hace ser distinto?».
Muchas voces hicieron distinta la jornada en la casa decimera de Alamar. Cuando casi nos íbamos, alguien divisó que en la vieja cerca del fondo, florecían las buganvilias.