Vladimir es un experto del vestuario y el diseño. Autor: Elio Salas Publicado: 11/03/2025 | 09:14 pm
Esta es la historia de un niño santiaguero que tuvo muy pronto sus despertares. Su prima, María Elena Villar, le insufló la historia de sus ilustres maestros y compañeros pintores; su tío Arquímedes (Cucho), le permitía ver los muñecones, los tótems y hasta subir a las carrozas, en la preparación del carnaval. En casa tenía a su propia madre, Arlenis Savón Salazar, que «vivía adosada a su máquina Unión, haciendo maravillosas canastillas y bordados».
El color, los festejos y las telas serán su brújula.
No es de extrañar que ya en su etapa preuniversitaria Vladimir pudiera mostrar una libreta con bocetos y… un día, una de sus compañeras le presenta a José (Pepín) Limia Castillo, el diseñador de vestuario de Tropicana Santiago. Fue el comienzo de todo. Le enseñó a dialogar con las telas, hasta que en 1994 le ofreció su primer contrato: operario de atrezzo en el taller de confecciones de Tropicana Santiago.
Ha corrido el tiempo desde entonces y Vladímir Martínez Savón con él. Ha sido profesor de la Escuela de Instructores de Arte Pepito Tey, la Escuela Provincial de Arte José María Heredia y la filial territorial de la Universidad de las Artes. Actualmente preside la sección de Artes Escénicas de la Uneac en Santiago de Cuba y es doctorando en Patrimonio Cultural por la Universidad de Oriente.
Su casa es un ir y venir de proyectos: un sombrero aquí, un traje allá, un libro, un tributo. Desde 1998 se ha desempeñado como diseñador escénico, jefe de escena, director artístico y guionista en el cabaret Tropicana Santiago, así como productor de espectáculos y maquillista.
Fui presentador de un volumen suyo de recias claridades, Maquillarte con arte. Mi premio fue un corte de cabello con estilo, de mano experta. La trilogía incluye El rostro y la escena: Máscaras útiles y bellas y El rostro y la escena, aunque otras propuestas aguardan.
Vladimir ha bebido de la savia de maestros del diseño, la escena y el movimiento: Andrés Gutiérrez, María Luisa Bernal, Jesús Ruiz, Nieves Laferté, Ramiro Herrero, Rogelio Meneses, Williams Ortiz. Sus caminos se han cruzado de diversas maneras. Como diseñador de vestuario, un botón de muestra, las piezas Quijotísimo (Calibán Teatro), Ayagba Ikú (Kokoyé), Parasomnia (Danza Libre) y Lambarena (Teatro de la Danza del Caribe). Las anécdotas bullen:
«Eduardo Rivero, nuestro amigo, premio nacional de Danza, no se perdía un solo momento del proceso de trabajo: los tejidos, la toma de medidas, la confección, las pruebas… El vestuario para él no era un simple pedazo de tela cosido sobre el bailarín, era un órgano vital que se sumaba a su cuerpo para la interpretación».
La investigación sobre la Tumba Francesa ha sido uno de sus trabajos más exigentes. En 2007, integró un equipo multidisciplinario monitoreado por la Unesco. Habían depositado en él la confianza para adquirir, para validar tejidos, calzados y accesorios para las tres Tumbas existentes en el país. Confiesa que no fueron pocas las angustias del trabajo de campo, pero también las experiencias ganadas:
«A este trabajo le debo mucho del pensamiento científico a la hora de abordar el proceso de diseño de vestuario, haber conocido a personas maravillosas por todo el oriente cubano, y mi trabajo de tesis para la maestría en Estudios cubanos y del Caribe.
«Exhorto a velar sobremanera por la calidad del corte, la costura y un buen patrón de vestuario, así como al cuidado del traje histórico y de los elementos distintivos de la vestimenta en la cultura popular. El diseño de vestuario constituye el principal elemento diferenciador dentro de una obra escénica, siempre he defendido su importancia crucial».