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El actor inglés Ralph Fiennes quiere aprender sobre Cuba y su cinematografía

Asistió a los festejos por el vigésimo aniversario de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños 

Autor:

Juventud Rebelde

Ralph Fiennes durante su reciente estancia en La Habana. Foto: Calixto N. Llanes Impaciente por aprender mucho sobre Cuba y sobre su cinematografía, en su primera visita a la Isla, el prestigioso actor británico Ralph Fiennes (Suffolk, 1962), manifestó haber admirado Ciudad de Dios, antes de aceptar el guión de El jardinero fiel, que dirigiría el brasileño Fernando Meirelles, de quien elogió sus prodigiosas dotes para la edición de tanto material filmado. Como espectador uno no sale de su asombro ante la capacidad de Fiennes para personificar a un despiadado oficial nazi en La lista de Schindler; al contradictorio Heathcliff en una enésima versión de Cumbres borrascosas; a un héroe romántico en El paciente inglés o El fin de la aventura; para asumir los rasgos del protagónico de ese fresco de toda una época que es Sunshine; dar su voz a uno de los caracteres del dibujo animado El príncipe de Egipto; encarnar a un esquizofrénico cronenbergiano en Spider, un psicópata caníbal en Dragón rojo, o una diabólica criatura innombrable en las dos últimas partes de la saga de Harry Potter, por solo mencionar unos pocos de la galería que ha caracterizado con idéntico talento.

En el encuentro sostenido con los estudiantes de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV), que invitara al notorio intérprete a asistir a los festejos por su vigésimo aniversario, en medio del Festival, la primera pregunta fue acerca de la influencia ejercida por el teatro —que nunca ha abandonado— en su exitosa carrera cinematográfica. Fiennes, considerado como «un animal escénico», sobre todo por su labor en puestas de las tragedias shakesperianas: Hamlet, Coriolano o Ricardo II, respondió:

«El teatro es la razón por la que me hice actor. Cuando tenía ocho años, mi madre me contó a su manera la anécdota de Hamlet y eso provocó un gran efecto en mí. Comencé a imaginarme cómo sería la vida si mi padre muriera y mi madre se casara con tu tío. Mi madre se dio cuenta de aquella obsesión y me puso grabaciones de Laurence Olivier. Muchos años después, en mi adolescencia, cuando tenía más conciencia, matriculé en una escuela de arte pensando que iba a ser pintor; pero la provocadora atmósfera de esta escuela me llevó a reconocer que lo que quería ser era actor. Si estoy fuera de un escenario teatral o alejado de la presencia del público, me siento perdido. Existe algo en la inmediatez de la escena, el flujo de energía con el público, la comunicación que se establece, que es vital para mí».

—De todos los directores con quien ha trabajado, ¿cuál recuerda como la experiencia más enriquecedora a nivel de construcción del personaje y por qué?

—Es difícil escoger una sola, porque cada director tiene su propia visión y te da algo diferente. Me gustó mucho trabajar con Steven Spielberg y, sin embargo, me advirtieron que la dirección de actores no era su punto fuerte, algo en lo que no estoy de acuerdo, porque él es muy enérgico y prioriza los sentimientos de los actores. En un momento determinado del rodaje decidió quitar la claqueta, porque quería que yo repitiera una escena una y otra vez, sin la menor interrupción técnica, y eso me hizo sentir muy libre, y me sorprendió mucho. A veces cambiaba una línea del guión, porque no funcionaba o le parecía aburrida; así hace que los actores sean espontáneos.

«Otro director que me impresionó fue David Cronenberg que, en ocasiones, da observaciones muy precisas. Mi personaje sufría de esquizofrenia y, entonces, en una de las escenas, se me ocurrió mover mucho una pierna por las características del papel, pero él me orientó que me detuviera. Normalmente, se echa hacia atrás con mucha seguridad y deja que los actores busquen por sus propios medios.

«El húngaro István Szabó lo primero que me dijo cuando preparábamos Sunshine fue: “Para mí, el cine es el close up. Yo quiero buscar las emociones y los pensamientos que nazcan en el rostro de los intérpretes”. Él no acostumbra a ensayar mucho y cuando se requería un ensayo técnico, exigía que no exteriorizáramos ninguna emoción antes de que la cámara rodara. Es el único cineasta con quien he trabajado que tenía en el guión muy preciso el montaje definitivo. Sabía qué líneas iban a estar en primer plano en la edición. A veces, cuando tenía la cámara frente a mí, enfocando solo mi cara, me decía que por qué no filmar la escena entera desde otros puntos de vista para que tuviera material suficiente para editar. Pero me gustó mucho trabajar con él por su claridad y su precisión».

Al referirse a su trabajo con la realizadora Kathryn Bigelow en Días extraños (1995), manifestó que aceptó el guión al pensar que iba a ser una película provocadora, a raíz de los recientes disturbios raciales, pero luego murió en el mercado norteamericano, si bien en Italia es una película de culto. También admitió que la directora es muy visceral al entrar a filmar. Cuando expresó el reto que significó para él, recordó que alguien le comentó que era un mal casting y relató la discusión que sostuvo con una periodista que defendía el criterio de que si eres un buen actor, puedes hacer cualquier papel.

«Todos conocemos —profundizó el intérprete de Quiz Show— que dos o tres actores pueden hacer un papel; pero quizá uno de ellos tenga habilidades y mucha seguridad, y otro pocas habilidades, sea ingenuo. Sin embargo, el espíritu de ese actor puede influir en que sea seleccionado».

A la interrogante recurrente en varias de sus entrevistas de qué lo decide a aceptar un papel, si un buen guión o el prestigio del director que lo filmará, comentó:

«Es algo intuitivo; la combinación de varios elementos: el guión, el personaje, el director... Es realmente un sentimiento indescriptible. A veces, cuando uno lee el guión algo lo atrapa; otras, te encuentras un buen papel, pero no te interesa trabajar con el director; y ha ocurrido todo lo contrario, no obstante, lo he rechazado. Luego la película es un éxito, pero ya no estoy en ella».

—¿Cómo prepara sus personajes?

—Es diferente con cada uno de ellos. Me gusta imaginarme la vida de ese personaje, incluyendo los detalles más mundanos. Como se dice en la policía: hacer el perfil de un sospechoso: Toda la información es útil. Para La lista de Schindler, por ejemplo, visité el Museo de la Guerra en Londres, que cuenta con grandes archivos, y allí encontré mucho material sobre mi personaje real que no está en el libro: sobre su juventud como un chico católico de clase media en Viena... Así empecé a imaginar qué condujo a este hombre a esos extremos. Lo más difícil es tener mucha información en tu cabeza, y hacerla subjetiva para poder ver el mundo desde el punto de vista de quien interpretas.

«Un enfoque diferente apliqué para El jardinero fiel. Conozco a amigos de mis padres que son como este hombre de la novela de John Le Carré y, por supuesto, sabía qué tipo de ropa usaría y otros rasgos del mundo inglés a su alrededor. Identifiqué a dos amigos de mi familia iguales a este personaje, pero no los imité, sino que traté de transmitir su espíritu».

—¿Existe una relación de amor-odio por parte de usted en alguna de las fases de producción de una película?

—Ese es un sentimiento muy raro. Cuando ves la película por primera vez puede ser algo muy incómodo. Existen diferencias obvias entre el teatro y el cine. Una vez Anthony Minghella, el director de El paciente inglés, se molestó conmigo. Resulta que durante la filmación de una escena en un mercado de El Cairo, con muchos extras y un rebaño de ovejas, Kristin Scott-Thomas y yo, a la cuarta toma, pensábamos que la habíamos interpretado bastante bien, sin embargo, sucedió que las ovejas no estaban en su lugar en el encuadre, y comenté: “El cine es un medio de los directores”. Aquella frase no le gustó nada a Minghella, porque es la realidad, pero yo expresaba mi frustración como actor. Hay un solo momento en que puedes entrar a un río por primera vez y lo mismo ocurre en el cine: trato como actor de estar siempre listo para ese momento, porque la maquinaria cinematográfica es implacable y, a veces, te corta por necesidad de repeticiones, de cambiar las luces o las posiciones de la cámara...

«Sin embargo, a veces, cuando uno ve en la pantalla el resultado de un trabajo que tenía concebido dentro de la cabeza de una manera, te das cuenta de que tu actuación ha sido editada de modo diferente. Pero esto no es siempre negativo, porque un editor puede mejorar considerablemente la actuación utilizando las mejores tomas, y eso es muy placentero. Tú te entregas al director».

—¿Cómo se desprende de un personaje como el oficial nazi o el psicópata? ¿Influye esto en su persona?

Con Cumbres borrascosas pensaba que entraba cada vez más y más en el fango, confesó el afamado actor, quien aparece en un fotograma de la película con la actriz francesa Juliette Binoche. —Esa es una buena pregunta. Cuando te metes dentro de la piel de un personaje, estableces un amorío o una amistad intensa, y siempre es un sentimiento doloroso desprenderte de él, sobre todo si es una parte que amas. Cada papel que he hecho, especialmente en los que me he involucrado mucho, de alguna manera estarán conmigo siempre. El sentimiento emocional, espiritual, de alguien, lo mantienes durante el rodaje y es difícil desprenderte de él, eliminarlo; íntimamente te sientes vacío y un poco perdido. Un personaje con el que me sentí muy involucrado fue el de El paciente inglés; terminar la película fue un proceso muy doloroso; pero en otras ocasiones estás loco porque termine, como me ocurrió con una de mis primeras películas: Cumbres borrascosas. Mi amistad con esa maravillosa actriz que es Juliette Binoche fue la que me mantuvo hasta el final. Pero cada vez pensaba que entraba más y más en el fango.

«No sé cómo salirme de mis personajes. No lo hago. Todas esas personas están en nosotros, imaginariamente, por supuesto; pero lo que me interesa de esos papeles es que todos tenemos la posibilidad de encarnar alguna vez a seres perturbados, porque todos tenemos partes de luz y sombras. Fue un alivio terminar Dragón rojo. Leí libros y entrevistas con psicópatas, visité una prisión de alta seguridad en California para entrevistarme con uno, y allí me percaté de que existen personas que tienen nuestro aspecto y han sido capaces de cometer esas atrocidades. No obstante, siempre es bueno un esfuerzo consciente por liberarnos de ellos».

En otro momento, al responder una interrogante acerca de su relación con la literatura, este actor hijo de madre escritora y padre fotógrafo, enfatizó que «liberarse del libro en colaboración con el director» es un principio que ha seguido, y citó como ejemplo que leyó un par de veces la novela El jardinero fiel, porque le gustó el personaje y tenía una buena relación con Meirelles. «Heathcliff es un personaje fantástico en la novela de Emily Brontë, pero no estaba así en el guión. Recuerdo una escena especialmente dolorosa para mí, cuando le comunican la muerte de Kathy. Y yo discrepé con el director, que quería algo interno por temor a la sobreactuación, todo lo contrario a lo que describía la novelista. Pienso que estaba confundido».

Fiennes confesó que nunca ha dirigido ni en teatro ni en cine, pero que ya le han solicitado que debute como realizador el próximo año y está pensando en ello. «Otra parte de mi cabeza y mi espíritu ya está involucrada», afirmó entusiasta. Por ahora, solo nos queda esperar a ver si el talento se mantiene.

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