La integralidad tiene como objetivo contribuir a la formación de profesionales cada vez más preparados y comprometidos con nuestra sociedad. Autor: Roberto Suárez Publicado: 04/07/2018 | 07:16 pm
HOLGUÍN.— A Susel Limia le encanta bailar; sin embargo, desde que comenzó la carrera de Medicina no ha dedicado tiempo alguno a participar en el movimiento de artistas aficionados, porque su prioridad —asegura— es el estudio.
Lo dice convencida y se muestra renuente a cumplir las pautas que impone el proceso de integralidad como camisa de fuerza para los universitarios: «Si nos van a evaluar alguna esfera, que sea la investigativa, porque la Universidad nos prepara como médicos científicos. La cultura y el deporte deberían ser opcionales», opina la alumna de primer año de la Universidad de Ciencias Médicas (UCM) de Holguín.
Como ella, no pocos universitarios de diversas carreras están inconformes con que la «integralidad» sea privilegiada por encima de los resultados académicos a la hora del otorgamiento de ubicaciones laborales, plazas para ayudantías o especialidades médicas e internados verticales, por solo citar algunos ejemplos.
En el otro bando, quienes asumen con entusiasmo la participación en las actividades extracurriculares no entienden la dificultad que encuentran algunos para integrarse al movimiento deportivo o cultural, pues «hay tiempo para todo» y, como afirma Diana Pérez (2do. año de Medicina), «existen vías para ser integral aunque no sepas bailar; yo busco las alternativas para poder desempeñarme en todas las aristas».
Integralidad vs. Academicismo
Aunque es cierto que las universidades a nivel mundial se constituyen para la sociedad en centros generadores de cultura, su actividad fundamental continúa siendo la formación académica. Es precisamente en este punto donde la integralidad viene a desatar una oleada de cuestionamientos en profesores y alumnos: ¿Por qué evaluar aspectos que no forman parte de las habilidades propias de la carrera que se cursa? ¿La Universidad pretende formar profesionales dispuestos a cantar, actuar, bailar, competir en eventos deportivos…, o futuros trabajadores con competencias para desempeñar de forma óptima su labor? ¿No sería lógico dejar la evaluación de esas aptitudes a las universidades de las artes y el deporte?
«Lo fundamental es que nos apropiemos de las habilidades médicas necesarias para desempeñar nuestra labor, así como la nota que uno pueda obtener con el esfuerzo. Al final, el paciente no va a tener en cuenta si en la escuela supimos cantar o bailar; lo que quiere saber es si tenemos el conocimiento para darle el diagnóstico, para ayudarlo a mejorar su estado de salud», opina la futura doctora Melisa Sánchez, quien piensa que la integralidad solo debería influir cuando haya dos alumnos con la misma nota.
Víctor Aguilera Nonel, profesor del Departamento de Historia de otra casa de altos estudios, la Universidad de Holguín (UHO), piensa que hoy el proceso de integralidad debe sufrir cambios: «El integral a veces no es el reflejo del mejor estudiante. Necesitamos que los egresados estén muy capacitados en lo que se gradúan, no que sean el mejor cantante o deportista. Estamos viendo que el integral es el que ha participado un poquito en todo, a veces obligado, a veces teniendo algo de interés… Para mí lo primero debe ser el estudio, y quien obtenga una buena ubicación debería ser el que se preparó mejor».
Un grupo focal, realizado con estudiantes de 2do. año de Lengua Inglesa de la UHO, arrojó que la mayoría prefiere dedicar todo el tiempo posible al estudio para responder a la exigencia de su especialidad. Las opiniones siguientes son prueba de ello:
«Yo vine a la Universidad a estudiar. No estoy de acuerdo en faltar a clases para andar de reunión en reunión porque después eso influye en mis conocimientos. A veces los turnos se pierden y no se reponen».
«Hay que reconocer al estudiante que participa en otras actividades, pero la Universidad debería buscar otra vía que no influya en las ubicaciones, porque aunque estén justificados, son muchachos que están faltando al aula».
«Aquí a nadie le gusta ir a extraordinario o a coloquio. Puede haber la actividad que haya, que si tengo prueba, se queda colgada esperando por mí».
Juan Luis López Praga, presidente de la FEU de la Facultad de Comunicación y Letras, de la UHO, advierte en este tipo de actitudes una muestra de que es imprescindible «establecer un sistema de evaluación eficiente para la integralidad, porque ahora mismo un estudiante va de espectador a alguna actividad y no tiene constancia de que fue. Además, debemos ganar en comunicación para llevar un mensaje más atractivo a los universitarios y lograr que se sumen a las actividades».
Entre los aspectos que se evalúan en el proceso de la integralidad destacan cinco como los más mencionados por los entrevistados: resultados académicos, investigación o desarrollo científico, la esfera político-ideológica, el deporte y la cultura. Aunque estos dos últimos requisitos son los que desatan mayores controversias, las actividades de corte político también se ubican en el banquillo de los acusados:
«Necesitan asistencia para cualquier acto, reunión o actividad, y van al aula, nos sacan del turno de clases sin preguntar si queremos ir o no. Por ese motivo, el año pasado se afectaron mucho los turnos de Francés», asegura Alexa Gómez.
Algo similar acotaron otros estudiantes con respecto al propio proceso del Congreso en esa institución educacional: «En medio de una clase nos dijeron que necesitaban gente para rellenar espacios, o sea, no nos citaron porque fuera importante escuchar nuestras opiniones. Así que, al final, ni clase ni reunión: no fuimos, porque si nos obligan, no vamos», advirtió una estudiante de la UHO.
En este sentido, el profesor Alexander Abreu, del Departamento de Historia, señala que existe «una mala planificación para las actividades. Muchas veces convocan a reuniones para los estudiantes por la mañana, porque si las programan para la tarde no asisten. Entonces afectan el proceso docente. Contra eso tengo una batalla campal: el horario docente no debe ser perturbado. Eso ha servido para que muchos estudiantes justifiquen ausencias al aula. Así lo más importante deja de ser tan importante».
En la UCM, donde la mayoría de los entrevistados conoce las implicaciones de la integralidad para su futuro como profesional, Carmen Lamorú de la Cruz, directora de Extensión Universitaria y Trabajo Educativo, está consciente de que hay estudiantes que aspiran solamente a obtener los cinco puntos, aunque advierte que su misión es formar «un médico para la sociedad, por lo tanto tienen que ser integrales».
Con esa exigencia de por medio, no pocos educandos se enfrentan a la incomprensión de algunos profesores, de lo cual no está ajena Lamorú de la Cruz: «A veces necesitamos que determinado estudiante haga la guardia más tarde para que garantice su participación en un evento, pero los profesores, sobre todo en la parte asistencial, son un poco más reacios a aceptar que el alumno llegue dos horas tarde o no asista a un examen, aunque esté justificado. Ahí entramos nosotros a conversar y hacerlos entender, pues sabemos que la integralidad transita por un esfuerzo superior».
Yanet Pupo, presidenta de la FEU en la UCM, asegura que en este aspecto «influye mucho cómo fueron los profesores durante su vida universitaria. Por eso es importante la formación de la integralidad desde la etapa de pregrado, porque después esos mismos muchachos que no participan, no investigan, no se interesan por nuestros procesos, serán quienes no entenderán a sus estudiantes».
Al mismo tiempo, la dirigente estudiantil aclara que «las licencias deportivas hay que llevarlas con tiempo. No puede ser que un alumno se ausente una semana y presente la licencia cuando regrese. El estudiante debe llevar la justificación antes de faltar a clases».
La otra cara del asunto
El análisis de las declaraciones de algunos estudiantes permite verificar que, ciertamente, existen universitarios que disfrutan vivir a plenitud su última etapa estudiantil, participando de forma activa en los diferentes ámbitos. No obstante, resulta preocupante comprobar que no pocos asumen estos eventos como una tarea o una obligación, más que como una forma de divertirse y aprender.
Asimismo, sería prudente revisar los indicios que muestran el rechazo hacia tales actividades —por obligatorias y alejadas de sus intereses—, y la asistencia «por puro compromiso» o con la meta de lograr una integralidad imperativa, alentadora de actitudes que rozan con la hipocresía o la doble moral, con el fin primordial de obtener una buena ubicación laboral; sin contar las divergencias que existen en las aulas acerca del tema.
En esta época es imprescindible sembrar o fortalecer valores, y ningún proceso formativo puede ser apoyatura de la simulación, el egoísmo y la irresponsabilidad, males que es preciso arrancar de raíz.
El tema sale de las aulas. Está en el Congreso. ¿Se buscan profesionales íntegros o integrales? ¿Cómo lograr la exacta combinación de ambos?