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El amor, la esencia misma de nuestra resistencia

No hay palabra para describir la felicidad, estamos muy emocionados, agradecemos a todos los que contribuyeron a nuestro regreso a la Patria, compartieron este jueves los héroes cubanos Ramón, Antonio y Gerardo, vía telefónica, con el programa radiotelevisivo Mesa Redonda

Autores:

Yoelvis Lázaro Moreno Fernández
Norland Rosendo

Una buena parte de Cuba tenía los ojos (y los oídos) pegados a la Mesa Redonda. Ellos iban a aparecer, no se sabía cómo, pero iba a suceder. Así trascurría el tiempo, hasta que «cayó» la primera llamada. Ramón Labañino rompió el hielo. Estaba al teléfono. Se oía alto y claro.

Por la voz, uno se percata de la grandeza de Ramón, de su humildad. Antes que fueran a colmarlo de elogios, dijo: «El orgullo es mío. Es un honor dirigirme a nuestro pueblo. Esta es una victoria de nuestro pueblo, de la dirección de la Revolución, del movimiento de solidaridad internacional».

El Héroe aprovechó la oportunidad para enviar un abrazo a todos los que les escribieron, a los que hicieron llamadas, a quienes cada día 5 enviaban mensajes para exigir su liberación. «Esta es una obra colosal. Cada granito de arena construyó un gran castillo. Estamos profundamente emocionados. Todavía no nos creemos que estemos aquí».

«Uno piensa que está preparado para momentos como estos, pero no es cierto, uno nunca está preparado. Es hermoso estar libre, estar vinculados a sucesos tan trascendentales para nuestra Patria».

Vino entonces el abrazo al Comandante en Jefe. «Enorme, profundo», dijo, y sus palabras parecían dos manos grandes que se abrían para apretar en su pecho al artífice de la gran estrategia que concluyó con el regreso definitivo. «Otro al compañero Raúl. Es el amor que sentimos hacia todo nuestro pueblo».

Entonces Randy Alonso le preguntó lo que mucha gente quería saber, tras verlo cojeando al descender del avión: ¿Cómo te sientes de salud?

Y su respuesta no podía ser otra, criolla, muy cubana: «Yo estoy entero; estoy firme. Me enderezó el olor a Patria. Que no se preocupe nadie, estoy listo para las próximas misiones porque somos, primero que todo, soldados de la Patria».

Ramón recordó que tanto él como sus cuatro hermanos están prestos para las nuevas batallas, que exigen inteligencia y que deben ser asumidas juntos, «porque la pelea sigue y la unidad de nuestro pueblo es trascendental». Estamos convencidos de que vamos por el camino correcto, aseguró.

Y habló de ese ADN indomable que se ha transmitido de generación en generación, desde el indio Hatuey hasta Fidel. Vino entonces, cabalgando sobre la historia, una imagen que retrata el regreso de los Cinco.

«Perdonen la similitud, pero esta ha sido una epopeya agramontina del pueblo de Cuba, similar al rescate de Sanguily. Y como decía el Comandante: ¡Venceremos!. ¡Y ya vencimos!».

Convertir el presente en alegría

La emoción que ha conmovido a Cuba en los últimos dos días se tensó otra vez la tarde de este jueves. Antonio Guerrero Rodríguez avivó los afectos de toda una Isla con su voz.

«No hay palabra para describir la felicidad», afirmaba el autor del poema que musicalizara Polo Montañez, y que ahora, con la evidencia del regreso, nos lleva a descubrir lo que «emociona al corazón».

Hemos vuelto con el pecho lleno de conciencia, estamos dispuestos a echar pa’lante en cualquier nueva tarea que se nos dé, compartió Tony con tono medio ronco, pero desinhibido, que confirma la calidez del ajetreo, lo mucho que provoca llegar a casa y recibir el abrazo de los seres queridos, de los amigos de toda la vida, como lo presenció al estar nuevamente en el barrio de su familia.

Hay que seguir pensando en un socialismo más fuerte. La Revolución jamás ha dejado solo a ninguno de sus hijos. Somos el ejemplo de esa certeza, nos dijo, mientras desandaba, quizá reencontrándose, algunos pasajes de la historia patria. Aludió a Fidel, al líder inclaudicable, al estratega mayor. Habló del yate Granma y de la larga lucha por la construcción de esta sociedad.

Fue elocuente Tony. Se nos reveló contento, sereno como lo imaginábamos muchos, intranquilo y creativo si juzgamos por el peso de cada una de sus palabras, apegado al cariño de los suyos. Se le nota la conmoción cuando se refiere a su mamá, quien supo decirle a tiempo, al hablarle de lo que algunos intuían en el ambiente político, tal vez para que las sorpresas no fueran todas de un tajo: «Ay, mi hijo, las cosas están cambiando».

«Yo tenía la convicción de que mami iba a estar aquí en La Habana y que iba a vivir muchos años. Hay muchas facetas de mi madre. Estamos en un presente que es infinito, que lo convertiremos en alegría, en energía».

No se puso en duda que nos hablaba por teléfono un hombre todoterreno, paciente, reflexivo, fecundo hacedor del optimismo como filosofía mayor.

Logramos tenerlo más cerca. Tal parecía que llegaba hasta la sala de muchos hogares cubanos, cuando habló sobre la hora en que recibió la noticia del retorno, a las 5:30 de la mañana. «Me dijeron que tenía que prepararme». Y sobrevino entonces el último mensaje de la prisión, como lo llamara, el último poema que se enviara desde la cárcel, los últimos versos en que se aunaron todos los amigos del mundo que habían luchado por esta causa, justo cuando le hicieron saber que tenía que empacar.

En más de una ocasión, Antonio tuvo elogios y muestras de agradecimiento para los camaradas de todo el planeta que hicieron del caso de los Cinco una razón de lucha, un desvelo de muchos batallares, un estímulo para creer cada vez más en la multiplicidad de voces, en los nobles propósitos.

El hombre de afinidad por la cultura, el pintor de trazo cubanísimo y libre, el poeta curador de sí mismo, ahora piensa en Vicente Feliú, de quien dice que ha de cantar, con renovadas inspiraciones. Alude a Los Novo, de quienes han de emanar nuevas canciones. Y menciona al pintor Nelson Domínguez.

Relató, comprometido, cómo en la prisión encontró en el arte una manera de luchar, de dar batalla. Y de su arte prodigó convencido: «Nunca pensé que fuera tan útil». Con la pintura se ha defendido la humanidad, la inocencia, los valores de la Revolución, la calidad humana.

Volverán las caricaturas

Los años del encierro no le endurecieron el alma. Tampoco le apagaron esas chispas humorísticas que lo hacen tan cubano, tan auténtico, tan Gerardo. Fue el último en llamar a la Mesa Redonda y empezó el diálogo felicitando a los panelistas por los 15 años del programa. Discúlpenme, pero desde ayer (el miércoles) estoy casi sin voz, medio disfónico. Estos momentos que estamos viviendo no sé cómo describirlos. Estamos inmensamente agradecidos y orgullosos por la recepción de nuestro pueblo.

Llegó la anécdota. El chiste que puso a Cuba entera a imaginar una escena que parece tragicómica. Se le rompió un cinto («parece que por tanto tiempo guardado», intentó explicar) y entraron a una tienda a comprar uno. Aquello fue  apoteósico, la gente quería hacerse fotos, saludarlos, abrazarlos.

Gerardo contó que el compañero de seguridad del establecimiento no podía controlar la situación y le decía: «Tenemos que salir de aquí, rápido». Pero el Héroe no podía negarse a tanto pueblo, a tantas muestras de cariño, de gratitud por su entereza, por su estoica resistencia. «Si tú quieres me sacas cargado, pero yo no puedo irme así», le respondió Gerardo al agente de protección. Era su primera travesura tras el regreso.

Tras la risa, otra vez la reflexión. «Pasamos la página de los sufrimientos, de los abusos en la cárcel». Esta es una nueva página, y en ella, con la tinta de su voz y de sus trazos de amor, «escribió» los nombres de varios amigos de Cuba y del mundo que mucho hicieron por su regreso y que, ahora, lamentablemente no están. Entre ellos, mencionó a Compay Segundo, a César Portillo de la Luz, a su mamá.

Y con esa genialidad que siempre ha tenido Gerardo, rectificó: «Perdón, ellos sí están con nosotros. De alguna manera están aquí en estos momentos».

Como sus hermanos, agradeció a todos los que en el mundo se solidarizaron con la causa de ellos. «El aporte de todos fue importante para que este día se hiciera realidad. No se puede atribuir el éxito a un hecho aislado», explicó.

Contó también que sin el amor de Adriana no hubiera podido resistir. Ella es la mayor inspiración de mi vida. «El amor fue la esencia misma de nuestra resistencia».

¿Y las caricaturas? ¿Volverás a hacerlas? La pregunta de Randy no lo sorprendió: «He pensado mucho en eso; no soy bueno, más que de carrera, soy un caricaturista a la carrera, pero me gusta dibujar, hacer chistes. Si tengo tiempo y encuentro quien las publique, lo haría».

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