Victoria vietnamita ante los invasores yanquis. Autor: Manuel Publicado: 29/04/2025 | 10:30 pm
Cuba estuvo, está y permanecerá con Vietnam, con el pueblo anamita que nos dio a conocer José Martí en La Edad de Oro, y con él estuvimos dispuestos a dar nuestra propia sangre y fuimos solidarios bajo el liderazgo de Fidel. La heroica lucha de los vietnamitas del norte y del sur, llenaron páginas de Juventud Rebelde, y nuestros caricaturistas rendían tributo a ese combate por la liberación. Con ellas recordamos el heroísmo y el día en que se logró la victoria de Saigón —hoy Ciudad Ho Chi Minh— hace 50 años.
La determinación del pueblo estaba trazada en una frase del líder de la nación, el presidente Ho Chi Minh: «¡Vietnam es uno, el pueblo vietnamita es uno!». El 30 de abril de 1975, con la caída de Saigón —cuando los tanques de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación traspasaron muros y rejas del palacio presidencial y allí izaron las rojas banderas victoriosas del Gobierno Revolucionario Provisional y del Frente Nacional de Liberación—, y el mundo celebró una victoria histórica de la fuerza de la unidad vietnamita, pueblo y combatientes, simbolizada en una imagen de la derrota estadounidense que recorrió el orbe: el embajador estadounidense Graham Martin y otros personeros huyendo de Saigón en un desesperado abordaje de un helicóptero, desde la azotea de la sede diplomática.
También fue el triunfo de alcance universal, porque la solidaridad internacional había sido un batallón constante durante las tres décadas de las cruentas guerras de liberación del pueblo vietnamita, primero contra el colonialismo francés y luego contra el imperialismo estadounidense.
El invasor yanqui, que había lanzado sobre el territorio vietnamita 7 600 000 toneladas de bombas, que envenenó las tierras con el agente naranja, que provocó inundaciones en su guerra meteorológica con la destrucción de diques y represas para sofocar al pueblo, se ahogó en la sangre derramada por casi cuatro millones de vietnamitas —civiles y combatientes—, del norte y del sur. Su derrota definitiva en la avanzada indetenible de un pueblo decidido, que culminó en Saigón, le cerró también el paso a la pretendida aspiración de Washington de apoderarse del sudeste asiático.
El Tío Ho no pudo presenciar físicamente ese florecer en primavera, pero lo había previsto y así lo cumplió su pueblo: «Nuestra Patria definitivamente se reunificará. Los compatriotas del norte y del sur se reunirán bajo un mismo techo». La resistencia y perseverancia de lucha del pueblo vietnamita es lección también para hoy. Estados Unidos no ha dejado de enfrascarse en guerras contra los pueblos del Sur y no ha podido ganar ninguna, aunque siempre ha dejado un rastro de muerte y destrucción. Ahora financia el genocidio que ejecuta el Israel sionista contra la nación Palestina, la que requiere igual determinación y unidad de su pueblo y de una redoblada solidaridad internacional.
Hoy, Vietnam, la nación vietnamita, es un bloque sólido de fuerza, firmeza, determinación e inteligencia ante los desafíos contemporáneos, que construye y vive, día a día, para elevar el potencial económico en aras del bienestar de todo el pueblo, teniendo presente y cumpliendo el último deseo de Ho Chi Minh: «Todo el Partido y todo el pueblo deben unirse y esforzarse para construir un Vietnam pacífico, reunificado, independiente, democrático y próspero, contribuyendo dignamente a la causa revolucionaria mundial».