Contralora general de la República de Cuba, Gladys Bejerano. Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 05:15 pm
Algo anda podrido en el reino de este mundo, parafraseando al príncipe Hamlet: una pandemia que todo lo compra y lo extorsiona. Ese es el tema que ocupa desde este miércoles en La Habana a fiscales, contralores, criminalistas, auditores y otros estudiosos, en el V Encuentro Internacional sobre la Sociedad y sus retos frente a la corrupción.
¿Cuál es la terapia eficaz para esa serpiente gananciosa, un mal que viene de siglos, se acentúa en la sociedad de mercado, y no deja de tener brotes hasta en el socialismo cubano, dispuesto a renovarse y dejar atrás las trabas y turbulencias económicas que frenan su avance?
Las voces en el Palacio de las Convenciones, tanto de cubanos como de extranjeros, convergen en que, si bien se requieren políticas gubernamentales e institucionales de enfrentamiento a esa carcoma social, la solución estratégica es ir a la raíz del fenómeno, atacar las múltiples causas que lo generan.
En sus palabras de apertura y bienvenida, el fiscal general de la República de Cuba, Darío Delgado Cura, expresó que para enfrentar la corrupción «no bastan los discursos, no es suficiente estar convencido de que es algo grave para nuestras sociedades». Es necesario —enfatizó— tener voluntad para prevenirla y enfrentarla, pues unos no la encaran con determinación, y otros conviven con ella, viven de ella y la toleran.
Al definir esa suprema distorsión, el Fiscal General subrayó que se trata de un «fenómeno multicausal, en el cual las conductas individuales se encuentran motivadas por factores morales, éticos, económicos y de compromiso político, lo que se une a la falta de control, permisibilidad y violaciones de lo legalmente establecido».
Darío Delgado reconoció que «tenemos hechos de corrupción en nuestra sociedad», los cuales requieren un enfrentamiento organizado, donde participen todos: fiscales, jueces, auditores, asesores, consultores jurídicos, abogados y notarios, entre otros. También, subrayó, se necesita una política preventiva y penal coherente, para responder a «las variables y crecientes manifestaciones que está teniendo (el fenómeno) en los tiempos actuales».
Por su parte, la contralora general de la República, Gladys Bejerano, enfatizó que la lucha contra la corrupción forma parte de la defensa de la soberanía e independencia nacional. Y como caldos de cultivo mencionó las lacras del pasado, la codicia imperialista sobre nuestra nación, y errores y tendencias perniciosas en el diseño socioeconómico a lo interno.
Significó que la corrupción destruye valores éticos, debilita la moral, mina por dentro a colectivos e instituciones, desvía recursos, desvirtúa los esfuerzos y programas de desarrollo, desorganiza, desanima y afecta nuestros planes de desarrollo.
Destacó que «estamos ante una tarea muy compleja que refleja la situación de la sociedad cubana actual»; y en alusión al impostergable enfrentamiento, instó a recuperar y fortalecer valores, y asumir la institucionalización del país sin improvisaciones ni apresuramientos, pero con la urgencia de rectificar y buscar vías para defender y salvar el socialismo.
A crimen transnacional, respuesta global
Cuba, preocupada y resuelta a pelear contra sus lacras; pero el mundo está enfermo de gravedad, consumido hasta los tuétanos por la necrosis de la corrupción. Así lo revelaba el mapa desplegado por Antonio Mazzitelli, representante regional para México, Centroamérica y el Caribe de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (ONUDC).
El mapa de Mazzitelli mostraba las rutas del crimen organizado transnacionalmente: Todas las corrientes iban desde el Sur al epicentro de la podredumbre, el elegante y «fino» Primer Mundo.
Reveló datos frescos: el crimen transnacional y toda la ordalía que genera mueve 2,1 millones de millones de dólares, lo cual representa el 4,7 por ciento del producto interno bruto del mundo. La espiral de las organizaciones criminales sobre el planeta tiene tres escaladas: la corrupción, la intimidación y la violencia.
Tal es el alcance del problema que esfuerzos ceñidos a un país u otro no podrán acabar con él: la transnacionalización del crimen organizado y la corrupción requieren de respuestas y estrategias de toda la Humanidad, que trasciendan las fronteras.