El monte de las banderas es y será la tribuna de todos los cubanos para denunciar los males del imperialismo. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:14 pm
Dos agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) lanzarían explosivos contra Fidel desde la terraza del aeropuerto de Lima, Perú, cuando regresaba de su histórica visita a Chile, a principios de la década de 1970, y otros miembros de la propia Agencia dispararían en el aeropuerto de Quito, Ecuador, contra el avión utilizado por el Jefe de la Revolución, mientras hacía escala allí. Pero ambos planes fracasaron porque sus ejecutores se acobardaron. Y entre sus organizadores estaban David Phillips, Antonio Veciana y Luis Posada Carriles.
En el libro Cien horas con Fidel, el Comandante en Jefe comenta a Ignacio Ramonet que los más tenebrosos personajes actúan siempre bajo las órdenes de los gobiernos y los servicios especiales de Estados Unidos, aunque en todas las ocasiones son exonerados de cargo y castigo, como es el caso del perdón otorgado a Orlando Bosch por el presidente George Bush padre; o tolerar la presencia y movimientos de personajes de su calaña durante semanas en territorio norteamericano, como ha hecho el actual presidente Barack Obama con Posada Carriles, una flagrante violación de las propias leyes del país por parte de quienes tienen la máxima responsabilidad de proteger al pueblo estadounidense de ataques terroristas.
En ese instante de la conversación con el periodista francoespañol, Fidel está aludiendo, por ejemplo, al sabotaje al avión cubano en Barbados.
Para planear el monstruoso atentado del 6 de octubre de 1976, Bosch y Posada Carriles estuvieron inspirados en hechos tan crueles y criminales como algunos de los 600 intentos de atentados contra el líder cubano, en los que no solo intervinieron ellos, sino dos de los más connotados matones de «Al Capone».
El Jefe de la Revolución cubana le confesó en agosto de 1998 al periodista Tim Golden, reportero del diario The New York Times, que « (…) realmente es un tema sobre el cual se puede escribir una enciclopedia».
Los matones mencionados fueron Johnny Roselli y Sam Giancana, las dos figuras de la mafia más íntimamente mezclados a los intentos fallidos de matar a Fidel.
Richard Helms (director de la CIA de 1966 a 1973) declaró el 13 de junio de 1975 al Comité Selecto de Estados Unidos para analizar los planes de asesinatos políticos de esa tenebrosa Agencia, que «nos habían pedido eliminar a Fidel Castro y (…) no había limitaciones en cuanto a los medios (…)».
La CIA pensó primero en un asesinato político al estilo de las pandillas gansteriles: derribar a Castro ¡a balazos! Entonces contaron enseguida con Roselli y Giancana.
Pero este último —con los pseudónimos «Sam Gold» y «Momo Salvatore»— aclaró que, por su experiencia en la banda de «Al Capone», para asesinar a tiros ya no se podía reclutar a nadie porque la posibilidad de sobrevivir y de escapar sería insignificante. Y propuso tratar de introducir un veneno letal, lento y efectivo en cualquier cosa que ingiriera Fidel.
Ambos mafiosos coincidieron en la idea de diluir una cápsula venenosa en un vaso de vino que tomara el líder cubano, para darle al agente ejecutor una posibilidad mayor de huir y salir ileso.
Según un texto jurídico de Estados Unidos —citado por el propio Comandante en su diálogo con Tim Golden— es un delito organizar hechos como el de estos intentos de asesinato y como el de Barbados, y comentó: «Pudieran también violar la Ley Logan que ilegaliza cualquier conspiración para matar, secuestrar, lisiar o lesionar a personas o causar daños y perjuicios a la propiedad de otro país».
Y no solo eso, un Procurador General Adjunto de Estados Unidos, Joseph Whitley, dijo en una ocasión: «Debemos considerar el terrorismo como un mal universal, aunque esté dirigido contra aquellos por quienes no tenemos simpatía política alguna».
La CIA: gatica de María Ramos
El 9 de julio del mismo año del sabotaje al avión en Barbados, estalló en el aeropuerto de Kingston, Jamaica, una bomba. Estaba dentro de una maleta que iba a ser introducida como equipaje en un vuelo de pasajeros, también de Cubana de Aviación. Un retraso imprevisto en la salida del avión impidió, casualmente, que el artefacto estallara en pleno vuelo y el diabólico plan vino a rendir su fruto el 6 de octubre de aquel año.
La CIA —siempre oculta detrás de toda acción encubierta, golpe de Estado, crimen, masacre, asesinato político, envenenamiento, riego de plagas y enfermedades, e invasión militar— quiso aislarse de aquel espanto que significó la muerte sorpresiva de 73 personas.
Lo primero que hizo fue simular que rompía sus vínculos con los terroristas organizadores del crimen, aunque nadie se ha creído el cuento, y todo el mundo sabe que han protegido a sus autores intelectuales (Posada y Bosch) para comprar así su silencio sobre sus viejas relaciones carnales.
Pretendieron convencer al mundo —y también al propio pueblo norteamericano— de que ya en febrero de aquel año 1976 tuvo lugar una ruptura entre la CIA y Posada Carriles, diciendo que este estaba vinculado con el contrabando de cocaína de Colombia a Miami, a través de Venezuela, así como con la falsificación de dinero estadounidense y venezolano.
Sin embargo, en su conversación con el reportero del New York Times, el Comandante en Jefe se refirió a un documento desclasificado, desenterrado en Washington por los Archivos de Seguridad Nacional, que aporta interesantes detalles. Enfatizó Fidel que G. Robert Blakey, consultor principal de la Cámara de Estados Unidos en relación con los asesinatos políticos en 1978, manifestó que había revisado muchos de los expedientes secretos del Buró Federal de Investigaciones (FBI) sobre los contrarrevolucionarios cubanos desde ese año, y había observado muchos ejemplos en los que el Buró se había hecho de la vista gorda respecto a posibles violaciones de la ley.
Y aclara Fidel: «Tenemos la convicción de que esos vínculos (de Posada Carriles y la CIA) nunca se rompieron (…) Por ahí hay un libro, de alguien que nosotros filtramos cuando estaba preso (Posada), que logró hacer amistad con él y le contó todo, independientemente de lo que mostraban los materiales de aquel juicio, muchos de los cuales desaparecieron antes de finalizar (…).
«En el mes de agosto de ese año —aclara el Comandante— apareció publicado en un periódico contrarrevolucionario que se edita en Miami (…) un supuesto parte de guerra donde después de referir cómo volaron un automóvil frente a la Embajada cubana en Colombia y destruyeron las oficinas de Air-Panamá, declaran al final textualmente: “Muy pronto atacaremos aviones en vuelo”».
Y argumenta sus sospechas: «Son muchos hechos concatenados que no pueden ser atribuidos al azar. Aquel mes de febrero era el momento oportuno para simular un rompimiento».
Con aquella aparente y formal ruptura, los planes terroristas y de atentados contra los dirigentes de nuestro país dejaban de ser una actividad institucional de la CIA y se ponían en manos de elementos contrarrevolucionarios de origen cubano que «asumían la responsabilidad» de todo lo que hacían.
Al contrario, mayor complicidad
La historia posterior se conoce bien. Posada Carriles va preso. ¡Tremendo escándalo! No lo pueden sacar fácilmente de la prisión venezolana. Pero empezó a hablar demasiado. Había que sacarlo y pagaron 50 000 dólares para su fuga. Se probó que la Fundación Nacional Cubano Americana los pagó.
«Aquí tengo algunas partes del famoso libro del célebre guerrero. Guerrero que nunca va al combate, sino que alquila gente para enviarlos a los combates», le dice Fidel a Tim Golden. Alude al libro Los caminos del guerrero, que Posada Carriles publica en 1994.
Especifica Fidel que por eso mismo los vínculos de la CIA con Posada nunca se interrumpieron y el propio mafioso y terrorista lo evidencia al decir que es rescatado por la Fundación, enviado a El Salvador, visitado por ella, y de inmediato lo ponen en una de las operaciones más secretas, delicadas, comprometedoras: el famoso Irán-Contras, la operación mundialmente más escandalosa que se ha hecho nunca, violando las disposiciones del Congreso de EE.UU., intercambiando armas por rehenes, armas que fueron a dar a manos de los contrarrevolucionarios en Nicaragua; operación en la que Posada Carriles era el responsable de los almacenes y prácticamente de la distribución de aquellas armas. Ahí está probado, por lo que él cuenta y por lo que se sabe, que esa operación se realizaba con participación de la CIA, por supuesto. Él mismo lo dice.
Recalca Fidel que Posada Carriles se ha creído que en Cuba somos unos tontos. «Incluso cuando los mercenarios son arrestados, inmediatamente colaboran. Tú nada más les presentas los artefactos, las cosas y en el acto colaboran. Son gente que vienen a hacer las cosas por dinero (…) se desmoralizan instantáneamente ante las evidencias (…) sin ideales, no defienden realmente principios, aunque algunas veces llegan a creerse algunas de las mentiras que inventan (…)».
En estos 35 años se ha comprobado fehacientemente que el sabotaje de octubre de 1976 contra el avión cubano en pleno vuelo, repleto de pasajeros, que provocó la muerte de 73 personas cuyos restos irrecuperables fueron a parar al fondo del mar, a cientos de metros de profundidad, fue organizado por Estados Unidos a través de Luis Posada Carriles, y que es falso que en alguna oportunidad los servicios de inteligencia yanquis hayan roto con él, pues jamás el FBI y la CIA rompen con el crimen. Si no, ¿cómo podría andar paseándose impunemente por las calles de Estados Unidos? ¿Se requiere acaso mayor prueba de complicidad?