Los tambores cubanos pararon de tocar este martes. La muerte en la capital de Ricardo Abreu (Papín), el percusionista que creó el legendario grupo Los Papines, provocó silencio entre los batá, los timbales y demás instrumentos hermanos, para reverenciar a un grande de la rumba.
Se ha ido Papín. Dueño de un estilo personal, que irradió pasión con sus toques llenos de folclor, y logró dibujar a Cuba, también desde esa zona de la melodía nacional.
Fue rumbero siempre y estuvo impregnado del don de caminar con soltura por esa manera de hacer música desde un instrumento de cuero.
Fue así desde su nacimiento, el 19 de diciembre de 1933. Y mantuvo su singular ritmo en los grupos musicales que integró, como en los conjuntos Modelo, Estrellas de Chocolate y el de Félix Chapotín.
El célebre Cabaret Tropicana lo tuvo en escena desde 1955, un trabajo que conjugó por aquella fecha con la agrupación Guaguancó Papín, la cual daría lugar a la creación de Los Papines, a inicios de la década de 1960.
Junto a sus hermanos Luis, Jesús y Alfredo (ya fallecido), Ricardo emprendió el mayor proyecto de su vida. Encauzó con éxito un conjunto donde las voces y la percusión se dieron la mano.
Con guaguancó, columbia, yambú y otras variantes de la rumba, y sin dejar de lado los boleros y los sones, Papín fue aplaudido con su grupo en escenarios nacionales y extranjeros.
Su visión de la solidaridad y el compromiso lo llevó a Angola, donde cumplió misión internacionalista. En la música fue reconocido su talento con la medalla Alejo Carpentier y mereció la condición de Vanguardia Nacional del Sindicato de los Trabajadores de la Cultura, entre otras distinciones.
Aunque la falla de su cerebro ocasionó este martes su deceso, la lucidez de sus notas musicales y la destreza de su toque se escuchan hoy en toda Cuba y en el mundo, donde Los Papines son un emblema. Los demás tambores callan hoy, para que el solo eterno de Papín se escuche.