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Tania la guerrillera y Ulises Estrada: un amor difícil

Autor:

Juventud Rebelde

Historia ya no secreta del cubano Dámaso Lescaille y la única mujer en la guerrilla del Che, a 41 años de la emboscada que tronchó la vida de esta

Como el amor no puede someterse a prohibiciones, Tania la guerrillera y Ulises Estrada se enamoraron y pensaron hacer una vida juntos. Nada ni nadie pudo evitar que se atrajeran mutuamente y se amaran con intensidad la argentino-alemana Haydée Tamara Bunke Bider y el cubano Dámaso Lescaille.

De esta historia se habla en el libro Tania la guerrillera y la epopeya sudamericana del Che, escrito por el mismo Ulises Estrada, que fue primero su pseudónimo de guerra y después su nombre definitivo.

Con 334 páginas, XV capítulos, 17 anexos y 29 fotos, el libro, editado por Ocean Press, con prólogo y edición del doctor Luis Suárez Salazar, constituye un seguimiento excepcional de los pasos secretos de Tania en Cuba y en el extranjero, pero aquí enfatizamos en su relación amorosa, contada por Ulises sin ápice de machismo ni vanagloria.

Lo sabían unos pocos

«Sostuve con ella estrechas relaciones de trabajo y personales. De tal intensidad, que antes de su partida hacia la misión internacionalista (...) acordamos que al concluir la misma uniríamos nuestras vidas y procrearíamos todos los hijos que ella soñaba tener».

Nadia Bunke muestra dos pinturas de su hija Tania. Solo lo sabían unos pocos compañeros comunes, los padres de ella, Erich y Nadia, y su hermano Olaf. A solicitud de su inolvidable madre, decidimos incluir en el libro una carta que entonces les había informado acerca de nuestro amor».

No puede evitar Ulises —un hombre de «XII» o de «Petronio», nombres clandestinos del Comandante Manuel Piñeiro Losada, el «Barbarroja» de la Sierra Maestra— comentar sobre la muchacha, sobre la gran amistad y el infinito amor que se profesaron prácticamente desde que se conocieron en La Habana, en marzo de 1963.

«Poco a poco nos fuimos conociendo, y en los momentos de mutua relajación, comenzamos a compartir nuestras correspondientes inclinaciones hacia la música, la literatura, el cine y el deporte (...).

«A ambos ya nos unían vínculos emotivos entre jefe y subordinada, entre un oficial operativo y su agente, o, si se prefiere, entre un compañero y una compañera implicados en una misión internacionalista».

De cuando Tania solo sabía del revolucionario cubano que se llamaba Ulises , él evoca en su libro: «De hecho, nuestra relación, luego de penetrar en las profundidades de una amistad sincera, paso a paso y sin que casi nos diéramos cuenta, fue adentrándose en los sentimientos más caros y sinceros que puedan existir entre una mujer y un hombre.

«Tania, que era exigente al máximo consigo misma, comenzó a exigirme reciprocidad con relación a su comportamiento (...). Fue así como (...) comencé a llevarle en dos o tres ocasiones, a mis dos pequeñas hijas, para que compartieran con ella (...)».

Él le contó su experiencia clandestina en la lucha contra la tiranía de Batista en Santiago de Cuba y en La Habana y comenzó a referirle facetas de su vida privada, diciéndole, incluso, que iba a divorciarse y que no era por tener relaciones paralelas con otra mujer.

En realidad frecuentaban —sin que se supiera— Playa Baracoa, en Bauta, en la provincia de La Habana. «Compartíamos nuestros sentimientos y vivencias personales en los lugares alejados de los sitios donde recibía su entrenamiento», recuerda Ulises y agrega: «En esos momentos tenía ante mí a Haydée Tamara».

Declaración de amor

Seducida por la Revolución Cubana, Tania se incorporó con verdadera pasión a las tareas de construcción de una nueva Sociedad. «En esos ambientes íntimos, una noche del año 1963, cuya fecha exacta mi ya envejecida memoria no alcanza a precisar, ocurrió lo inevitable. Estando en Playa Baracoa, sentados en la arena, mirándonos fijamente a los ojos, ambos nos confesamos, y luego nos entregamos a nuestro amor. Y lo hicimos con la pasión propia de nuestra edad (...). Los dos sabíamos que era un amor prohibido (...), pero también sentíamos que ya no nos podíamos contener. Estábamos convencidos de la pureza de nuestros sentimientos y de que estos no afectarían nuestras relaciones de trabajo».

Era un amor irrefrenable y atrevido, porque los héroes también aman. «Nuestros sentimientos eran serios y profundos. Ya desde entonces ella me hablaba del futuro, de su regreso a Cuba (...)».

El 11 de abril de 1964, en carta a sus padres, ella les contó lo de sus relaciones amorosas y su profundo cariño por Ulises. E identificándose con su sobrenombre familiar de «Ita», escribió:

«Bueno, ahora otra cosa: si no me roban a mi negrito antes de que yo vuelva, entonces me voy a casar. Si habrá enseguida “mulatitos”, no sé, pero sería muy posible. ¿Qué aspecto tiene? Flaco, alto, bastante negro, típicamente cubano, muy cariñoso (...). Están ustedes de acuerdo??? ¡Ah!, he olvidado lo más importante: muy revolucionario y quiere también a una mujer muy revolucionaria».

Esperando por Tania

La vida los distanció de manera irreversible. Él se divorció de su primera esposa y estuvo esperando por Tania durante mucho tiempo. A pesar de que volvió a contraer matrimonio, años después de su desaparición física, todavía ella sigue viviendo en su recuerdo. No solo como Tania la guerrillera, sino también como Haydée Tamara Bunke Bider: la excepcional mujer, compañera y amiga que un día amó con todas sus fuerzas. A las dos las recuerda.

Según uno de los agentes secretos cubanos vinculados estrechamente al trabajo clandestino de Tania en Bolivia —«Ariel»—, ella tenía tres grandes amores: sus padres, su compañero cubano Ulises Estrada y la causa revolucionaria.

Ulises fue nombrado por el Comandante Manuel Piñeiro como jefe de la Dirección General del Viceministerio Técnico del MININT, que en lo adelante se encargaría de materializar la solidaridad de la Revolución Cubana con los movimientos de liberación nacional africanos.

Tal Dirección estaba especializada en el trabajo dirigido a: África y además al Medio Oriente, razón por la cual Ulises quedó desvinculado de la atención directa o indirecta que hasta ese momento había mantenido con el «caso Tania».

Ella nació en la Argentina, el 19 de noviembre de 1937. De adolescente fue llevada por sus padres a la antigua República Democrática Alemana (RDA) y luego partió hacia su tierra natal, vía Cuba, en 1961. Tres años residió en nuestra Patria y de sus casi tres décadas de existencia, vivió más de dos en América Latina.

En carta que su madre escribiera a Fidel el 25 de diciembre de 1995, pidiéndole apoyo para la búsqueda de los restos de su hija, le confiesa:

«En su alma y por su mentalidad, fue una latinoamericana (...) durante los nueve años de su estancia en la RDA tenía la ciudadanía doble (...). Llegó a Cuba el 12 de mayo de 1961 con la ciudadanía argentina (...) tenía un gran deseo de recibir la ciudadanía cubana».

Cuando el 31 de agosto de 1967 murió en la emboscada del vado de Puerto Mauricio, en el Río Grande, vestía pantalón moteado de camuflaje, botas de soldado, blusa a rayas verdes y blancas muy desteñida, mochila y metralleta colgada. El soldado boliviano Vargas le disparó un tiro que le atravesó un brazo, un pulmón y le provocó hemorragia interna. Cayó al agua y fue arrastrada por la corriente. Siete días después el ejército la encontró, con ayuda de perros rastreadores. ¡Quién sabe si su último pensamiento haya sido para sus padres, para Cuba y para Ulises Estrada!

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