Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

A una semana de su visceral llamado a que el mundo cercara a Cuba, George W. Bush sufrió por partida doble el nuevo y contundente rechazo de la comunidad internacional a la política de bloqueo contra la Isla, que él ha llevado a límites extremos.   

Por eso, la de este martes en la ONU no fue una simple y reiterada derrota para Estados Unidos, sino una «derrota vergonzante» para Bush, como comentó el canciller cubano Felipe Pérez Roque en conversación telefónica con La Habana, a poco de registrarse los 184 votos a favor de la resolución que exige poner fin a esa medida. En contra, estuvieron las consabidas posiciones de las pequeñas islas Marshall y Palau —obligadas por su dependencia de EE.UU.—, el fiel aliado Israel y, obviamente, los propios Estados Unidos. Micronesia resistió las presiones yanquis con la abstención, y se ausentaron del plenario Iraq, El Salvador y, a última hora Albania, cuyo representante abandonó el recinto, obligado por una evidente decisión política.

Como es habitual, no faltaron las presiones de los funcionarios norteamericanos, convertidos en «torturadores» de los países más débiles hasta el momento final.

Por eso tal vez, el triunfo de Cuba tenía el sabor de una «victoria colectiva», como apuntara también Pérez Roque, por teléfono, a quienes en representación del pueblo cubano, reunidos en la Casa de las Américas, asistían por TV, en directo, a la emotiva jornada de este LXII periodo de sesiones de la Asamblea General.

«La gente ha venido al escaño en masa». No hacía falta que el Ministro lo contara. La pantalla gigante mostraba la larga fila de diplomáticos que, aún sin esperar las explicaciones de voto de los países en lista, dejaron sus butacas y se acercaron a la delegación cubana. «Esta es nuestra victoria», comentaron algunos. «¡Viva Cuba Libre!», «Resistan, ustedes van a vencer».

El carácter unilateral y extraterritorial del bloqueo había sido expuesto por 19 oradores, quienes recordaron su signo violador del derecho internacional y de la Carta de la ONU, y matizaron el rechazo al acoso de casi cincuenta años con calificativos que iban desde «reliquia de la Guerra Fría», «medida implacable para causar dolor al pueblo cubano», «menoscabo a su derecho a la vida y al desarrollo» hasta «acto de fuerza criminal y genocida».

Con un tono gris que evidenciaba su ya sabida derrota, el representante de EE.UU. fue un mal remedo de la alocución de su mandatario, una semana atrás, y, aún más absurdo, arguyó que el «comercio es asunto bilateral», como si Estados Unidos no impidiera las relaciones comerciales y las inversiones de terceros con Cuba. O falacias tales como que la educación «es derecho para unos pocos privilegiados en Cuba».

Tal era la convicción de su descalabro, que en esta ocasión Washington renunció a tratar de insertar una enmienda que cuestionase el respeto a los derechos humanos en la Isla, tema también manipulado por Bush.

Ya desde la noche antes de la votación, una suerte de escaleta distribuida por los funcionarios estadounidenses entre quién sabe cuántas y cuáles delegaciones de los 192 países miembros de ONU, advertía su fracaso de este martes. Primero, pedía votar en contra de la resolución pero, «premonitorio», concedía: si no puede votar en contra, absténgase, y use de la palabra para pedir una transición democrática en la Isla y cuestione el respeto a los derechos humanos. El papelito era lo que el canciller Pérez Roque calificó como «su acta de rendición moral»

Todavía latentes los tres Vivas a Cuba Libre que «yo sí tengo legítimo derecho a decir», el Ministro cubano del Exterior se manifestó «contento no solo por el resultado, sino por la batalla que lo ha hecho posible, basada en la resistencia y la convicción de que derrotaremos al bloqueo».

Fue, dijo, una «victoria contundente y espléndida; regalo para el Comandante en Jefe, medicina para su recuperación. Mándenle el mensaje».

Fuente: www.cubahora.co.cu