Durante más de 45 años nuestro pueblo se ha enfrentado a la política hostil de diez administraciones norteamericanas y la agresividad de sus servicios de inteligencia, cuyas actividades subversivas han estado dirigidas a frustrar los principales planes de desarrollo económico y social de la Revolución.
Uno de los sectores que más ha sufrido por esta política ha sido la educación, pues varios cubanos vinculados al magisterio han perdido la vida o han sido heridos. Los daños causados a los familiares de las víctimas son incalculables. A pesar de estas agresiones, la obra de la Revolución en materia educacional es un hecho inobjetable.
El 5 de enero de 1961, en San Ambrosio, Trinidad, el maestro voluntario Conrado Benítez García, de 18 años, y el campesino Eliodoro Rodríguez Linares, de 30, fueron asesinados por una banda de alzados que se encontraba en contacto radial con la Agencia Central de Inteligencia, enfrascada en la desestabilización interna de nuestro país como paso previo al lanzamiento de la invasión militar.
Este sería solo el principio de una larga cadena de hechos terroristas dirigidos a sembrar el pánico en las zonas rurales y dañar uno de los programas fundamentales del naciente proceso revolucionario: enseñar a leer y escribir a todos los cubanos.
LA REVOLUCIÓN RESPONDE AL CRIMEN
La Revolución respondió con la captura de algunos de los participantes en este crimen y con la Campaña de Alfabetización, movilizando voluntariamente a 34 772 maestros y profesores voluntarios, 120 632 alfabetizadores populares, 21 266 brigadistas alfabetizadores Patria o Muerte (del sector obrero) y 105 664 estudiantes de las Brigadas Conrado Benítez (de la juventud), creadas en honor al maestro asesinado1.
El 21 de febrero, en la finca Cayo Bonito, de Los Arabos, Matanzas, el alfabetizador popular Pedro Morejón Quintana, de 20 años, fue asesinado por una banda que había recibido armas enviadas por la CIA. El 28 de febrero, el maestro voluntario Máximo Gómez González fue ultimado en el reparto Cubanacán, en La Habana. Después de la derrota de la invasión de la Brigada 2506 en Playa Girón, el 19 de abril, los bandidos comenzaron a reorganizarse, y mientras evadían el enfrentamiento con las Milicias, volvían a atacar a los alfabetizadores. El 29 de mayo, en la finca El Nicho, de Crucecitas, en Las Villas, el brigadista Pedro Blanco Gómez, de 13 años, fue asesinado por un colaborador de alzados.
El 26 de julio, en la finca La Permuta, barrio Táyaba, en Trinidad, después de asesinar al campesino Celestino Rivero Darias, intentaron ahorcar al alfabetizador Ramón García Guerra, de 15 años, que logró escapar de sus captores. El 4 de agosto fue torturado hasta morir el campesino Modesto Serrano Rodríguez, de 21, un destacado colaborador de la Campaña en Rangel, Pinar del Río. El responsable de este hecho había regresado clandestinamente a Cuba para alzarse, lo que lo vinculaba a los planes enemigos.
El 18 de septiembre otra banda cuyo cabecilla se había alzado por indicaciones de un agente de la CIA, atacó el poblado de Río, en Mayajigua, hiriendo gravemente al alfabetizador Domingo Matías Gómez, de 28.
En los municipios de Santo Domingo y Quemado de Güines, en Las Villas, entre el 22 de septiembre y el 7 de octubre una banda empecinada en frustrar la Campaña ahorcó al colaborador municipal Tomás Hormiga García, de 21 años, al brigadista Delfín Sen Cedré, de 26, y al alfabetizador popular José Taurino Galindo Perdigón, de 31.
El 21 de octubre, el campesino Vicente Santana Ortega, de 35 años, conocido por su apoyo a los alfabetizadores, fue torturado en la finca Santa María, de Pedro Betancourt, en Matanzas. Falleció cinco días después. El 26 de noviembre, en la finca Palmarito, Río Ay, en Trinidad, uno de los principales cabecillas del Escambray ahorcó al brigadista alfabetizador Manuel Ascunce Domenech, de 16 años, y al campesino Pedro Lantigua Ortega, de 43, hecho que conmovió a toda la nación.
A mediados de diciembre otra banda irrumpió en la vivienda de Julio Fonseca, en el barrio de Santa Rita, en el Escambray, con el propósito de secuestrar al alfabetizador Alberto Núñez Sellez, de 11 años, quien salvó la vida gracias a la firme decisión del campesino.
Otros alfabetizadores y las familias que los albergaban fueron objeto de amenazas, golpizas y simulacros de ahorcamiento, para que abandonaran la Campaña. Además fueron destruidas 85 escuelas. Los daños se calcularon en 1 836 000 dólares. Los responsables de estos hechos fueron ubicados por los Órganos de la Seguridad del Estado y capturados por las compañías de Milicias y los batallones de Lucha Contra Bandidos.
Ningún crimen quedó impune. A pesar de estos actos terroristas aprendieron a leer y escribir 707 212 personas y se redujo el analfabetismo de 23,6 a un 3,9 por ciento. Solo quedaron sin alfabetizarse aquellos que no estaban en condiciones debido a su avanzada edad o alguna incapacidad. El 22 de diciembre de 1961, en la Plaza de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro declaró oficialmente que Cuba era Territorio Libre de Analfabetismo.
Las agresiones continuaron. El 5 de septiembre de 1963, en Santa Clara, el maestro Fabric Aguilar Noriega, de 29 años, perdió la vida durante el ataque de una aeronave pirata procedente del territorio norteamericano. Sus tres pequeños hijos resultaron heridos. Veinte años después, el terrorismo continuaría cobrando nuevas vidas de profesores cubanos en otras latitudes, bajo el ala protectora de los mismos intereses imperialistas.
VíCTIMAS POR LA ALFABETIZACIÓN MUNDIAL
En los años 80 Cuba comenzó a colaborar en materia educacional con otras naciones subdesarrolladas. En Nicaragua, tres integrantes del Contingente Internacionalista Augusto César Sandino fueron víctimas de las bandas terroristas de la contrarrevolución nicaragüense, asesoradas desde la base de la CIA en Ilopango, en El Salvador, por los terroristas internacionales Félix Rodríguez Mendigutía y Luis Posada Carriles.
El 21 de octubre de 1981, en Consuelo Bajo, a 30 kilómetros de Siuna, Departamento de Zelaya Norte, uno de estos grupos ametralló a los profesores cubanos Pedro Pablo Rivera Cué, de 26 años, y Bárbaro Rodríguez Hernández, de 27. El 4 de diciembre, el profesor Aguedo Morales Reina, de 28, fue asesinado por otra banda en Aguas Sarcas, cerca de Villa Sandino, a 50 kilómetros de Juigalpa, Departamento de Chontales.
Pero, ante la adversidad, miles de maestros cubanos se ofrecieron espontáneamente para ocupar el lugar de sus hermanos caídos.
En Angola, el 25 de marzo de 1984 el maestro cubano Héctor Pineda Zaldívar, de 29 años, del Destacamento Internacionalista Ernesto Che Guevara, perdió la vida cuando bandas terroristas dirigidas y avitualladas por el régimen racista del apartheid en Sudáfrica, y financiadas por el gobierno de Estados Unidos, atacaron el poblado de Sumbe, en Kwanza Sur.
La obra educacional de la Revolución Cubana ha continuado adelante. De acuerdo con datos del censo de 1981, en Cuba la tasa de analfabetismo representaba solo el 1,9 por ciento de la población apta. En el 2000, más del 98 por ciento de los niños asistía a la escuela y tenía garantizados sus estudios de forma gratuita.
Hoy, mientras el Estado cubano le dedica el 19,4 por ciento de su Producto Interno Bruto a la educación, la Revolución vuelve a extender su ayuda solidaria a otros pueblos. En Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Haití, Honduras, México, Nueva Zelanda, Paraguay y Venezuela el programa de alfabetización Yo, sí puedo ha logrado que más de dos millones de personas aprendan a leer y escribir.
A 45 años de concluida la Campaña de Alfabetización, una vez más nuestro pueblo se yergue con dignidad para denunciar el terrorismo y exigir justicia. Al mismo tiempo, le dedica un merecido tributo de admiración y respeto a los maestros cubanos que han perdido la vida o han sido heridos por acciones terroristas, y les rinde justo homenaje a los que durante estos años de lucha en defensa de la soberanía, han contribuido a la formación ética y la educación integral de las nuevas generaciones.
1 Métodos y medios utilizados en Cuba para la supresión del analfabetismo (Informe de la UNESCO). Impreso en Cuba. Instituto del Libro. La Habana, junio de 1970.