Los que soñamos por la oreja
Por más que intento precisar el momento en que escuché por primera vez cantar al holguinero Raúl Prieto, no lo consigo. Me da la impresión de que desde el instante en que comencé a visitar sistemáticamente la Ciudad de los Parques, él estaba ahí, desgranando melodías propias o de otros autores, con el respaldo de su guitarra o con toda una banda de músicos acompañantes.
Quizá el encuentro se produjo a inicios de la década de los 90, en algún que otro viaje mío a Báguano, época en la que Raulín —como muchos aún suelen decirle— se presentaba solo con el apoyo del instrumento de las seis cuerdas. O tal vez no fue así y lo descubrí allá por 1994, a propósito de las primeras Romerías de Mayo.
Lo cierto es que, aunque siga siendo un desconocido para el gran público cubano, Raúl Prieto lleva años como fiel defensor de la canción, ya sea desde la más pura estética trovadoresca o a partir de sonoridades cercanas al universo del pop rock. Unido a esto, un aspecto que sobresale en su quehacer es la vocación que posee para ser artífice de distintas peñas que, con nombres diferentes y en variados sitios, han tenido como principal divisa ofrecer a los moradores de la ciudad de Holguín, y particularmente a los jóvenes, una propuesta artística de sólidos basamentos.
He asistido en unas cuantas ocasiones a su espacio denominado A esta hora, realizado los viernes en la Casa de la Trova El Guayabero, y siempre la institución ha estado colmada por un público fiel al cantautor. Creo que de las tardes que he compartido en dicha peña, una que nunca olvidaré tuvo lugar cuando Raúl Prieto, un grupo de trovadores de la ciudad y el Comité Organizador de las Romerías de Mayo —incluido su presidente Alexis Triana Hernández— llevaron a cabo un hermoso tributo a un holguinero ilustre, ese destacadísimo hacedor de canciones —como la recordada Presencia simplemente— y fundador de la Nueva Trova que es Ramiro Gutiérrez.
Esta peña ha servido como vehículo ideal para que Raúl haya ido madurando su propuesta y como
termómetro para medir la reacción del público ante cada tema que incorpora a su repertorio. Importante en tales presentaciones resulta el trabajo de la banda acompañante, formada en sentido general por jóvenes músicos que tienen la virtud de saber controlar sus impulsos como instrumentistas, para proyectarse en función del desempeño de Prieto como solista. Así, con orquestaciones muy funcionales y sin estridencias, los temas de Raúl se mueven dentro de un diapasón en el que encontramos elementos de son, rock, pop, en una acabada amalgama entre lo cubano y lo universal.
Con canciones que hablan del amor por la Ciudad de los Parques y en torno a sus vivencias personales, siempre desde una perspectiva humanística y esperanzada, las composiciones de Prieto sobresalen por su belleza textual, expresión del poeta que lleva dentro y que lo llevó a dar a la luz pública en 2001 un pequeño cuaderno de poesía titulado Todos los silencios, publicado por Ediciones Holguín.
Una buena muestra de por dónde se mueven las intenciones ideoestéticas de Raúl Prieto se puede apreciar en el que constituyó su primer disco grabado, el fonograma denominado A esta hora y que salió a través del sello Bis Music. Piezas como la que le da nombre al CD y las tituladas En este sueño sin ti, Tu mirada de papel o Llueve, son ejemplos de hermosas letras de canciones en las cuales destaca el acertado empleo de recursos literarios. En mi opinión, una de las más logradas en dicho orden es Otra muchacha, que consigue perfecto equilibrio entre la crónica social y la parodia de un conocido tema de Silvio Rodríguez (Boleros y habaneras).
Genuino representante de lo que algunos gustamos nombrar Canción Cubana Contemporánea, Raúl Prieto defiende con denuedo el espacio que durante años se ha ido construyendo en Holguín y es una pena que, a pesar de la calidad de su propuesta, por causa de erróneas estrategias promocionales prevalecientes en nuestro mundillo musical, continúe siendo un desconocido a escala nacional.