Acuse de recibo
A pesar de todo lo que se ha hecho en medio de la pandemia por proteger y ayudar a los más vulnerables, siempre quedan esos cabos sueltos, que urge atar directamente a la solidaridad.
Manuel González Ansoar (Domínguez 235, entre Santa Catalina y Calzada del Cerro, Cerro, La Habana) es un señor de 73 años que la está pasando duro en estos días de pandemia con la alimentación suya y la de su esposa, de 74. Son ellos dos solitos, en medio de esta complejidad.
El veterano intentó sumarse a las largas colas en las tiendas que expenden alimentos, pero allí en el Cerro se lo tienen prohibido a los ancianos e impedidos físicos. Una consideración muy loable, pero que debe estar acompañada de una solución.
Cuenta el anciano que ha hecho innumerables gestiones con la secretaria de la presidenta del Consejo de la Administración Municipal. Y aún sigue así: no puede comprar alimentos, ni se los facilitan desde el Sistema de Atención a la Familia u otra alternativa. ¿Será posible que el Cerro no tenga la llave para abrir la solución de este caso?
Los aplausos no solo deben ser ahora por quienes batallan contra la COVID-19, sino también a todo el personal de la salud que nos permite nacer y vivir protegidos siempre.
Por eso Daimarelys Xiqués Núñez, allá en la calle República no. 283, apto. 11, en Camagüey, transmite su agradecimiento y felicitación a los doctores Onexis de la Vega y Thais Aimeé Dip Triana, del Hospital Materno Ana Betancourt de Mora de esa ciudad, y a las enfermeras pediátricas de la Sala H de ese centro.
Todos, enfatiza, atendieron con esmero y profesionalidad a su hija, que dio a luz el pasado 9 de mayo, y a su bebé, una nueva cubanita. «Ellos dan una vez más muestras de la grandeza de nuestros médicos y el resto del personal de la Salud, que en cualquier trinchera siguen siendo los valientes», enfatiza Daimarelys.
El pasado 17 de mayo, y desde La Hata, en el municipio capitalino de Guanabacoa, Neris Quesada contaba aquí que es paciente oncológica y tiene dieta de viandas como consumidora. Pero desde marzo, paradójicamente ya con el coronavirus, la vianda de dieta se ha esfumado de allí. Refería que no es la primera vez que sucede, y nunca ha encontrado respuesta del porqué. Solo le dicen que el responsable de ello es Acopio.
Al respecto, el pasado 8 de junio llegó la respuesta de Nelson Concepción de la Cruz, presidente del grupo Empresarial de Acopio:
«Tenemos a bien comunicarles que la distribución de los productos según dietas médicas en el municipio de Guanabacoa, corresponde a la Empresa provincial de Mercados Agropecuarios de La Habana, que se subordina a la Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía de La Habana.
«A pesar de no resultar de nuestra competencia este asunto, teniendo en cuenta su naturaleza y la sensibilidad con que debe ser tratado, oportunamente le dimos traslado a los compañeros de la Empresa de Mercados Agropecuarios de La Habana», concluye.
Agradezco la ágil respuesta de Nelson, y que trasladara a la Empresa de Mercados Agropecuarios de La Habana, entidad que aún no ha respondido a esta sección, a pesar de ser un asunto tan sensible, en medio de la pandemia que nos azota.
Tantas estructuras administrativas para que llegue la vianda a una paciente con dieta, y ni se resuelve y ni tampoco se rinde cuentas ante reclamo tan urgente.
El pasado 16 de junio, al reseñar la respuesta de Fernando Marciano Gómez Pérez, director de la Empresa Porcina Santiago, a la queja del productor Roberto Montes de Oca aparecida aquí el 29 de abril pasado, este redactor cometió un lamentable error.
En el texto, se decía que el convenio del productor era 21.250 toneladas de carne. Y lo interpreté y escribí como 21 mil 250 toneladas. Varios lectores me alertaron. El primero fue Osvaldo Rubio González, quien dedujo que con esa producción un solo hombre garantizaría ¡25 kilogramos de carne a cada habitante de Santiago!
Lo que sucedió —injustificable— fue que con la pequeña letra de la carta de respuesta vi una coma donde el punto decimal. Y con la premura de la edición, no supuse lo que representan 21 mil 500 toneladas por un solo hombre. ¡Bien estaríamos si el país produjera tanta carne de cerdo!
Me disculpo con la Empresa Porcina de Santiago y con todos mis lectores, especialmente con Osvaldo y los restantes que me alertaron, tan agudos y acuciosos que son.