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El avestruz que mató por amor

Un ejemplar del zoológico espirituano mató a su pareja por su insaciable apetito sexual. La difunta no soportó hasta siete cópulas diarias y pereció

Autor:

Miguel Ángel Valdés Lizano

SANCTI SPÍRITUS.— Si algún día alguien confiesa sentir por usted un amor tan grande como el de los avestruces, sea cauteloso y analice lo acontecido en el parque zoológico de la ciudad del Yayabo.

Resulta que el macho de esta especie en tierras espirituanas enviudó después de solo un año de matrimonio. Mató a su pareja, la cual no resistió hasta siete cópulas diarias, según Nancy Paz Muñoz, directora de la institución recreativa espirituana.

El ejemplar masculino necesitaba dos o tres compañeras para satisfacer sus instintos y evitar el trágico final de su romance, algo muy común en estas aves, como destacan especialistas del zoológico.

Para satisfacer su apetito sexual, el avestruz no dejaba dormir a su pareja, casi no le permitía alimentarse y la golpeaba, narra Magali Valdivia, jefa del equipo encargado de cuidar los animales en cautiverio.

Agrega la trabajadora que, con el objetivo de evitar el desgaste progresivo, intentaron aislar a la hembra para protegerla, pero se estresó enormemente. Asumió una actitud ambigua, como reza el refrán: «No quiero, no quiero, échamelo en el sombrero».

Comentan además que, durante la separación, el macho, como caballero medieval, golpeaba la cerca que lo distanciaba de su prometida. ¿Sadomasoquismo o idilio shakesperiano?

La literatura científica plantea que el ave más grande del mundo puede ser polígama o reproducirse también en condiciones de monogamia. Otra curiosidad asociada al amigo plumífero es que, durante el apareamiento, el macho se pone en cuclillas frente a la hembra, alza sus alas y las mueve ligeramente hacia adelante y hacia atrás.

Llama la atención también que los huevos de las avestruces midan unos 15 centímetros de largo, por 13 de ancho y normalmente pesen entre 1 200 y 1 800 gramos.

El huevo de esta especie es el más grande de todas las aves, pero el más pequeño en relación con el peso del animal. Para desmentir la creencia popular, se niega que estos animales escondan la cabeza en la arena, ni siquiera cuando cometen crímenes tan vergonzosos como el del zoológico espirituano. No obstante, se les cubre la cara con una funda para hacerlos más dóciles.

Entre marido y mujer nadie se debe meter, sin embargo, el mal carácter del ejemplar yayabero se nota no solo en la intimidad. ¿Frustración sexual? Cuentan que en una oportunidad se necesitaron tres hombres para separar al animal, mientras atacaba a uno de los empleados. Solo la cuidadora Magali Valdivia se atreve a limpiar su jaula.

Pero, para defender un poco la honrilla de los avestruces machos, debemos destacar que, a pesar de la mala leche, asumen completamente la construcción del nido familiar y participan en el proceso de incubación hasta la aparición de los polluelos.

Los representantes de la especie suelen vivir alrededor de 70 años. Por eso, tal vez para evitarle casi cien años de soledad, al ejemplar de Sancti Spíritus se le gestionan nuevas compañeras en la capital. Ojalá no se repita la trágica historia cuando lleguen las integrantes del harén, para desacreditar entonces a quienes pregonan: hay amores que merecen palos.

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