Más allá de la controvertida decisión de compartir el primer lugar en el Mundial de partidas rápidas, el evento auspiciado por la FIDE acaparó la atención planetaria. Autor: Chess.com Publicado: 04/01/2025 | 07:27 pm
Entre los hechos que mayor impacto mediático generaron en el ámbito deportivo durante 2024, se registró la ausencia del equipo Real Madrid a la ceremonia del Ballon d’or que cada año consagra a los mejores futbolistas y entrenadores. En efecto, luego de haberse filtrado los resultados de la votación de los corresponsales de la revista France Football, los directivos del equipo merengue desestimaron tomar el vuelo privado hacia la capital francesa, lo cual consternó a los millones de seguidores del club blanco, cuyo palmarés competitivo puede equipararse a las grandes franquicias del deporte mundial.
Aún con el prestigio ganado por el Real Madrid por su defensa de la caballerosidad deportiva y el juego limpio, el desplante protagonizado por su presidente en el Teatro de Châtelet generó un cuestionamiento casi unánime de la prensa internacional. Envuelta en otras pugnas de carácter extradeportivo, como la iniciativa de creación de un torneo paralelo a la UEFA Champions League o la denuncia de la sobrecarga del calendario competitivo a nivel de selecciones nacionales, la gestión deportiva y empresarial del club merengue demuestra cuán difícil resulta ser un referente para la comunidad futbolística planetaria.
Tal vez menos asociada al mundo de las polémicas públicas, los escándalos mediáticos o los escarnios personales entre directivos y atletas, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) no ha estado exenta de trifulcas personales y pugnas de intereses que han puesto en entredicho su divisa planetaria Gens una sumus (Somos una familia). Aun cuando prevalece la perspectiva admitida que en el ámbito de los trebejos todo es parsimonia, respeto y solemnidad —según aprecian los fanáticos que ingresan a una sala de juego—, el mundo de las 64 casillas ha tenido que afrontar no pocas conmociones internas que se asemejan al asedio de un rey que elude el ataque rival.
Convertida en un gran paradigma dentro del ámbito competitivo internacional por su transparencia financiera, su defensa de la paridad competitiva entre sexos y su respaldo a la consolidación de federaciones nacionales en regiones subdesarrolladas, la FIDE ha visto comprometido su prestigio y poder de convocatoria ante situaciones que han meritado los procedimientos más sutiles de las denominadas gestiones de crisis. Por este motivo, Jaque perpetuo profundizará en los incidentes más peliagudos que se han generado alrededor del más extendido y venerado deporte de la mente.
Candidatos bajo lupa
Con la celebración del Campeonato Mundial 1948, cuya sede compartieron las ciudades de La Haya y Moscú, se inauguró la secuencia de competiciones regidas por la FIDE para determinar quién era el mejor jugador del orbe. De esta manera se intentó dar fin a una serie de irregularidades que se habían registrado en estas lides inauguradas en 1886, en las que el vigente campeón imponía al retador una serie de condiciones onerosas. Aun cuando existió la buena voluntad por flexibilizar el derecho a contender a la supremacía de los trebejos —como defendía José Raúl Capablanca, quien contó con el beneplácito de la comunidad ajedrecística cuando dio a conocer en 1922 las Reglas de Londres—, se produjeron no pocos ardides legales y financieros que prácticamente cambiaron la aspiración de convertirse en campeón mundial en una meta inaccesible.
Aunque en teoría cualquier jugador podía acceder al Torneo de Candidatos donde se determinaba cuál ajedrecista disponía de mayores méritos para desafiar al vigente monarca, se debía transitar por una seguidilla de certámenes nacionales, zonales e interzonales. Con vistas a propiciar una representatividad geográfica se cometieron notables injusticias, como la de restringir la cantidad de jugadores de una misma nación, en detrimento casi exclusivo de la Unión Soviética. Tal vez esta circunstancia explique por qué el notable estratega Leonid Stein —triple campeón de la URSS y miembro del top 10 mundial durante una década— jamás accedió a la antesala del campeonato del orbe, ya que luego de obtener formidables desempeños en los interzonales Estocolmo 1961 y Ámsterdam 1964, debió transferir su plaza clasificatoria a aspirantes no soviéticos.
Aunque ningún miembro sensato de la comunidad ajedrecística puso en duda su descomunal talento, no dejó de resultar insólita la manera en la que Bobby Fischer consumó su asalto definitivo al trono universal del ajedrez: lo hizo ocupando la plaza de Pal Benko —el gran maestro húngaro radicado en Estados Unidos— para competir en el interzonal Palma de Mallorca 1970. En términos rigurosos, Fischer había escamoteado la oportunidad de contender en el ciclo del campeonato mundial 1969-1972 al no participar en el torneo nacional de EE. UU., pero la federación estadounidense admitió enviarlo a tierras baleares como «suplente» después de desembolsarle a Benko una generosa cifra de dólares.
Precisamente, con motivo del revuelo armado por Fischer luego de la supuesta colusión de los atletas clasificados a Curaçao 1962, la FIDE puso en práctica los matchs de candidatos en los que la designación del retador se alcanzaba por el sistema de eliminación directa/KO. Empleada con regularidad hasta la década de 1990, bajo esta modalidad se produjo el singular enfrentamiento entre Vassily Smyslov y Robert Hübner durante 1983 en la urbe austriaca de Velden. En dicho cotejo, la manera propuesta para deshacer el empate en el marcador luego de 14 partidas disputadas fue determinarlo mediante la ruleta, en un casino muy próximo al recinto de competencia. De esta manera, Smyslov gracias a su «suerte», y ya con el aval de haberse proclamado en campeón mundial en 1956, se convirtió en el contendiente más longevo a la corona mundial al clasificar con 63 años a la final de Candidatos Vilna 1984 frente a Garry Kasparov.
Flexibilidades en juego
Aunque Anatoly Karpov se convirtió en el duodécimo campeón de la historia sin tener que disputar el match pactado con Fischer en 1975 por desacuerdos entre el genial estadounidense y la FIDE, el propio jugador eslavo anheló durante años enfrentar al ajedrecista más cabal de su época. En efecto, este lamentable incidente que privó a millones de aficionados del juego ciencia de una de las contiendas por la supremacía universal de más difícil pronóstico, marcó un precedente nocivo entre el máximo ente de los trebejos planetarios y las futuras estrellas del deporte mental.
Una década más tarde Garry Kasparov, ya entronizado como campeón del orbe después de derrotar a Karpov en una enrevesada porfía —que incluyó un match abortado de cuatro meses y casi medio centenar de partidas en el que ninguno de los dos colosos pudo declararse vencedor—, comenzó a manifestar su animadversión por la FIDE; primero, promoviendo el circuito Grand Prix GMA que pretendía sustraer el interés de los miembros de la élite ajedrecística hacia las competencias FIDE a finales de la década de 1980 y, posteriormente, buscando incrementar la bolsa de premios, celebró el Campeonato Mundial 1993 de manera independiente, bajo los auspicios de «su» Federación, la Professional Chess Association. Si bien buena parte de la comunidad ajedrecística se movilizó para erradicar el mayor cisma de la historia del deporte —que devino un franco dolor de cabeza para federativos, periodistas, estadísticos, organizadores y sponsors—, el tan demandado Match de Reunificación no se produjo hasta Elista 2006, una vez que el polémico azerí se había retirado de la escena competitiva.
En fechas recientes Magnus Carlsen, el principal referente mediático y competitivo del juego ciencia, ha estado involucrado en no pocos incidentes que evidencian la relación contradictoria entre la estrella escandinava y la FIDE: entre ellos, el anuncio durante el Candidatos Madrid 2022 que solo enfrentaría a Alireza Firouzja, su retador «favorito»; la renuncia al título universal en 2023 por no admitir la FIDE las cadencias de juego propuestas por el noruego; la declinación de contender en el Candidatos Toronto 2024 luego de resultar vencedor de la Copa del Mundo, y la apuesta por la modalidad Freestyle Chess en detrimento del ajedrez clásico.
Durante el Mundial de Partidas Rápidas New York 2024, donde Carlsen infringió el código de vestimenta al portar unos pantalones jeans, el noruego amenazó con declararle la «guerra» a la Federación. Esta situación comprometedora para los trebejos planetarios fue resuelta gracias a la intervención de Arkady Dvorkovich, presidente de la FIDE, quien sin desconocer la importancia del reglamento competitivo —en el que se incluía lo referente al dress-code que tanta polémica desató—, admitió cuán importante era que el ajedrez se insuflara de los aires renovadores de la época presente. Así, tolerando el uso de ciertas «desviaciones elegantes», Dvorkovich aseguró la presencia de Magnus en el apartado de partidas blitz (relámpago), lo cual satisfizo las expectativas de aficionados, streamers y patrocinadores. Esta jugada maestra del presidente de la FIDE propició una de las escenas más divulgadas de los últimos años, en la que Carlsen y el maestro ruso Ian Nepomniachtchi, luego de disputar la séptima partida de desempate para definir la supremacía mundial en la modalidad blitz, acordaron compartir el premio en un genuino acto de caballeros.
Dotada de una habilidad negociadora curtida en la veleidosa realidad deportiva, geopolítica y socioeconómica, la actual directiva de la FIDE se ha propuesto expandir las buenas prácticas competitivas y pedagógicas del ajedrez a nivel planetario. Más allá del afán de protagonismo y exabruptos de sus principales exponentes, el juego ciencia ha demostrado con notable vigencia su plena capacidad para estimular, atraer y reconciliar.