Mijaín López, con su 5to. título olímpico, fue el punto más alto del deporte cubano en 2024. Autor: Ricardo López Hevia Publicado: 04/01/2025 | 07:42 pm
Con el empuje de los hombres inderrotables y el simbolismo que desprende su figura dentro de la lucha mundial, Mijaín López dejó en París sus zapatillas para siempre. Después del quinto título bajo los cinco aros en la Ciudad Luz, ya no existe otra meta posible sobre los colchones que lo aclamen. Mijaín derrotó a todos en los pasados Juegos Olímpicos, y para suerte nuestra llegó a la cumbre selecta donde están solo los atletas «elegidos» de la historia.
No existe otro hecho más relevante y excepcional para el deporte cubano y el olimpismo que ese: el quinto oro de Mijaín López. El Gigante de Herradura dosificó bien sus fuerzas durante todo un ciclo para concretar la hazaña y, junto al entrenador Raúl Trujillo, pudo hacer realidad también el sueño de todo un pueblo. No se trata solo del resultado del año, sino de que lo clasificaría como el suceso indiscutible del deporte antillano en lo que va de siglo.
En la misma jornada en que Mijaín tocaba la puerta de las leyendas en París, otra mujer cubana hacía historia en la lucha libre femenina en los Juegos Olímpicos. Al colgarse la presea de plata en la división de 50 kilogramos, Yusneylis «la Chiqui» Guzmán se convertía en la primera fémina medallista a este nivel.
A este par de hazañas se sumaron las medallas bronceadas en París de Milaimys Marín, Gabriel Rosillo y Luis Alberto Orta. Nuevamente, la lucha cubana fue el motor que encaminó hacia puerto seguro a la delegación antillana en los pasados Juegos Olímpicos. De las nueve preseas conquistadas en la capital francesa, cinco correspondieron a los gladiadores.
Sin duda, se trata del deporte con mejores resultados en el año que culmina. En un tiempo en el que vivimos retrocesos sostenidos en varias de nuestras principales disciplinas, la lucha ha sabido mantenerse en la élite mundial con pasos sólidos.
Claro, es justo reconocer que cuando nos referimos a la élite hablamos de la modalidad grecorromana y la libre en el caso de la femenina, pues la libre masculina sí dista de los resultados y el potencial.
Algunas personas opinan que los gladiadores le «robaron» ahora el protagonismo al buque insignia del deporte cubano: el boxeo. Y hasta cierto punto tienen razón, aunque lo más relevante siempre será el aporte a las cuatro letras, a Cuba.
En 2024, si miramos a fondo, se concretó una tendencia que ya venía formándose a todos los niveles: por un lado la lucha afianzó su dominio y, por el otro, el pugilismo sigue cediendo espacio en el escenario olímpico.
Solo Erislandy Álvarez pudo subir a lo más alto en París, mientras que Arlen López quedó anclado en el tercer puesto de los 80 kilogramos. Tal vez para cualquier otra disciplina ese resultado sea excelente, pero bien sabemos que dos medallas en el Olimpo, y una sola final con sabor cubano, resulta muy insuficiente para el deporte que ha sido motor y guía con sus 42 títulos en la historia de las citas bajo los cinco aros.
En momentos en que se aceleran los pasos dentro del profesionalismo, y donde los nuestros han hecho su entrada de forma implacable, parece que perdemos terreno en otras instancias continentales y mundiales. Los espacios competitivos que nacen son bienvenidos, sobre todo, pensando en una progresiva y necesaria renovación de la escuadra cubana, pero los retos tendrán que asumirse de forma coherente. Reinventarse es una palabra de orden para el boxeo.
Pese a los cortos resultados que deparó el 2024 para los pugilistas antillanos en la Ciudad Luz, la escuela cubana está en pie, y el talento es algo innato que sigue presente en los barrios.
Una realidad muy distinta se observa en el judo, otro de los deportes que históricamente forma parte del sostén de Cuba en Juegos Olímpicos. Tal vez sea una de las disciplinas que más compite en eventos mundiales durante casi todo el año; pero contradictoriamente su rendimiento ha ido a menos, sin deslumbrarse a corto plazo nuevos bríos.
En París, por ejemplo, se fueron en blanco. Apenas el matancero Andy Granda resultó el mejor ubicado con un quinto puesto en la división de más de 100 kilogramos. Allí también dijo adiós al deporte activo una de nuestras leyendas: Idalys Ortiz.
El judo tiene ahora mismo huecos y vacíos importantes porque, como cada área de la sociedad, no escapa del fenómeno migratorio. A ello se suman ineficiencias y carencias en el trabajo en la base que llegan a reflejarse en el relevo de la selección nacional. Es un problema serio que no solo engloba al judo, sino a la mayoría de las disciplinas.
Ciertamente, contra viento y marea el país ha intentado mantener la mayor cantidad de competiciones nacionales posibles en las categorías inferiores (juegos escolares y juveniles), pese a la difícil situación que atravesamos, pero también resulta real que se han perdido eslabones esenciales en esa pirámide de crecimiento.
Tres ejemplos promisorios
Uno de los deportes que sí viene realizando un trabajo serio de captación y desarrollo es el Béisbol 5. Los resultados en el año que recién concluyó hablan por sí solos. Estos muchachos se mantuvieron inamovibles en la cima planetaria como reyes absolutos de un deporte nacido en nuestros barrios, luego de ganar de forma contundente la Copa Mundial disputada en Hong Kong.
Y si de estabilidad en el trabajo y buen rendimiento dentro de la élite se trata, la dupla de voleibol de playa compuesta por Noslen Díaz y Jorge Alayo tuvo un 2024 de excelencia que les valió para entrar al grupo selecto de lo que más vale y brilla de la competición sobre arena.
Aunque finalizaron en el noveno puesto en los Juegos Olímpicos, ambos cautivaron al público parisino con demostraciones convincentes en la fase de grupos, mientras que únicamente cedieron en un duelo de rompecorazones durante la instancia de octavos de final frente a la pareja de Suecia número uno del ranking, y a la postre campeona olímpica.
En total, los antillanos disputaron siete torneos entre los circuitos más relevantes, con avances a cinco semifinales y la conquista de tres medallas de plata y una de bronce. Además, incursionaron como invitados en la Súper Copa de Rusia, y se llevaron el título en la fase celebrada en la urbe de Kazán.
Con estos éxitos, Noslen y Alayo cerraron el año en el top 10 de las mejores duplas del mundo. En lo personal, estoy convencido de que el futuro sobre las arenas le pertenece a este par de jóvenes talentosos.
Deudas en los colectivos
Sin embargo, como generalidad, en los deportes colectivos todavía no se ve la luz al final del túnel. Por segundo ciclo consecutivo ningún equipo logró clasificar a la tierra olímpica, un triste panorama que confirma el rezago y lo lejos que han quedado de la historia edificada en décadas pasadas.
Para una muestra tenemos al béisbol, nuestro pasatiempo nacional, que si bien no estaba contemplado en el cronograma de París, este año terminó anclando en la peor posición en un evento mundial: onceno puesto en el Premier 12. De ese resultado y sus causas ya hemos escrito bastante en estas páginas; pero lo cierto es que el presente de la pelota demanda cambios, nuevos métodos y transformaciones urgentes.
Actualizaciones y modernización técnico-táctica pide a gritos el deporte de la malla alta en Cuba, talento y jugadores sólidos tenemos en casi todas las posiciones en el caso del voleibol masculino.
Lo cierto es que acaba de cerrar un año con luces y sombras para el movimiento deportivo cubano. El 2025 y el ciclo olímpico que recién inician demandan retos superiores, exigentes, difíciles, porque las grietas son grandes entre la base y la pirámide y hasta en nuestras selecciones nacionales.
Recordemos que en este cuatrienio ya no contaremos con las grandes luminarias: Mijaín, Idalys, Julio César La Cruz y otras. Por tanto, corresponde al relevo, a los jóvenes, tomar la palabra en los grandes eventos, pero a ese talento habrá que ayudarlo y guiarlo de la mejor manera.
El béisbol quedó nuevamente muy por debajo de los pronósticos en el pasado año. Foto: Roberto Morejón Rodríguez