Cada quien busca su manera de manejar las diferencias, decepciones y sinsabores
P.D.: Hace tres meses, el padre de mi niña decidió irse de la casa después de una discusión. Ahora está arrepentido y es un modelo; pero yo sé que es hasta que vuelva con él. Luego retornan los mismos errores cotidianos. Por otro lado, hay un muchacho que me corteja y me interesa una aventura con él. Nada estable. Tengo 35 años.
Más allá de la relación con el esposo y padre de la hija, está presente este deseo de aventura que hoy toma el rostro del joven pretendiente. Está bien reconocerlo, sin degradar las virtudes del matrimonio. Se pudiera tener el mismo deseo, aunque la cotidianidad marche bien.
Es cierto que no hay relación estable sin esa cuota de malestar que llamas errores cotidianos. No hay nadie a la medida de nuestros sueños. La estabilidad permite constatar esa parte que no engrana con los otros y llamamos defectos, rutina, desencuentros. Cada quien busca su manera de manejar las diferencias, decepciones y sinsabores.
Las parejas capaces de mantenerse juntas encuentran sus modos de afrontar ese malestar cotidiano. No se trata de resignación, sufrimiento, resentimientos o de ir más allá de tus límites. Hay momentos en que es preciso decir no porque se pierde el sabor de la vida en ese vínculo. Esas decisiones son muy íntimas y en ocasiones se requiere conversar con un profesional o un amigo para escuchar la voz que nos habita y queda a menudo en silencio.
¿Cómo dar lugar al deseo extra? ¿Es posible incluirlo en la rutinaria estabilidad? ¿Qué se podría perder en esa cuota de aventura? ¿Cómo manejar ese sabor a aventura? Todas estas preguntas van al camino de lo posible, y aunque no todo lo puedas lograr, hay maneras de decidir.