Tomar decisiones es difícil porque implica cambios, riesgos y pérdidas
P. M. Cuando nos conocimos, creíamos que todo sería pasajero y nos gustó la idea. Fue una coyuntura en la que nuestras vidas reales quedaron suspendidas. Era imposible pensar a largo plazo por exigencias cotidianas y nos entregamos sin reparo a la aventura. Ahora que todo acabó, extraño demasiado. Sigo con mi vida como debo, pero estoy valorando dejarlo todo y entregarme de lleno a una locura. Me siento en una encrucijada casi sin sentido.
Usualmente tenemos la impresión de que podemos controlar nuestra mente o sentimientos, pero no es así; solo podemos asumir una postura ante ellos: aceptarlos y actuar, o no: rechazarlos, desplazarlos por actividades más o menos sublimes… pero ahí estarán. Cuando nuestras defensas disminuyen y nos entregamos a esa experiencia, creamos condiciones para que aflore la pasión. Pero no se vive eternamente una aventura coyuntural.
Tomar decisiones es difícil porque implica cambios, riesgos y pérdidas. De alejar lo ocurrido, deberá asumir el dolor de no saber si pudo pertenecer a su vida. Si abandona su cotidianidad, podría perder estabilidad, y algo más, sin garantía de progreso hacia un vínculo de pareja estable.
En cualquier caso, experimentará un proceso de estabilización, pues las separaciones y los rencuentros tienen un tiempo para establecerse. Cada cual a su ritmo hace lo que necesita para aceptar las consecuencias.
No hay vida modelo o ideal. No todo es posible. La encrucijada de hoy es una buena oportunidad para revisar su experiencia, ver dónde necesitó suspender su cotidianidad.