I.C.: Creo en el principio de casarme sin tener sexo. Quisiera casarme con una virgen como yo, pero me voy quedando atrás. Nadie me acepta y no puedo obligar a que me amen. He tratado incluso con muchachas con experiencia, pero me rechazan.
Cada persona encuentra el amor a su tiempo, a su modo. Es cierto que no puedes obligar a que te amen, pero si podrías intentar establecer una relación que tal vez pueda devenir amorosa.
Cuando se aspira a una relación de pareja se tejen lazos afectivos, hay complicidades, atracción. Antes de comprometerse hay conversaciones, sueños compartidos, placeres, deseos, acercamiento, acuerdos, compromisos... Cada pareja decide cómo llevar a cabo este proceso inicial. Tal vez, antes de proponer matrimonio, puedas intentar un acercamiento que despierte deseo, confianza y compromiso.
Vale advertir que no siempre el amor aparece allí donde lo esperamos. Pudiera sorprender la persona menos imaginada despertando deseo, confianza, alegría, amor. En esos casos, se precisa cierta flexibilidad para reconciliar el ideal con hechos divergentes. Son muchas las parejas que nacen así y tienen el coraje de continuar.
Casarse virgen y respetar determinados preceptos, entre otros requisitos, es posible. En otros momentos de la historia, e incluso en determinadas culturas actuales, es posible pensar en el matrimonio buscando ciertos rasgos ideales. Asociar rasgos a deseo, complicidad, compromiso afectivo, pasión, podría hacer del matrimonio una experiencia vital que luego ayude a superar las crisis o fallas que todo vínculo conlleva.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica.