Tenía 18 años y todavía no había perdido la virginidad porque soñaba con un príncipe azul
M.D. Cuando era adolescente temía tener novios. Mis amigas y mi familia me criticaban porque tenía 18 años y todavía no había perdido la virginidad. Soñaba con un príncipe azul, con quien me sintiera bien para perder esa cosa tan preciada que muchas no valoran. Cuando por fin encuentro al muchacho adecuado, me traiciona. Decidí no creer más en el amor. Estaba afectada emocionalmente y por embullo de mis amistades en una fiesta pierdo la virginidad bajo el efecto del alcohol, pero el muchacho no me gusta para nada. Ahora no sé qué hacer. Me siento sucia y he atentado contra mi vida. No tengo deseos de nada. Tengo 19 años.
Debes conversar más de este asunto con un profesional para comprender mejor tus actos e intentar más acciones a favor de tu vida. Estas líneas solo pretenden iniciar una reflexión que deberás compartir con alguien capaz de acompañarte. Ya ves que la vida no es tan simple como ir al extremo del ideal o renunciar; algo tendrás que defender, así como deberás aceptar cuando fracasa en la práctica. Es esa paradoja la que te invita hoy a nuevas oportunidades e invenciones.
Eres más que ese himen perdido, ese mito del príncipe que inmoviliza y te sitúa al borde de cualquier decepción. Tal vez necesitaste del calor de las circunstancias, el deseo de un hombre y algo de ebriedad para permitirte romper con esa exigencia mítica, tan decepcionante en la práctica.
Al interpretar ese tránsito suponemos la existencia de un deseo de algo que no sea ni tan sublime, ni tan pedestre, para que movilice tu deseo hacia una posible realización con un hombre que sin estar en los extremos azules de tu sueño, te permita soñar y poner en actos tu deseo de amar.