J.U.: Mantengo una relación con un hombre a quien no quiero perder. Me ayuda económicamente, pero es casado y no tiene intenciones de vivir conmigo a pesar de los años que hemos durado juntos. Dice que no es necesario porque nos vemos casi todos los días, soy la que le gusta y por su mujer solo siente lástima; se mantiene a su lado por los hijos. A esta situación se viene agregando que mi hija ya es una jovencita y los vecinos comentan que tiene una relación muy amigable con ella cuando yo no estoy. Él lo niega y refiere que quiere a mi hija como a la suya. Esta situación me tiene mal porque no quiero dejarlo.
Ante la duda, me atrevo a sugerir que circunscriba las visitas de él a los momentos en que usted esté presente. Él no tendría que visitar a su hija en su ausencia. Si usted es capaz de poner límites precisos a esta situación, podrá continuar con ese hombre sin tanto malestar. Para ello deberá analizar cuánto está dispuesta a cederle a cambio de los beneficios que esta relación le proporciona.
Con su ayuda económica él paga por darse un gusto y usted obtiene beneficios que la complacen. Él pone los límites de la situación cuando se mantiene con su familia y no viene a formar un hogar con usted y esa jovencita que dice querer como si fuera (y no es) su hija.
Usted ha destacado esos términos del discurso en el mensaje que nos escribió. Ello hace suponer que está advertida de las cláusulas de este contrato que mantiene durante años sin querer dejarlo. La relación amistosa con su hija no parece formar parte del trato. Baste la duda para exigir que la relación siga siendo solo con usted como la mujer que le gusta. Para mantener el vínculo deberá poner nuevos límites que protejan la familia que usted ha construido.