M. G.: Soy un hombre divorciado, pero hace nueve meses comencé una relación con una muchacha 19 años menor, y a pesar de la gran diferencia de edad todo fluye bien, excelente diría yo. Pese a ello todos me dicen que los años, como la vida, pasan factura y aunque hoy no se eche a ver esa diferencia, no debo trazar planes a largo plazo. Aunque mi condición favorece que parezca más joven, esos «consejos» de amigos y conocidos en momentos de reflexión me bajan de la nube en la que floto en mi vida. ¿Qué hacer? Tengo 36 y ella 17.
Ese volar en nubes es uno de los indicadores de que está aconteciendo el buen encuentro. Con independencia de la edad, los enamorados encuentran contingencias que los llevan a aterrizar en el pozo de la decepción. Son muchas más las diferencias que se echarán a ver, como suele ocurrir en las relaciones que superan los escollos del tiempo. Ya tendrán que decidir si persisten en su elección o claudican.
Se ha divorciado antes y sabrá que algunos planes se realizan y otros no. Asimismo habrá podido constatar que lo mejor de los proyectos es la manera de vivirlos en el presente.
Ahora es el instante de volar. Seguramente son muchas las reflexiones posibles que le permitirían comprender la experiencia que hoy vive. De nada sirve anticipar un futuro paralizante que ni siquiera se asoma en el horizonte.
Sus amigos no pueden comprender lo que usted experimenta, porque no lo viven. No parece haber mejor consejo que el inspirado por su situación y sus vivencias. ¿Acaso en verdad quiere detener su vuelo de manera anticipada? ¿De qué le sirve esta «reflexión»? ¿Hay algo de lo que vive que le incomoda?