L.E.: Tengo una relación con mi novia de cinco años felices. Por problemas de la vida solo dormimos juntos los fines de semana. El momento más esperado por mí en la semana es el de la intimidad con ella. Pero cuando trato de comenzar con caricias y besos, siempre esta fría, nunca me sigue el juego y me da de lado o me dice que está cansada. El día siguiente casi que tengo que obligarla porque no quiere. A veces eyaculo precozmente, no sé si por el deseo que tengo de estar con ella. Siempre me entiende. Ella no era así. Yo realmente me siento mal por eso, la quiero mucho y no quisiera separarme, pero me duele. ¿Qué pudiera yo hacer, qué consejo me daría?
Evitar repetir una vez más lo mismo que ya dejó de funcionar, sería el primer paso. Ella desea algo diferente, tanto como tú que ya sientes dolor. No se trata de amarse porque es lo que toca. Habrá que invertir más tiempo en el reencuentro, la seducción y sobre todo en el cuestionamiento de qué puede significar cada rechazo o final apresurado. Nuestros comportamientos, incluso los fallidos, representan parte de nuestro ser. ¿De qué se trata entonces este desencuentro de los últimos tiempos?
La separación no es la única posibilidad, pero es preciso interrumpir esa rutina no deseada, impuesta por los problemas de la vida. Tu insistencia se asocia a la caída del deseo en ella. Pareciera que evita los besos y caricias programados para fines de semana, que además pueden terminar precoz e insatisfactoriamente.
Como bien dices, algo cambió en algún momento, a partir del cual ella consiente en compartir fines de semana pero resistiéndose a una intimidad que no disfruta. ¿Qué los une hoy? ¿Qué los separa? ¿Qué podrían crear para sujetar lo sensual a todo lo otro que hoy enlazan?
Mariela Rodríguez Méndez. Máster en Psicología Clínica y psicoanalista