A. M.: Hace un año estoy con un muchacho que amo demasiado y sobreprotejo mucho porque no quiero perderlo, ni que se pierda en cosas que no dan nada. Hace tiempo lo conozco. Habíamos sido novios cuando yo tenía 13 años. En aquel tiempo éramos muchachos, pero hoy ya sabemos lo que queremos. Me he quitado mis cosas y se las he dado a él para ver si así se da cuenta de lo que soy capaz, pero no reconoce nada. Estoy cansada de dar flores y que me den a cambio espinas. Cuando me disgusto, se pone bravo y tengo que buscarlo yo, porque no es capaz de reconocer sus errores. Tiene 28 años y yo 24.
Das flores y recibes espinas, sin impedir que te mantengas en el mismo lugar a pesar del cansancio. De modo que se trata de reconocer tus razones para esa sacrificada posición de mártir, queriendo evitar perder a alguien que no muestra el interés esperado. De hecho, la misma relación que tanto te cansa se mantiene gracias a tu insistencia en buscar, proteger y dar.
No es raro que algunas mujeres se entreguen más allá de los límites que la lógica común podría estipular. Algunos teóricos del psicoanálisis reconocen en este «exceso de amor» una manera de buscar el propio reconocimiento a través de la pareja, de crearse un lugar exclusivo en el otro al darle el privilegio de «único amor», una estrategia para mantener vivo el deseo y la satisfacción personal. Es una opción legítima si se asume que es así.
Aunque parezca que es a él, en realidad es cierta satisfacción personal que quieres proteger y buscar incluso cuando lo das todo. Sin embargo, al lado del amor también sientes cansancio. ¿Desde cuándo estás cansada de dejarte herir por sus espinas? ¿Qué te cansó después de un año de soportar el mismo estilo de él? ¿Qué te mantiene a su lado hoy? Son preguntas que podrían ayudar, aunque muchas veces se requiere también el apoyo de un especialista.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica y psicoanalista