En pleno siglo XXI, la opinión de los padres sigue siendo determinante en la elección de adolescentes y jóvenes a la hora de buscar una pareja
Exergo: Fui nuera y nunca tuve buena suegra. Fui suegra y nunca tuve buena nuera, refrán popular
A pesar de vivir en pleno siglo XXI, la opinión de los padres sigue siendo determinante en la elección de adolescentes y jóvenes a la hora de buscar una pareja, pues si la madre o el padre no están de acuerdo con la persona escogida, tarde o temprano se perjudicará la relación.
La intromisión de los suegros en la cotidianidad de ese vínculo es tema preocupante para quienes se enfrentan al desafío amoroso en estos tiempos; por eso muchos se esfuerzan cuando van a encontrarse por primera vez con las figuras paternas de su pareja, y hasta consultan guías digitales para hacerlo, conscientes de lo delicado que sería no «clasificar» desde el principio.
A propósito del tema realizamos a inicios de mes un sondeo en la Residencia Estudiantil Universitaria Lázaro Cuevas (F y 3ra), donde muchachas heterosexuales declararon sentir más temor a la hora de conocer a sus suegras, porque la mayoría de las veces estas tienden a ser sobreprotectoras con sus hijos varones, mientras que los chicos afirmaron sentirse predispuestos con el suegro, figura masculina que generalmente siente mayor apego hacia la hija y puede mostrar cierta hostilidad, que a veces inspira miedo.
A la larga, entablar ese primer diálogo puede beneficiar el mutuo conocimiento, pero también perjudicar el noviazgo. Por eso las nueras intentan vestirse lo mejor posible para agradar a las madres y los aspirantes a yernos se esfuerzan por ser educados para simpatizarle a la figura paterna.
Tal como hay padres y madres tóxicas, existen suegros y suegras de igual clasificación, incluso sin que coincidan ambas cualidades. Pero también hay yernos y nueras que se las traen, y esa creencia de que las suegras son siempre causantes de los problemas en ocasiones es muy falsa, pues no pocas veces quienes desencadenan el conflicto con la llamada familia política son los «agregados», cuando muestran una gran dosis de desconsideración hacia esos adultos y hacia la propia pareja, que se ve atrapada entre las personas que aman y quisieran vivir pendientes de conciliar los intereses de ambos extremos.
María, vecina del municipio capitalino de Plaza de la Revolución, cuenta que conoce una familia donde la señora mayor es quien hace todo en la casa: Su hijo trabaja en la calle y quiere que todo esté hecho cuando llegue, pero su mujer pasa todo el día frente al televisor mientras la suegra se encarga de las tareas del hogar. ¿Es acaso justo?
Por otro lado, Esperanza, ciudadana del municipio de La Lisa, afirma que no le gusta la idea de ver a su hijo «con cualquier mujer», y no confía en sus elecciones: «Muy pocas veces me agradan mis nueras. Todas han querido aprovecharse de mi hijo. En una ocasión una le dio a elegir entre ella o yo, y por supuesto que él supo priorizar mi amor de madre, que es el más sincero», cuenta acalorada, pero… ¿qué diría la otra versión de la historia?
En su caso, como muchas veces, los celos son reales causantes de la discordia. Finalmente confiesa que le preocupa perder supremacía con el que para siempre quisiera ver como «su bebé», y le es difícil aceptar que esa nueva «integrante» será el centro de atención de la familia, y además compartirá espacios con su hijo en los que ella tiene vetada la intromisión, no solo los sexuales, sino también los afectivos.
Otras veces sucede que uno de los integrantes de la dupla se preocupa más por contentar a sus suegros que a la propia pareja, y por temor a perder la relación bajo la influencia de los suegros termina debilitando su vínculo emocional o acaba con este definitivamente.
«Desde que llevé a mi novio a mi casa ha cambiado completamente: ahora quiere ir todos los días, habla más con mi mamá que conmigo y constantemente le está haciendo regalos. Al principio no me molestaba tanto, pero ahora veo que solo lo hace para agradarle», cuenta una estudiante de la citada beca universitaria.
La clave para que todo fluya y la familia conviva feliz es saber balancear el amor, hacia la pareja y hacia los adultos significativos de ambos. También es importante no comparar ambas familias y, si desgraciadamente existe una mala relación con los suegros, mantenerse lo más alejado posible de quien crea ese «ruido» o intentar solucionar el problema por otras vías sin quejarse constantemente, según recomienda el libro S.O.S, hij@s al ataque, de los españoles Alejandra Ruíz y Juan González.
También los padres deberían aprender a no entrometerse en la vida amorosa de su prole cuando ya tengan edad para tomar sus propias decisiones, y aceptar de una vez por todas que cuando llega otra persona a su mundo, esta merece un espacio de respeto, dentro de la familia y en sus corazones.
Quienes lo asumen como un crecimiento de la familia, ayudan tanto a la relación parental como al bienestar sentimental de sus jóvenes. Como bien se enseña en las jornadas de maternidad y paternidad responsable que impulsa el Cenesex, el amor maduro hacia los descendientes es el que sabe darles espacio y les permite ser felices con las personas que elijan, las crean correctas o no, porque es su propia experiencia quien afinará ese discernimiento.