El Tao invita a buscar lo esencial, no lo aparente o fatuo. Ese es el camino para una longevidad con salud, bienestar espiritual y sabiduría. Por eso ve el sexo como un sistema que no puede separarse del amor a la pareja o al menos a lo que esta representa: esa armonía e integración natural de lo que cada quien tiene de yin (principio femenino) y de yang (principio masculino)
El primer paso siempre cuesta.
Proverbio chino
Un grupo de adolescentes de Mayabeque nos contactó esta semana, interesados en saber si en verdad la filosofía china enseña a no eyacular para vivir más años y disfrutar de más mujeres en poco tiempo.
Esa es una aseveración muy superficial, pero en parte tienen razón: el Tao (que significa todo unificado) es un sistema de pensamiento muy antiguo que diserta sobre un sinfín de dimensiones de la vida humana en armonía con la Naturaleza, incluida la práctica y comprensión de la sexualidad.
Uno de sus preceptos más divulgados (y discutidos) en el mundo occidental es el que sugiere al hombre derramar con prudencia el semen, pura materialización de su energía vital. La fórmula taoísta es simple: si tienes 20 años, eyacula cada dos días; si tienes 30, cada tres; cuatro días para 40 y cinco para 50. A partir de 60 se suman los plazos anteriores y eso da 14 días: solo dos veces al mes.
Para asumir las ventajas de esta enseñanza hay que ahondar en su interpretación: aunque no eyacule, el hombre puede tener orgasmos secos y propiciar el clímax de su pareja, así ambos disfrutan y el hombre toma energía de la mujer.
El libro más conocido sobre esta temática, aunque no el único, es el Tao te King, escrito por el sabio Lao Tsé. Dos de sus conceptos llaman especialmente la atención: el «hacer no haciendo», referido a la alternancia de los roles activo y pasivo en la pareja sexual, y el cultivo de la paciencia y la exquisitez, porque «saber esperar no es esperar sin saber».
El Tao invita a buscar lo esencial, no lo aparente o fatuo. Ese es el camino para una longevidad con salud, bienestar espiritual y sabiduría. Por eso ve el sexo como un sistema que no puede separarse del amor a la pareja o al menos a lo que esta representa: esa armonía e integración natural de lo que cada quien tiene de yin (principio femenino) y de yang (principio masculino).
En esa plenitud está la creación, el aprendizaje y el placer de tener mente, además de cuerpo, como otros seres vivos, y por tanto la meta máxima de sus practicantes no es soltarlo todo, sino conquistar el autocontrol.
Según un texto de Su Un Jung, registrado en el siglo VI a.n.e., el hombre que no «desperdicia» su esencia tiene más aguzados los sentidos y puede prolongar de forma indefinida el placer, con las debidas pausas para que la pareja florezca. Solo necesita ejercitar una respiración profunda y completa, mantener una alimentación adecuada a su constitución y no ir al coito a buscar superioridad, sino intercambio y deleite.
Esos textos remarcan los beneficios fisiológicos de practicar la cópula, además de aprender a dar y recibir caricias, masajes y otros modos de vivir la sexualidad, entre ellos el balancear la energía vital o Chi, tonificar órganos internos, reforzar los huesos, regular el pulso, nutrir la sangre, incrementar los líquidos corporales y armonizar el cuerpo.
No hay más misterios: solo ir sin miedo, libre de apuros y evitar la intemperancia perniciosa a la salud, como dejarse llevar por la lujuria, eyacular como manía, no descansar después del coito, practicarlo sin deseo o hacerlo con apuro o en condiciones no higiénicas.
Todo eso obstruye y debilita el cuerpo. Por eso el Tao recomienda ir despacio, deleitarse en el reconocimiento mutuo, jugar con los genitales y toda la piel delicadamente, rozar el pecho, el rostro, los labios… y ya en pleno acto, aplicar maniobras y posturas dilatorias que permitan el equilibrio entre no eyacular y no aburrir o dañar.
Con su tradicional lenguaje artístico, estos sabios ensalzan la experticia de respirar en pareja enfocados en una fantasía erótica, pintarse mutuamente el cuerpo, disfrutar tanto la desnudez como la oscuridad máxima, dormir en un abrazo, rozarse levemente en la calle, compartir el baño… y, además, enseñan técnicas de autocontrol como el conteo que alterna penetraciones suaves y superficiales con otras profundas y rápidas en proporción decreciente; la relajación, el dejarse hacer y los ejercicios para estirar los genitales y tonificar el suelo pélvico alrededor del «tallo de Jade».
Para lograr intimidad antes del coito, enseñan a copiar el lenguaje corporal del otro, y una vez terminado el encuentro físico, mantener un silencio solemne mirándose a los ojos para transmitir cómo se sienten y entregar o recibir la energía sexual armoniosamente.
En cuanto a posturas para hacer el amor, el Tao sugiere nueve principales, con sus posibles variantes, asociadas a las habilidades de varios animales sagrados: el dragón vuela, el tigre camina, el mono lucha, la cigarra cuelga, la tortuga sube, el fénix remonta vuelo, el conejo lame su pelo, los peces mueven escamas contra escamas y las cigüeñas entrelazan sus cuellos. ¿Te animas a investigar en qué consiste cada una de ellas?