«De la estrategia cubana sobre diversidad sexual, única en el mundo, muchos países, incluso desarrollados, podrían aprender», afirma la investigadora canadiense Emily Kirk, autora del primer libro extranjero sobre el abordaje oficial de ese tema en el país
Aunque no forma parte de los libros que se presentan por estos días en La Cabaña, el debut de un texto sobre la realidad cubana es noticia en los medios internacionales.
Se trata de la primera visión desde el extranjero del programa cubano para normalizar la diversidad sexual basado en salud: Cuba’s gay Revolution: normalizing sexual diversity through a health-based approach fue editado por la casa Lexington Books, de Estados Unidos, tras dos años de persistente esfuerzo de su autora, la canadiense Emily Kirk, Doctora en Ciencias en Estudios Latinoamericanos y experta en temas de desarrollo global.
Ella decidió publicar primero los resultados de su investigación de campo en la plaza editorial más difícil del mundo, no tanto por lo polémico de la cuestión sexual, como por la suspicacia que en ese país levanta cualquier defensa científica de los logros sociales de la Cuba revolucionaria.
Este año el libro se imprimirá en el Reino Unido y Canadá y se presentará en España. Ya fue traducido al idioma turco y una editorial cubana se ofreció para llevarlo al español. Mientras tanto, un ejemplar de la obra estará disponible en el centro de documentación del Cenesex, por cortesía de Kirk.
Más allá de su publicitada novedad como primer acercamiento a la visión oficial cubana sobre este asunto, el texto es una herramienta de trabajo para el equipo multidisciplinario que examina la implementación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en Brasil, Fiji, Ecuador, India, Sudáfrica y Cuba.
Como experta internacional en programas de salud, ella recalca virtudes de una estrategia que para nuestra población es casi invisible por su cotidiana obviedad. Su criterio es concluyente: el tratamiento cubano a la diversidad sexual es una experiencia única y muy especial en el mundo, y muchos países, incluso desarrollados, podrían aprender de ella para avanzar en la solución de problemas que acumulan siglos de desigualdad.
«Ustedes no lo tienen todo resuelto, hay mucho que ganar aún en materia de leyes, conductas, estereotipos machistas..., pero es impresionante cómo han logrado centrar sus acciones en el valor incuestionable de la salud del ser humano, su bienestar físico y emocional, más allá de la interpretación subjetiva de lo que es un derecho sexual o cómo se ejercen, que es el enfoque más frecuente con que trabajan otros países», explicó la doctora Kirk en entrevista exclusiva para Sexo sentido.
La elección del título de su obra ciertamente responde a una estrategia publicitaria, dijo Emily, sonriente. La Revolución Cubana es muy conocida y atrae mucho interés. Parte de esa admiración se debe a la obsesión del Gobierno por la salud del pueblo y a sus sinceros esfuerzos por llevar esos cuidados a otras partes del mundo, aseveró.
Comenzó en 2008 su investigación sobre la vocación salubrista cubana, y a partir de 2011 se enfocó en la sistematización del tratamiento a la diversidad sexual, pero conoce la Isla desde niña porque solía acompañar a su padre, el doctor John Kirk, cuyo amor por la historia de Cuba honra hoy con este libro.
En los últimos diez años ha podido constatar la evolución del país respecto a estos temas y admira mucho lo logrado por el Cenesex, la Federación de Mujeres Cubanas y otras instituciones cubanas pero sobre todo, el cambio de mentalidad que ya se palpa en la calle.
También considera que tenemos grandes ventajas en relación con otros países del área en materia de leyes a favor de la familia y los derechos individuales, y afirma que nuestra sociedad sí está preparada para actualizar sus códigos en función de lo incorporado popularmente como conocimiento, sentimiento y conducta social.
Con entusiasmo asevera que sus estudios sobre la realidad criolla no terminan aquí. El libro es un balance entre 1959 y 2014, pero Cuba sigue evolucionando y ella ansía observar ese proceso y compartir sus logros con otras naciones adonde también la llevan sus tareas académicas y su vocación humanista.
«En todos los países este es un problema a encarar. En mi ciudad comenzaron las marchas por la diversidad hace 25 años y la primera vez participaron unas cien personas (entre las que se incluía mi familia); sin embargo, en 2016 marcharon 100 000, la cuarta parte de toda la población».