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Edad sin inocencia

Cuando se inicia la vida sexual activa en la adolescencia hay mayor riesgo de contraer una infección de transmisión sexual (ITS), incluso desde la primera relación erótica. Un elemento clave a manejar es que las ITS no se transmiten solo con penetración vaginal o anal

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Carreteras rectas no hacen conductores hábiles. Paulo Coelho

Cuando se inicia la vida sexual activa en la adolescencia hay mayor riesgo de contraer una infección de transmisión sexual (ITS) incluso desde la primera relación erótica, a menos que sea también el debut de la pareja.

En la literatura médica y las campañas de salud se emplea ITS o ETS (infección en un caso y enfermedad en el otro), pero hay una diferencia conceptual: mientras el segundo término contempla a individuos con síntomas de la patología, el primero se extiende a quienes aún sin sufrir de forma evidente portan el agente infeccioso (virus, hongo o bacteria) y pueden pasarlo a otras personas mediante las relaciones sexuales.

Esta amplitud es importante a la hora de trabajar con los llamados grupos de riesgo: segmentos de población en que individuos sanos son parejas potenciales de portadores de ITS. Hacia estos grupos, cuyo elemento aglutinador puede ser la edad, los gustos o el ambiente de convivencia, se dirigen mensajes específicos para crear conciencia sobre su vulnerabilidad y propiciar que se protejan de sus contactos estables u ocasionales.

Por el espíritu aventurero típico de la edad, la inmadurez en las decisiones y la falta de conocimientos en materia de salud, los adolescentes son considerados un grupo de alto riesgo, cuya conducta sexual irresponsable puede dejar secuelas a largo plazo: según la OMS cada año aparecen 448 millones de nuevos casos de sífilis, gonorrea, clamidiasis y tricomoniasis entre los 15 y 49 años de edad.

Ajustarse a los tiempos

Como la adolescencia vive al ritmo del desarrollo tecnológico y sociocultural, cada país debe ajustar periódicamente sus campañas de salud según los códigos que maneja esa generación, pero sin renunciar a experiencias que no pasan de moda: la labor de promoción entre pares, el liderazgo de figuras del arte o los deportes y el énfasis en la comunicación familiar, cuyo bagaje en materia de sexualidad debería ser cada vez más eficiente y más desprejuiciado.

Con la pubertad, la mayoría de los varones y las muchachas empiezan a mostrar más pudor con sus genitales y ya no quieren desnudarse ante papá o mamá. Esa decisión hay que respetarla porque forma parte de sus derechos, pero se impone un pacto que ambas partes deben honrar si se presenta el caso: ante alteraciones de volumen, color u olor en la zona, o si aparecen secreciones y dolores sospechosos, deben pedir ayuda de inmediato.

El adulto depositario de tal confianza no debe castigarle ni compartir su alarma abiertamente con el resto de la familia. Su papel es buscar ayuda especializada para enfrentar el daño con la mayor discreción, aclarar con su adolescente cómo vivió ese percance y aconsejarle que informe a su actual y anteriores parejas sexuales para involucrarlas en la solución y cortar la cadena de transmisión hacia otros miembros del grupo.

Tal postura ética es tan esencial como la cura de las lesiones y puede ser muy efectiva para prevenir otros episodios. Lo ideal es que no vivan una experiencia de ese tipo, pero si no pudo evitarse no se debe perder la oportunidad de un buen aprendizaje colectivo.

Vale todo

Un elemento clave a manejar con adolescentes y jóvenes es que las ITS no se transmiten solo con penetración vaginal o anal: el sexo oral, las caricias en los genitales y el frotarlos con otras partes del cuerpo son juegos peligrosos porque abren el camino a las infecciones.

El hongo cándida albicans y los virus del papiloma humano (PVH) y del herpes simple II pueden pasar de los genitales a la boca, y viceversa. Para impedirlo haría falta usar condones y pañuelos de latex como barrera a los labios y la lengua. El éxito demanda constancia, pero es excitante y divertido si se combina con los sabores favoritos de quien lo practica, y el material es tan fino que no impide el placer, mucho menos en una edad en que hasta el roce por encima del pantalón desata su «entusiasmo».

Ni el PVH ni el herpes genital tienen cura garantizada y el primero además es la causa más frecuente del cáncer cérvicouterino (CCU), enfermedad que puede costar la vida de la mujer o dejarla estéril. Según el último anuario estadístico del Ministerio de Salud Pública cubano, en 2009 aparecieron cinco casos de CCU entre 15 y 19 años de edad, y 25 casos entre 20 y 24 años. En 2012 se reportaron 1 415 casos entre 25 y 29 años que pueden haberse contagiado en la adolescencia, pues el PVH espera a veces hasta diez años antes de presentar síntomas.

Otros agentes como el Treponema pallidum, causante de la sífilis, y el Neisseria gonorrhoeae, que provoca la blenorragia o gonorrea, son bacterias y se combaten con antibióticos. A tiempo no generan graves consecuencias, pero si se les deja campear en el organismo ocasionan úlceras en la piel, esterilidad, ceguera, demencia, daños en el sistema circulatorio o las articulaciones y hasta la muerte. El nivel de incidencia de ambas infecciones se mantiene creciendo en el país desde el año 2006. En 2012 se reportaron 5 380 casos de blenorragia y 2 636 de sífilis, incluida una muerte.

De otras ITS provocadas por el Haemophilus ducreyi (chancro), la Clamidia trachomatis, el Trichomonas vaginalis, el Gardnerella vaginalis y otros patógenos, no hay registros nacionales porque no es obligatorio su reporte con fines estadísticos, pero estudios regionales y locales confirman su presencia en los adolescentes, cuya fuente principal de información es el hogar, espacio en que aún predominan muchos tabúes respecto al sexo o se asume que hablar del tema convoca a actuar, aunque la vida demuestra que quienes «actúan» en esas edades es porque buscan saber lo que en casa creen que todavía no saben.

Puede ser desagradable, pero es útil conocer cómo lucen las ITS en cada etapa de su desarrollo y no voltear la cara cuando alguien muestra láminas o videos sobre el asunto. Ciertas lesiones delatan la presencia actual o reciente de una ITS (erupciones, granos, condilomas en el caso del PVH) y sirven de alerta para no avanzar en la relación hasta que no se resuelva ese foco de conflicto.

Pero como no todas las infecciones dan síntomas y no todo el mundo desarrolla la enfermedad aunque pueda transmitirla, lo ideal es exigir cariñosamente la realización de exámenes clínicos antes de compartir roces y fluidos. Si la familia le facilitara este trámite a su adolescente con sistematicidad le estaría dando herramientas para que indague sobre el estado de salud de sus pretendientes antes de entregarse con la misma naturalidad con que averigua sobre sus gustos musicales, vocación profesional u otros tópicos cotidianos.

Hablar con franqueza demuestra interés por la persona, inspira confianza y les allana el camino hacia otro tema crucial: el uso de preservativos, único anticonceptivo recomendable en esas edades porque evita a la vez las ITS y los embarazos no deseados.

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