Como en casi todo lo relacionado con las preferencias individuales, aún se desconoce el origen de esta condición, que al igual que las otras orientaciones sexuales tiene que ver con el objeto de deseo y la identidad, más que con la práctica concreta
Quien no aguarde a tener sed, no experimentará placer cuando beba.
Michel de Montaigne, filósofo y escritor francés (1533-1592)
Por estos días se repone en la televisión La Teoría del Big Bang, una serie humorística norteamericana cuyos protagonistas tienen problemas para comunicarse con la gente, en especial con el sexo femenino. Uno de ellos, el Doctor en Física Teórica Sheldon Lee, se niega a tener relaciones sexuales porque las considera antihigiénicas.
Esa actitud extrema, más su indiferencia ante todo lo que implique erotismo en la vida cotidiana, lo convirtieron en prototipo de la asexualidad moderna, un fenómeno al que los medios de prensa han dado en llamar el cuarto género o generación Ameba.
La falta de interés sexual es bastante común desde las antiguas civilizaciones, en las que se le achacaba por igual a seres inmortales, como los ángeles judeocristianos y algunas diosas de la mitología grecorromana, o a personajes de la realidad como el filósofo cínico Diógenes o la líder francesa Juana de Arco.
El tema llegó por estos días al foro digital de Sexo Sentido a propuesta de un lector habanero, para quien la asexualidad era propia de personas que no logran intimar con nadie, aunque lo deseen mucho, por limitaciones físicas, mentales o sociales, o por su mala suerte.
Pero la asexualidad, como las otras orientaciones (hetero, homo y bisexual) tiene que ver con el objeto de deseo y la identidad, más que con la práctica concreta. La gente asexual puede tener relaciones carnales por conveniencia o curiosidad, pero no las necesita.
Como en casi todo lo relacionado con las preferencias individuales, aún se desconoce el origen de esta condición que se atribuye a entre el uno y el cinco por ciento de la población mundial, y se discute si es alteración genética, déficit hormonal o aprendizaje psicosocial.
Más de 16 000 sitios en Internet abordan este asunto. Al revisar varias decenas encontramos coincidencia en al menos tres elementos básicos. Primero, lo correcto es decirles asexuales y no asexuados, porque el primer término habla de falta de deseo y el segundo se refiere a la condición biológica que divide a individuos de una especie por su sexo biológico. Asexuadas son las amebas y otros microorganismos que se reproducen por bipartición.
Tampoco debe catalogarse a esas personas como antisexuales, porque lo suyo no es repulsión enfermiza o miedo a tener contacto físico. Que no les atraiga nadie no significa que padezcan una enfermedad física o mental. De hecho la asexualidad no es un diagnóstico externo, sino una identificación muy personal con esa tendencia.
En segundo lugar, la decisión de no practicar sexo no parte de reprimir sus deseos carnales, como en el celibato o la abstinencia. Sencillamente no existen tales deseos o son muy esporádicos. Algunos no descartan la masturbación como desahogo fisiológico, pero lo hacen sin fantasear con escenas sexuales.
Como en su imaginario personal, sexo y amor no están interconectados, a veces estas personas viven relaciones platónicas sin excitarse ni materializar su romanticismo. También logran establecer compromisos emocionales con la familia y las amistades, necesitan compañía, disfrutan los abrazos y besos de la gente que quieren y pueden sentir celos o encariñarse.
Cuando deciden tener pareja estable es para lograr descendencia, apoyarse en lo cotidiano o cumplir con lo que la sociedad espera de ellos, pero no le hacen daño a nadie si eligen una conducta coherente con su desgano y se mantienen al margen del sexo de modo permanente.
En tercer lugar, estas personas son sujetos de Derecho y la sociedad debe respetar sus elecciones de vida sin cuestionar o reprimir la visibilidad de su condición como individuos o en redes sociales.
Esta polémica comenzó hace una década en Japón, cuando un grupo de jóvenes asexuales y vegetarianos decidieron formar una tribu urbana. Luego se agruparon decenas de asexuales en otros países para hablar de lo que les ocurría y hoy existe una Red de Visibilidad y Educación sobre Asexualidad (AVEN, por sus siglas en inglés) cuyo fin no es promover la abstinencia forzada, sino ofrecer respaldo a sus miembros y multiplicar la información para ganar en comprensión social.
Personalidades del mundo artístico, el deporte y la política se han declarado asexuales públicamente, y demandan un espacio digno para sus iguales en un mundo donde el sexo es casi omnipresente, por lo que prescindir de este se califica de «rareza» sospechosa.
En cuanto a la estética y la proyección de imagen, los asexuales no siguen un patrón específico. Unos se visten y actúan de acuerdo a lo socialmente establecido para su género (femenino o masculino); otros prefieren una onda más andrógina*, pero esto último también está de moda en otros grupos juveniles cuya pertenencia es pautada por intereses musicales o actitudes sociales, al margen de la orientación sexual de sus integrantes.
*Andrógino: ser humano de aspecto ambiguo; es difícil determinar su sexo biológico por sus rasgos externos o su proyección.