Históricamente la discapacidad y la sexualidad han sido temas cubiertos de prejuicios. Mas es necesario que también esas personas reciban una educación potenciadora de su calidad de vida, que les ayude a definirse como seres sexuados capaces de establecer vínculos afectivos y eróticos
Lo peor es educar por métodos basados en el temor, la fuerza y la autoridad, porque se destruyen la sinceridad y la confianza y solo se consigue una falsa sumisión.
Albert Einstein (1879-1955)
EL crecimiento de la expresión y la satisfacción de la sexualidad no puede aislarse de lo contextual, pues esta se construye, vivencia, expresa y comparte; forma parte de lo personal y lo social y es imposible entenderla aislada de la interacción con otras personas.
También las personas con discapacidad mental deberían verse bajo esa luz, pero ese es uno de los aspectos de sus vidas que todavía se acepta muy poco. La escasez de referencias concretas en la literatura científica es de por sí significativa.
Históricamente la discapacidad y la sexualidad han sido temas cubiertos de prejuicios. Cuando están reunidos en una sola persona, esta soporta una doble carga: según la creencia popular, el ser discapacitado pierde la función sexual y se entiende que es mejor no adentrarlo en el tema para no agregar otra frustración a las que ya tiene, pero es la sociedad quien construye, desde su ignorancia, esa discapacidad sexual.
Desde tiempos antiguos este fenómeno generó una carga emotiva que indujo a actitudes de desprecio, compasión, temor o cuando menos recelo. Hasta hace poco tiempo se les consideraba seres asexuados, en un estado de inocencia propio de la infancia e incapaces de controlar sus apremios instintivos.
Esas falsas creencias, y una tendencia social poco propensa a reconocerles como sujetos de derecho, se conjugan para convertir su sexualidad en una cuestión inquietante, que suscita indignación.
Una visión moderada, arropada por actitudes excesivamente paternalistas, entiende que con todos los problemas que tienen, el sexo sería para ellos un lujo, o que en sus condiciones puede verse «que tienen sentimientos, corazón... pero no sexo».
Sin embargo, la sexualidad es una manifestación psicológica cuyo núcleo es la conciencia del propio género, elemento que interviene directa o indirectamente en toda conducta humana e implica un conjunto de expresiones biológicas espontáneas, premisas del desarrollo que por sí solas no determinan las transformaciones psicosexuales, pero son fundamentales en el aprendizaje que impulsa la maduración en cada etapa.
De ahí la necesidad de que también esas personas reciban una educación potenciadora de su calidad de vida, que les ayude a definirse como seres sexuados capaces de establecer vínculos afectivos y eróticos, de lograr una comunicación física y espiritual, de ofrecer y obtener placer, satisfacción, amor y felicidad, e incluso de formar familia, pues tienen derecho a la maternidad y la paternidad responsables.
No es fácil, ni tal vez justo, establecer límites rígidos sobre el nivel intelectual necesario para diferenciar a quienes son capaces de comprender estas experiencias y regularlas según las normas sociales, de los que nunca podrán siquiera formarse una representación de su propio cuerpo ni controlar sus funciones o sus relaciones con los otros.
Es frecuente que quien nace con un déficit físico o mental reciba una imagen corporal desarticulada que provoca fallas en la percepción de su sexualidad. Sus sentimientos acerca del cuerpo están influenciados por la reacción de los demás, especialmente de aquellos con quienes intiman, y si no es adecuada lleva a una autoestima pobre.
La pubertad es una fase crítica: las necesidades biológicas que emergen no tienen una clara representación, y las experiencias sensoriales no son fáciles de interpretar. A falta de orientación, el mundo del sexo está rodeado de silencios o vedado por prohibiciones llenas de culpa, y aun así ellos experimentan placer y no pueden comprender qué tiene de malo la autoestimulación, que ya se manifestaba en forma variada desde la niñez, aunque no siempre significa búsqueda de placer sexual, sino necesidad de estímulos interoceptivos (provocados por los órganos del propio cuerpo).
Debemos aceptar la normalidad de esa conducta y percatarnos de que en ocasiones ignoran cómo hacerlo de manera satisfactoria, sin lastimarse. Tampoco saben que debe hacerse en privado, cosa que aprende fácilmente cualquier adolescente gracias a las relaciones entre coetáneos.
La educación es parte invariable de la preparación del ser humano para la vida, y aunque esté presente una discapacidad debe también aprender a manifestarse como ser sexuado y a ser capaz de apropiarse de valores, conocimientos, habilidades y recursos personales eficientes que le permitan vivir su sexualidad de modo enriquecedor.
El enfoque psicológico de la sexualidad apunta hacia una educación que respete la individualidad y la autonomía del sujeto, y que potencie su participación activa y responsable en su formación y la de la sociedad en que vive.
Los jóvenes con retraso mental ligero o moderado, y aquellos con una enfermedad mental de larga evolución, experimentan necesidades sexuales que no son claramente comprendidas por quienes le rodean, y a veces llegan a plantearse el dilema de concebir y criar hijos propios.
No debe cederse ante el criterio de esterilizar a la muchacha o al joven discapacitado mental, o de imponerles cualquier otra medida sin tener en cuenta su capacidad y su derecho a conocer las circunstancias y adoptar las decisiones correspondientes.
Más bien es necesario guiarles en esa experimentación, vista como proceso activo que potencia al individuo para el encuentro pleno y responsable con el otro y con su propia sexualidad, en correspondencia con sus necesidades y las del contexto social, lo cual garantiza su protagonismo y capacidad de elegir límites personales, así como el respeto de las demás personas.
Gracias por los mensajes de apoyo que me han enviado en estas dos semanas. Tengo historias buenas para sumar a la página sobre la recuperación posoperatoria. La peña de este mes la haremos el primer miércoles, como siempre, y el tema es el sexo en situaciones extremas: distancias, accidentes, catástrofes… ¡lo que se les ocurra!
Recuerden que en noviembre vence el plazo del concurso para las historias de amor. Las que han llegado son preciosas. En diciembre publicaremos las elegidas y las demás las subiremos al foro, que por estos días está animadísimo.
Escriban a Luisito, lcaballero@ecg.moa.minbas.cu y yaimar@humanidades.unica.cu
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