Muchos estereotipos, transmitidos por tradición oral con la mejor intención, pueden causar deformaciones posturales y trastornos en la salud infantil que más tarde repercuten en la proyección social de los individuos, sus relaciones interpersonales y su conducta sexual
De la cuna a la tumba es una
escuela; por eso lo que llamas
problemas son lecciones.
Facundo Cabral
En las últimas décadas la salud infantil ha aumentado progresivamente gracias también a la superación cultural de la población cubana, pero aún se presentan deformaciones posturales y trastornos provocados por una crianza incorrecta que responde a errores conceptuales de la familia de origen.
Muchos estereotipos, transmitidos por tradición oral con la mejor intención, ni siquiera se ajustan a posiciones científicas de este siglo o no aplican una atención diferenciada según el sexo y el tiempo de vida del bebé.
Como es lógico, estos errores inciden en el funcionamiento y la estética del organismo y más tarde repercuten en la proyección social de los individuos, sus relaciones interpersonales y su conducta sexual.
Por eso la profilaxis de las deformidades óseas infantiles debe comenzar desde el embarazo con una correcta información a la familia, teniendo en cuenta que hoy muchas mujeres paren en edades extremas (adolescentes o por encima de los 40) o son trabajadoras, y por tanto muchos recién nacidos quedan al cuidado de una generación mayor, con preparación más empírica.
Las patologías más frecuentes en la consulta de Ortopedia Infantil son las de pie y pierna. Además de problemas en el movimiento, estas deformaciones a veces generan burla o rechazo y afectan la autoestima infantil. Para evitarlas hay normas concretas que se deben cumplir desde el mismo nacimiento del bebé.
La primera es renunciar a los escarpines o boticas tejidas: el bebé necesita contraer sus dedos y mover los pies para evitar debilidades que llevan al pie plano u otros males. La posición de descanso es igualmente importante. Lo ideal es que la criatura pase el mayor tiempo de costado y calzada con almohadas, alternando uno y otro lado al cambiar el pañal o lactarlo. Abusar del bocabajo es peligroso, entre otras afectaciones porque provoca torsión interna o externa de sus miembros.
Fíjese en la actitud que toma el bebé y así evolucionará su crecimiento: si vira los pies hacia dentro, así caminará; si los pone hacia fuera, tendremos un futuro Charles Chaplin en su interpretación del Canillitas.
Por tradición criolla, la vida del lactante transcurre en un círculo vicioso entre la cuna, el corral, el coche y los brazos malcriadores. Desde que pueda hacerlo, es recomendable que gatee en el suelo, porque eso le estimula a pararse y caminar, pero aún pesan en nuestras familias falsos conceptos de higiene excesiva o sobreprotección, especialmente cuando se trata de niñas.
Lamentablemente hay también familias que toman como «cuestión de honor» el progreso de su bebé (sobre todo si es varón) y para alardear con una supuesta demostración de fortaleza y buena salud adelantan la actitud de la parada o la marcha antes de que el bebé lo haga espontáneamente. No importa si esto ocurre antes del año o un poco después; hay que respetar su ritmo, y en casos de obesidad (que también es prevenible), raquitismo o trastornos musculares, lo aconsejable es retardarlo para evitar deformidades.
Tampoco debe forzárseles a estar de pie mientras sus músculos no estén lo suficientemente fuertes para soportar el peso del cuerpo (normalmente entre el séptimo y el noveno mes). Por eso no se recomiendan el andador ni otros aparatos similares. Las cunas con barandas y el corralito les permiten estar de pie todo el tiempo que deseen.
Es muy positivo estimularles a caminar descalzos por terrenos blandos como césped, arena o alfombras. Esa marcha es un buen ejercicio para los músculos de sus miembros inferiores, ya que a cada paso los dedos se afirman sobre el suelo de manera natural. Tal sensibilidad y fortaleza la necesitarán después, entre otras cosas, para realizarse en su vida erótica.
Sin embargo, no hay que forzarlos a caminar al ritmo de sus padres hasta después de los tres años: como no pueden seguirles el paso, tienen que correr, con el consecuente resultado de fatiga muscular, irritación y daño a su autovaloración y estado de ánimo.
A ninguna edad debemos permitirles que pasen largo rato sobre sus rodillas con los pies inclinados hacia adentro o hacia fuera, algo típico de los recreos y la playa. Es muy frecuente en las niñas para jugar yaquis o a las casitas, pero también los varones lo hacen en sus prolongados partidos con tableros o cartas.
Esa postura perjudica el desarrollo de las caderas y contribuye a la rotación interna de los pies; y cuando estos se deforman requieren en muchos casos tratamiento quirúrgico. Además de las molestias lógicas que eso genera, el cuerpo se desfigura y eso lacera la personalidad del menor.
En la próxima página abundaremos sobre la influencia de la higiene y los juegos en el desarrollo psicológico y sexual de niñas y varones desde la temprana edad.
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