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Hormonas a la orden

Ha pasado medio siglo desde que comenzaran a comercializarse en el mundo las primeras tabletas anticonceptivas, y la polémica sobre su eficacia y riesgos ha continuado. Sobre estas realidades y perspectivas Sexo Sentido dialogó con el doctor brasileño Nelson de Melo

Autor:

Mayte María Hernández

Desde que en el año 1960 fuera introducido en los Estados Unidos el primer anticonceptivo hormonal, producido por la compañía americana Searle, más de 230 millones de mujeres en todo el mundo han empleado este método.

Aunque con el desarrollo de la terapia hormonal surgieron nuevas alternativas, entre estas las inyecciones, las vacunas y los implantes subcutáneos, las tabletas han sido las más utilizadas.

A medio siglo de su creación, la polémica en torno a la anticoncepción hormonal, a su eficacia, los daños al organismo, la desprotección ante enfermedades de transmisión sexual y el poco acceso que tienen a esta en los países menos desarrollados, sigue dando de qué hablar en los grandes consorcios farmacéuticos, entre los especialistas y los pacientes.

Si bien son muchas las ventajas descritas de esta terapia, especialmente las pastillas, los efectos a corto o largo plazo en la mujer aún son diana de la opinión pública y de no pocas investigaciones.

Se dice que como método anticonceptivo, la terapia hormonal tiene una elevada eficacia, tiende a reducir y regular la cantidad de flujo menstrual —factor de especial interés en mujeres con tendencia a la anemia—, y reduce los molestos dolores menstruales y la incidencia de quistes ováricos funcionales. Algunos señalan incluso que aumenta la libido.

Estos beneficios pueden variar de un tipo de método a otro, pues hablamos no solo de las pastillas, sino de las inyecciones, vacunas e implantes, que presentan diferentes dosis y combinaciones hormonales y pueden ser asumidos por los organismos de modos diversos.

Criterios compartidos

Hace unos meses, durante el XIV Congreso Nacional de Obstetricia y Ginecología, el doctor Nelson de Melo, ginecobstetra brasileño, hacía un análisis de las realidades que rodean a la terapia de anticoncepción hormonal al cabo de sus 50 años de creación.

Sexo Sentido conversó con el especialista, quien brindó una apreciación sobre las principales inquietudes que ha suscitado esta terapia, y apuntó algunos consejos para su mejor uso y efectividad.

—¿Cómo valoraría esta terapia desde sus beneficios y riesgos?

—Uno de los mayores resultados de la anticoncepción hormonal, en primer lugar, fue disminuir hasta dosis muy pequeñas la cantidad de hormonas en cada método, especialmente en las tabletas.

«En sus inicios las cantidades suministradas a cada fémina eran muy peligrosas, los efectos secundarios eran muy desagradables y la efectividad no estaba comprobada de manera conclusiva», destacó.

El especialista explicó que con las nuevas combinaciones de hormonas la calidad de esta terapia aumentó, aunque permanecen restricciones para algunas mujeres que no pueden tomarlas, como es el caso de las fumadoras que sobrepasan los 35 años de edad, pues aumenta mucho el riesgo cardiovascular y de trombosis.

—¿Cuál sería el método más efectivo?

—Actualmente existe un abanico de posibilidades para las féminas. No hay una terapia especial para cada edad, sino de acuerdo a cada mujer, a sus características clínicas y personales y al medicamento con el que mejor se sienta.

«Lo primero es ver la historia clínica de la mujer y estar seguros de que es una persona responsable, de “buena memoria”. En los casos contrarios lo mejor no es la pastilla, sino las inyecciones».

—¿Y en las adolescentes?

—En el caso de las más jóvenes creo que la mejor protección es el preservativo, pues en edades tan tempranas se tiende a ser irresponsable. La otra opción serían los métodos inyectables, que protegen durante más tiempo.

—Está comprobado que ninguna pastilla o método de anticoncepción hormonal protege contra las infecciones de transmisión sexual (ITS). ¿Qué hacer entonces?

—La protección contraceptiva hormonal debe ser asumida de manera responsable por cualquier persona. Está claro que no protege de las enfermedades de transmisión sexual; por tanto hay que tomar medidas adicionales, como el uso del condón.

«Lo más aconsejable es la doble protección, máxime en estos tiempos, cuando aumentan los casos de VIH/sida y existen la sífilis, el herpes, el condiloma…».

—Me dice que ha tenido referencia de las píldoras producidas en Cuba. ¿Qué valoración merecen desde el punto de vista médico?

—Todas las pastillas tienen la misma eficacia, máxime si está comprobada y amparada por los parámetros médicos y legales.

«Creo que la efectividad depende de la mujer, de la conducta que asuma al cumplir las orientaciones de su médico y de cada medicamento».

—Uno de los métodos recientes empleado entre las jóvenes es la llamada anticoncepción de emergencia. ¿Cree que es una práctica acertada?

—Sin dudas puede ser efectiva, pero no debe ser usada cotidianamente, pues como su nombre lo indica es para casos de urgencia, para situaciones de emergencia.

La píldora y otros anticonceptivos pueden ser una parte normal de la vida de cada fémina y su pareja, señala el doctor de Melo. Con el tiempo, la experiencia y las posibilidades de cada quien, uno puede ir identificando junto a su médico cuál es la elección más adecuada.

Durante el Congreso de Obstetricia y Ginecología los especialistas cubanos intercambiaron experiencias con los visitantes sobre las vivencias de cada país y conocieron las estadísticas de consumo de estos métodos en las diferentes latitudes.

Se constató que, desgraciadamente, no todas las mujeres en el mundo tienen acceso a estas alternativas hormonales, ni a la protección contraceptiva o contra las ITS.

En la antigüedad

Se dice que los antiguos egipcios tenían una especie de método anticonceptivo, pues trituraban semillas de granada y con el empleo de cera formaban pequeños supositorios que eran introducidos en la vagina. La fruta contiene un estrógeno natural, y es posible que la mezcla egipcia, al igual que la píldora moderna, evitara la ovulación.

También se cuenta que en la Edad Media las personas usaban condones hechos de intestino animal, piel de pescado e incluso de lino.

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