Pueriles creencias sobre el varicocele se han extendido en Cuba
Azar es una palabra vacía de sentido, nada puede existir sin causa
Francois Marie Arouet Voltaire
A esta altura del conocimiento humano en materia de reproducción sexual, las ventajas de usar condones para evitar embarazos indeseados (además de ITS) son bien sabidas por casi todo el mundo, incluso desde antes de llegar a la adolescencia.
Por eso no dejan de sorprender ciertos argumentos a los que se acude para no usar tales dispositivos, como eso de que un varón con varicocele es siempre infértil y no hace falta protegerse porque su semen «es inofensivo».
Tal razonamiento lo escuchamos por primera vez de un adolescente en Santiago de Cuba, en el preuniversitario urbano Cuqui Bosh, y luego fue «noticia» reiterada en boca de universitarios avileños, un oftalmólogo de Santa Clara y varios trabajadores agrícolas de La Habana, claro indicio de cuánto puede haber calado esta pueril creencia en Cuba.
En primer lugar se impone aclarar que el varicocele es una lesión adquirida o de nacimiento, una dilatación de las venas espermáticas que se detecta mediante palpación, porque ocasiona un aumento del volumen total del testículo afectado (puede ser uno o ambos).
Su consecuencia más negativa, además del dolor (sobre todo al saltar o hacer fuerza) es que influye en la cantidad y calidad de los espermatozoides. En condiciones normales, en cada eyaculación se descargan cerca de diez millones, que con buena suerte viajarán por la vagina y el útero de una mujer; pero hay tantos vericuetos por el camino que solo unos pocos llegarán a las trompas de Falopio, y si por casualidad coinciden con un óvulo lo asaltan hasta debilitar su pared protectora y hacer que uno, solo uno, penetre su cabeza y una sus cromosomas a los del núcleo de la célula femenina para gestar una nueva vida.
Padecer varicocele implica que el número de espermios disminuye hasta menos de un millón, y para colmo estos pueden presentar deformidades de cabeza o cola hasta en un 90 por ciento, lo cual los inhabilita para fecundar.
Visto así, las probabilidades de embarazar son bajísimas; pero basta un espermatozoide sano y dispuesto a sortear peligros para que se cumpla su destino reproductivo, y en toda eyaculación siempre existen algunos miles de estos.
Hospitales de todo el mundo acumulan récords importantes de «casuales» frutos de estas emprendedoras células, a veces rechazadas por el sorprendido padre, que al creerse estéril niega que el «milagro» sea suyo, con lo cual se desencadenan otros conflictos perfectamente evitables mediante un simple condón.
En ningún manual de salud reproductiva se menciona al varicocele como método de anticoncepción, y mucho menos en la adolescencia. Tampoco el coito interrumpido es seguro en estos casos, porque en el conducto del pene siempre quedan espermatozoides de la vez anterior que salen con el líquido preseminal, generado como lubricante para facilitar la penetración.
Claro que si el propósito de la pareja es tener descendencia lo más recomendable, si el varón padece varicocele, es que se someta a una cirugía para eliminar el obstáculo. Dejar su paternidad en manos del azar sería absurdo, porque este proceder es muy rápido y sencillo, no deja secuelas y ofrece una alta eficacia, comprobada internacionalmente.