La actualización de los software, una vieja polémica en el mundo computacional, adquiere nuevos matices con el desarrollo de la telefonía celular de tercera generación
Quizá la noticia de la semana, al menos tecnológicamente hablando, sea el lanzamiento mundial del nuevo sistema operativo para aparatos móviles de Apple, el iOS 7, algo que era esperado por seguidores de todo el mundo.
Más allá de la consabida publicidad que ha generado el hecho, asociado a la campaña del nuevo teléfono móvil de la compañía, el iPhone 5S, quienes han logrado probar el nuevo sistema se han mostrado un tanto desencantados con este, especialmente porque lo consideran más un cambio de «maquillaje» que una transformación radical de sus preceptos.
Quizá lo más interesante, dicen los expertos, es el cambio de la famosa flechita con que se abre el dispositivo por la opción de hacerlo con la huella digital, registrada previamente en el teclado.
Esto supone, además, una idea superior en la filosofía de seguridad de los móviles, algo en lo que no solo ha trabajado Apple, sino también otras compañías, pues dada la importancia que van adquiriendo cada vez más los celulares, se impone «asegurar» su privacidad a toda costa.
Sin embargo, para poder acceder a esta utilidad, Apple ha puesto como «condición» el tener que comprar un iPhone 5S, pues la utilidad solo funcionará en este tipo de aparatos, lo que algunos sugieren que es una estrategia de la empresa para reanimar las compras del equipo, ya que los datos atestiguan que la furia por adquirirlo no ha sido igual a la que desataron sus hermanos menores en la serie iPhone.
Lo anterior no solo se debe a su precio, que puede llegar a los 600 dólares según la capacidad del aparato, sino a que también han aparecido competidores muy fuertes, como la serie de teléfonos móviles Galaxy, de Samsung, muchos de los cuales poco tienen que envidiarle a los iPhone.
No obstante, existen otras utilidades atractivas para el nuevo sistema operativo de Apple, como son el servicio de radio musical iTunes Radio, donde se tendrá una selección de emisoras gratis, aunque con publicidad cada 15 minutos, y, por supuesto, teniendo antes acceso a una conexión Wi-Fi o inalámbrica a Internet.
Otros atractivos están más relacionados con el diseño de los íconos, donde se abandonan los bordes con relieve, las animaciones son más transparentes y, además, se podrán consultar las notificaciones o hacer fotos sin necesidad de desbloquear el equipo, lo que muchos expertos consideran que puede ser un grave error de seguridad.
Un elemento muy importante es la cámara digital incorporada, que como las semiprofesionales incluirán una selección de filtros, la posibilidad de tomar fotos en ráfagas y hasta en cámara lenta, lo cual, unido a diversas aplicaciones, convierte a los iPhone en una especie de estudio fotográfico básico, pero muy accesible y utilitario.
Aunque muchos poseedores de los iPhone no entiendan aún la nueva filosofía que emana del novedoso sistema operativo, el hecho de haber anunciado que a partir de ahora las actualizaciones de las aplicaciones gratuitas se harán automáticamente, entraña un importante cambio en la gestión de la empresa.
Hasta el momento, si se quería instalar alguna de estas aplicaciones, o app, era necesario disponer de una conexión inalámbrica a Internet activada, y aun así hacerlo manualmente. Pero ya eso será cosa del pasado.
Ahora todo será invisible para el usuario, y solo se activarán los avisos en caso de que la app sea pagada, con lo cual Apple está abriendo sutilmente el camino de la publicidad de sus aplicaciones directo hasta los móviles de los clientes, y por ende dinamizando un sector de negocios que cada vez se hace más jugoso.
Por otro lado, intenta borrar la mala imagen que ha dejado en los usuarios de móviles y de software en general la existencia de tantas y tantas versiones de software, las cuales hay que actualizar constantemente, so pena de quedarse al margen del «desarrollo tecnológico».
Y es que el tema de las «actualizaciones» se ha convertido en muy polémico en el mundo informático, pues implica en la mayoría de los casos pagos extras a los ya elevados derechos de uso de sistemas operativos y programas, que si bien tienen su razón en el desembolso entendible por un servicio prestado, a veces se convierten en un verdadero yugo puesto por las empresas a los compradores, ya sean particulares, empresariales e institucionales.
Incluso, en el caso de países como Cuba, absurdamente sometida a las leyes del irracional bloqueo económico, comercial y tecnológico de Estados Unidos, esto se vuelve en la práctica una negativa implícita al derecho de uso de estos software, pues por las licencias de uso no se le pueden suministrar a los nacionales ni a terceros que vayan a facilitárselos a estos.
El tema de la actualización de software no es privativo del ámbito de los teléfonos o dispositivos móviles, pues trasciende a estos, ya que es muy anterior y está estrechamente relacionado con el propio desarrollo de la computación.
El software, concebido como el lenguaje o programa que permite la interacción de un usuario con un equipo informático, por conceptualizarlo a grandes rasgos, está en constante evolución, ya sea por las necesarias mejoras, el cambio del equipamiento, o por su obsolescencia tecnológica.
De ahí que si fabricar dispositivos es un negocio jugoso, mucho más lo es crear los programas, sistemas operativos y aplicaciones que le den una verdadera «vida útil», en lo cual se han destacado múltiples empresas que hoy amasan multimillonarias cifras.
Para un país como Cuba, no obstante, el tema es mucho más polémico por el ya mencionado bloqueo, que limita en virtud de las Normas de uso el acceso a esta tecnología.
También lo es por las limitaciones de conectividad que todavía existen en muchos sitios, donde tareas tan básicas y necesarias como la actualización de un antivirus, incluso el SAV 32 de factura nacional, todavía se hacen a mano.
La falta de repositorios nacionales de antivirus, con la excepción de los creados por portales como Infomed, el de los Joven Club, el de redes como la de Educación Superior y algunas universidades, hacen que la actualización de los software antivirus sea muy complicada.
A ello se agrega que en el desarrollo de aplicaciones de código abierto tampoco abunden los repositorios de programas y aplicaciones, algo que han tratado de ir supliendo, en alguna medida, iniciativas como las impulsadas por la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), o los ya mencionados Joven Club.
Tampoco, hay que reconocerlo, existe en muchos usuarios una conciencia clara de la importancia de mantener actualizado un sistema operativo, un software o aplicación de una computadora de escritorio, portátil o teléfono celular, no solo por su seguridad, sino para aprovechar al máximo las prestaciones de este.
En no pocas ocasiones, y especialmente en el mundo de los móviles, estos servicios los prestan quienes reparan por cuenta propia estos dispositivos, y a su vez ofrecen para ellos múltiples aplicaciones, no ya las que tímidamente comienzan a aparecer de factura nacional, sino otras en ocasiones pirateadas en la red.
Talento, disposición y conocimientos sobran en Cuba para desarrollar muchas aplicaciones de factura nacional, ajustadas a las necesidades e idiosincrasia del cubano, que poco a poco comienza a ver, como el resto del mundo, que el móvil es algo más que un simple teléfono celular.