La disparidad de los contenidos digitales que se ofrecen en las diferentes lenguas constituye un reto para los hablantes del español en todas las latitudes
Si Cervantes hubiera tenido un celular, y Shakespeare acceso a Internet, quizá el primero hubiera preferido escribir Don Quijote de La Mancha en lenguaje SMS (Short Message System), y el otro tener un blog personal antes que desentrañar la trama de Romeo y Julieta, o la tortuosa vida de Hamlet.
En cualquiera de los dos casos, y aun cuando de todas maneras se convirtieran en famosos escritores, lo cierto es que su obra en estos tiempos quizá hubiera sido muy diferente, especialmente porque nadie escapa al influjo de las nuevas tecnologías de la comunicación.
Para bien o para mal, desde ambas caras de la moneda, Internet, el correo electrónico o la telefonía celular no solo han cambiado la manera de comunicarse las personas, sino incluso han influenciado en la literatura, la política, la economía y los más diversos campos del quehacer humano.
Especialmente en la última década, el fenómeno móvil, léanse teléfonos celulares, dispositivos inalámbricos de todo tipo o conectividad WiFi, han reconfigurado la manera en que se interactúa con el otro, no solo a través de la palabra hablada, sino también de la escrita.
A pocos días de haberse celebrado el Día del Libro y la Literatura, precisamente en honor a Shakespeare y Cervantes, muchas son las reflexiones en torno al impacto de la tecnología en la defensa de las diferentes lenguas.
Nuestro idioma, según datos del Instituto Cervantes en su Informe 2012 El español: una lengua viva, está ubicado en el número dos del mundo por el número de hablantes y de comunicación internacional, pues lo usan más de 495 millones de personas.
A su vez, en el caso de Internet se ubica en el tercer puesto, por detrás del chino mandarín y el inglés, ampliamente preponderantes, pues de los 2 100 millones de usuarios con acceso a la red de redes, en el mundo, apenas el 7,8 por ciento utiliza el español, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
Aun así, las estadísticas indican que esos números quizá crezcan en el futuro próximo, si tenemos en cuenta que las predicciones del Instituto Cervantes son que para 2030, el 7,5 por ciento de la población mundial será hispanohablante, y que América Latina se ubica entre una de las áreas geográficas de mayor crecimiento exponencial en el uso de la ciberautopista de la información, especialmente por la explosión del fenómeno móvil.
A su vez deberá suceder lo mismo en el caso de los contenidos, todavía con cifras pobres en los generados con la lengua de Cervantes.
De hecho, como explicaba ante el Congreso de la Lengua Española el profesor Eduardo Olier Arenas, ex presidente de la empresa de consultoría NEC Ibérica, el español está solo ligeramente por encima del alemán, el francés o incluso el japonés, si nos atenemos a aspectos tales como número de páginas, número de visitas, portales y otros índices de navegación web.
El especialista afirma, con toda justeza, que «la posición dominante de la lengua inglesa, sin embargo, no tiene tanto que ver con el número de personas que la hablan. Pues aun siendo esto muy relevante, lo es más el número de personas que, cultural, económica o socialmente, interactúan en la Red en ese idioma».
Entre otros factores influyentes están también el hecho de que la mayoría de los servidores, servicios y sitios web más visitados estén en el idioma anglosajón, o que hayan sido diseñados para el uso de este la mayoría de los programas informáticos, sistemas operativos e incluso teclados de computadoras, ya sean de escritorio o portátiles, y hasta la interfaz de los teléfonos celulares y de otros dispositivos móviles.
Incluso en el caso de China, con una posición dominante dado el alto número de habitantes y usuarios de la web, muchos navegan y sobre todo programan usando el inglés, tanto por la carencia de otras opciones en su propia lengua, como por el hecho de que están en ese idioma los sistemas operativos más usados en el mundo, como por ejemplo el extendido Windows, y hasta la mayoría de las distribuciones basadas en GNU/Linux.
Atrapados en el inglés están también los teléfonos celulares, no solo porque están diseñados con teclados en esa lengua, donde la ñ no existe, sino porque los mismos sistemas que los controlan ubican como gastos extras, y por ende más costosos, el uso en los mensajes de texto de caracteres no anglosajones, a los cuales identifican como símbolos, como sucede con las tildes o la virgulilla de la ñ.
Es por ello que, entre los múltiples desafíos que tiene el idioma español en el mundo de las nuevas tecnologías, la producción de contenidos se ubica en el centro de mira, pues además es decisiva por las implicaciones de carácter sociopolítico y cultural que tiene.
No obstante, no puede haber producción de contenidos sin una voluntad política, social, cultural e incluso económica para buscar su sustentabilidad, y especialmente si no se facilitan las condiciones para aumentar la penetración de la red de redes en los diferentes países, favoreciendo la difusión de las culturas y quehaceres particulares, ayudando a ofrecer una imagen diversa y alternativa del mundo, también en la esfera virtual.
Muchos expertos señalan que estamos a las puertas de lo que será el gran salto en las comunicaciones a nivel mundial, cuando los ahora todavía proyectos de traducción simultánea mediante programas informáticos se vuelvan de uso común en teléfonos móviles e incluso páginas web.
Dicho en otras palabras, en pocos años se augura que usted podrá llamar al móvil de un habitante de China y hablarle en español, pues en pocos segundos las aplicaciones lo traducirán a su idioma y viceversa.
Ese cambio raigal, que también significará una mejoría sustancial en los actuales sistemas de traducción de páginas y sitios web, reconfigurará por completo el panorama de la comunicación humana, haciendo posible que en el mundo entero se difuminen las fronteras lingüísticas.
Ante esa realidad las culturas hegemónicas podrían tragarse a las restantes; de ahí que muchos ya alerten sobre la importancia que tiene ubicar desde ahora en un lugar más preponderante todavía el tema de los contenidos y servicios, pues ya no importará tanto en qué idioma se creen, como la disponibilidad de estos.
En otras palabras, y vale en el contexto exacto la frase, será lo que seamos capaces de poner en la web y las aplicaciones que desarrollemos para los móviles, los que tengan la palabra, en una pelea dispar contra los grandes monopolios que controlan qué, cómo y quiénes dicen en el mundo virtual.
Cuba no está ajena a esa realidad, y entre sus principales desafíos está lograr volcar también en la web el potencial educativo y científico que tanto se le reconoce en el mundo, aportando una parte que pudiera llegar a ser muy significativa para cimentar el camino por donde deberá avanzar el nuevo Don Quijote virtual.
No obstante se hace preciso acabar de entender que, si bien tenemos mucho que «buscar» en el mundo virtual, es igualmente significativo lo que podemos seguir aportando, por lo cual es impostergable crear las mejores condiciones para ello.