El impacto de las comunicaciones celulares en el uso del lenguaje escrito pudiera agravar los problemas ortográficos en adolescentes y jóvenes
Las opiniones en el mundo docente están divididas. Algunos maestros los defienden como una forma de familiarizar a niños y jóvenes con nuevas palabras, enseñarlos a comunicarse mejor. Otros sostienen que la ortografía está sufriendo por su culpa. Todos, en cambio, están de acuerdo en que el fenómeno no puede detenerse, solo hay que aprender a convivir con él y sacarle el mayor provecho posible.
Los mensajes de texto por celular o SMS (Short Message Service, en inglés) son una realidad en constante expansión. Según diversas encuestas, el 97 por ciento de los usuarios de celulares manda SMS cotidianamente, y el 81 por ciento lo prefiere a veces antes que hacer una llamada.
Una investigación de la consultora Prince&Cooke develó que si en el 2005 se mandaron como promedio algo más de 2 000 millones de mensajes cortos por mes, esa cifra se elevó el año pasado a más de 6 000 millones.
A ello hay que agregarle el uso de otras funcionalidades que hoy permiten los celulares de tercera generación, como la navegación por Internet, la consulta del correo electrónico, o la entrada en redes sociales como Facebook y Twitter.
Así, los 140 a 160 caracteres que tradicionalmente permiten insertar en los mensajes la mayoría de los móviles, se han convertido en una herramienta imprescindible en la vida cotidiana.
Solo que sintetizar una idea en ese pequeño número de letras y símbolos no es sencillo. De ahí que se recurra a todo tipo de abreviaturas, a veces incomprensibles.
También se suprimen acentos, signos de puntuación o se acortan indiscriminadamente las palabras. Es ahí donde empieza a sufrir la ortografía y por ende el lenguaje.
Hace un tiempo escribimos en esta misma página sobre el tema, y nos referimos a casos tan curiosos como los de niños que han respondido exámenes en «lenguaje SMS». También hay ya novelas en diversos lugares donde sus autores han incluido este lenguaje como parte de la trama, y hasta páginas completas escritas de esa forma.
Pero el hecho de que se hayan insertado en la literatura contemporánea y convertido en una forma de comunicarnos que nadie puede soslayar, no quiere decir que el fenómeno sea totalmente positivo.
Un estudio realizado recientemente por investigadores de la Universidad Calgary, en Canadá, concluyó que leer muchos mensajes de texto podría tener consecuencias negativas sobre la capacidad lingüística de interpretar y aceptar palabras nuevas.
Comúnmente se considera que los mensajes de texto animan a utilizar el lenguaje sin restricciones. Sin embargo, los investigadores demostraron que tal creencia es un mito.
No es la primera indagación que llega a esas conclusiones.
En la encuesta ya citada de la consultora Prince&Cooke, el 27 por ciento de los participantes aseguró que el uso de mensajes de texto alteró su ortografía.
Según declaró en su momento al diario Clarín, Federico Cooke, el director del estudio, «con la masividad de los mensajes de texto se incorporó un nuevo vocabulario de palabras reducidas que también se usan en otros ámbitos virtuales, como Facebook, Twitter o el Messenger. Las palabras se acortan, se reemplazan letras por otras (la q por la k), preposiciones por signos matemáticos (x en lugar de por). Todo forma un código difícil de entender. Por ejemplo “tkm” quiere decir “te quiero mucho”; “dsp” es “después”; “qacs?” es “¿qué haces?”; “xoxo”, besos o abrazos».
El propio Cooke también señaló que la culpa no es solo de la mala ortografía, sino también se debe a problemas técnicos, pues «puede pasar que se envía una palabra correctamente con su acento y el receptor del mensaje la recibe sin acento o con una letra distinta, porque no todos los equipos están codificados de la misma manera».
Por su parte, la lingüista y autora del libro Ortografiemos, Silvia Ramírez Gelbes, piensa de manera diferente, pues cree que «necesariamente el SMS no perjudica a quienes tienen mala ortografía. Sí me parece que ayuda a que no se fijen las reglas.
«Hay una gran duda —sostiene— acerca de si los problemas de ortografía que tiene un chico obedecen al uso de SMS o no: pero en los 90 no había mensajes de texto y en la escuela igual había faltas de ortografía».
A esa misma conclusión llegaron estudiosos de la Universidad de Alberta, que sostienen que la forma de expresarse con abreviaturas en los SMS no afecta las habilidades ortográficas de los más jóvenes.
Después de hacer pruebas con decenas de chicos, los resultados demostraron que los estudiantes con problemas de ortografía los tenían con independencia del uso de celulares, mientras los de buena escritura los utilizaban sin que ello los afectara.
Lo curioso de este estudio es que sí existen diferencias a la hora de usar SMS entre los sexos, pues las muchachas son más dadas a usar abreviaturas que los varones. Sin embargo, mientras los hombres que las usan suelen tener más problemas ortográficos, las chicas «abreviadoras» en cambio son las que mejor escriben de la manera convencional.
Opiniones divididas aparte, lo cierto es que los mensajes de texto influyen de una u otra manera en la escritura e incluso en la forma de expresarnos.
A su vez, la costumbre de enviar SMS con errores, abreviaciones, consonantes equivocadas, omisiones de acentos y signos de puntuación, entre otros vicios digitales, puede ser perjudicial sobre todo cuando una persona no ha fijado bien las reglas ortográficas.
En ese sentido, son los niños, adolescentes y jóvenes quienes más expuestos están al incorrecto uso del lenguaje en la comunicación digital, especialmente si tienen una mala base ortográfica, que al final se verá agravada por los SMS.
Según Howard Rheingold, experto en el tema de las implicaciones sociales de las nuevas tecnologías, el uso de los mensajes de texto por los adolescentes se debe a que para ellos «es esencial estar todo el tiempo en contacto con su grupo social inmediato; además, es una forma sencilla de hacer contactos informales con potenciales compañeros de salidas. En el SMS los padres y profesores no son intermediarios de las comunicaciones».
En ello además influye el tema precio, máxime en las condiciones de Cuba, pues al ser una forma de comunicación más barata que la llamada de voz, enviar un SMS de solo 140 caracteres obliga a acortar necesariamente las palabras.
Otro aspecto interesante del asunto es la falta de aplicaciones que puedan ser cargadas a los celulares y ayuden a corregir la ortografía de los mensajes, las cuales si bien se usan en otras partes del mundo, en el caso cubano son totalmente inexistentes.
A eso habría que sumarle también el hecho de que la mayoría de los celulares que se comercializan, e incluso los que entran al país por diversas vías, han sido concebidos para un teclado en inglés, y en ocasiones no tienen la opción en español o los usuarios no saben activarla.
Para dar el puntillazo final habría que decir además que existe muy poca cultura en el uso eficiente de estos medios digitales, y ni siquiera hay un consenso a nivel internacional sobre la simbología correcta o las abreviaciones más comunes.
Desde hace unos años la Asociación Española de Usuarios de Internet ha desarrollado un proyecto, con el apoyo de varias empresas de telefonía celular, para crear un «diccionario SMS» de habla hispana.
El diccionario puede consultarse en http://www.diccionariosms.com y su objetivo «es recopilar los términos y abreviaturas que utilizan los jóvenes para escribir en sus teléfonos móviles o cuando lo hacen en Internet».
Creado como una herramienta colaborativa, donde las personas pueden dar opiniones e incluso introducir nuevos términos abreviados y su significado, el diccionariosms.com es posiblemente uno de los pocos esfuerzos por entender, agrupar y colaborar entre especialistas, profesores, jóvenes y todos los interesados de una u otra forma en evitar el efecto negativo que pudiera tener este fenómeno en la lengua española. Sin embargo, su utilidad se conoce muy poco.
Tampoco existen utilidades similares, al menos que conozcamos, en el caso de Cuba, donde valdría la pena realizar estudios —dado el auge cada vez mayor de las comunicaciones móviles—, sobre el impacto de ellas en el habla.
Prevenir un fenómeno que pudiera agravar el mal uso de la lengua española, y especialmente las barbaridades ortográficas, podría ser una herramienta muy útil para evitar que en el futuro terminemos hablando y pensando de forma abreviada.