Ante el desgaste de un planeta amenazado por el cambio climático y la destrucción propiciada por sus propios habitantes, algunos en vez de salvarlo ya piensan en mudarse
Más allá de tratar de hacer todo lo posible por salvar a nuestra contaminada casa común, parece que ya algunos están haciendo las maletas para marcharse… y muy en serio.
No se trata de una película de ciencia-ficción más o de una quimera en la mente de algún futurista cosmonauta, sino de los resultados de un profundo estudio científico de especialistas de varias nacionalidades, la Agencia Aeroespacial de Estados Unidos y el Programa de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés).
Todos se han propuesto indagar sobre las características de otros planetas dentro y fuera del Sistema Solar que posibilitarían a los humanos vivir en ellos, en caso de que una mudada de la Tierra fuera imprescindible.
Los resultados son, cuanto menos, curiosos, pues al contrario de lo que algunos pudieran pensar, no nos faltan opciones de adónde irnos, aunque el viaje quizá sea algo largo… y no quepan todos.
La idea de que el hombre tenga que abandonar algún día su Tierra primigenia no es nueva. De hecho, la existencia de vida extraterrestre que pudiera tener contacto con nosotros es casi tan antigua como la Humanidad, aunque sí es más reciente la opción de que seamos los seres humanos quienes nos vayamos del planeta que nos vio nacer como especie.
No obstante tampoco eso es algo novedoso, pues en el imaginario de los últimos dos siglos se ha manejado por escritores, poetas, soñadores y científicos.
Fue muy recientemente, apenas a finales del siglo pasado, que dos grandes avances hicieron cierta la idea de una permuta planetaria.
El primero fue el gran adelanto en materia de exploración robótica y en la observación de algunos astros y lunas de nuestro propio Sistema Solar, como Marte, lo cual permitió definir los criterios de habitabilidad y establecer comparaciones geofísicas sustanciales entre la Tierra y otros cuerpos celestes.
El segundo paso definitivo fue el descubrimiento de planetas extrasolares, o sea, que orbitan alrededor de otros soles, en fecha tan reciente como 1992, lo cual confirmó que el Sol que nos alumbra a diario no es el único que alberga planetas, y extendió el horizonte de la investigación sobre habitabilidad más allá de nuestro Sistema Solar.
Junto a ello, los científicos han trabajado en definir cuáles serían los factores necesarios para vivir fuera de la Tierra, o en sus propias palabras, los indicadores de Índice de Habitabilidad Planetaria (PHI), que propiciarían la medida del potencial que tiene un cuerpo astronómico de sustentar vida.
Entre ellos estaría, por ejemplo, como condición indispensable, la presencia de una fuente de energía estable y segura, entre otros criterios geofísicos, geoquímicos y astrofísicos determinados, tomando como referencia las condiciones de la Tierra y las características del Sol y de nuestro Sistema Solar que fueron favorables para el florecimiento de la vida.
Así, factores como la presencia de agua, oxígeno, la masa del astro o satélite, su ciclo de rotación alrededor de un sol u otro cuerpo celeste, los minerales y sustancias químicas que contiene, entre otros, se han tenido en cuenta en las investigaciones realizadas para determinar su habitabilidad.
En el caso específico de la indagación citada anteriormente, además del PHI, los científicos clasificaron los cuerpos también por su Índice de Similitud con la Tierra (ESI, por sus siglas en inglés), que analiza elementos como la temperatura y la densidad.
De este modo, y en una escala de 0 a 1, encontraron que el único planeta con mayores probabilidades de ser habitado por los seres humanos, de acuerdo con el ESI, es uno afincado fuera del Sistema Solar, nombrado Gliese 581g, que obtuvo 0,89 puntos.
Lo irreal de esta historia es que Gliese 581g parece ser un planeta fantasma, pues el mismo, situado a unos 20,3 años luz de nosotros en la constelación Libra, descubierto apenas en septiembre de 2010, fue hallado tras complicadas comparaciones de las mediciones de la velocidad radial detectadas por diversos telescopios, lo cual hace que algunos duden de su existencia real.
Si tenemos en cuenta que un año luz, según la enciclopedia digital Wikipedia, es la distancia que recorre la luz en un año, lo cual equivale a algo menos de diez billones de kilómetros, la idea de que ese fuera el planeta más parecido a la Tierra hasta ahora encontrado, y por ende nuestra mejor opción, no parece muy atrayente.
Más atractivo pudiera ser trasladarnos hasta los relativamente cercanos Saturno, el sexto planeta del Sistema Solar, segundo en tamaño y masa después de Júpiter y el único con un sistema de anillos visible desde nuestro mundo, donde cabe la Tierra 740 veces; o a Titán, el mayor de los satélites de Saturno, aunque ninguno de los dos haya alcanzado el puntaje del evasivo Gliese 581g.
Otra opción dentro de la lista sería nada menos que Marte, donde ya la Agencia Aeroespacial de Estados Unidos (NASA) busca huellas de vida, como lo demuestra la llegada al planeta rojo hace apenas unos días del robot espacial Curiosity.
Aunque todos los mencionados y algunos otros como Europa, una de las lunas de Júpiter, podrían albergar a la raza humana, lo más interesante es que según Dirk Schulze-Makuch, uno de los investigadores, explorarlos podría revelar la existencia de otras formas de vida bajo condiciones muy distintas a las de la Tierra.
Hace un par de años, la NASA envió al espacio el telescopio Kepler, encargado de buscar candidatos planetarios que podrían ser habitados por los humanos, de los cuales ya ha clasificado un millar.
No obstante, en repetidas ocasiones, y sin que muchos le crean realmente, la famosa Agencia ha indicado que sus fines son totalmente pacíficos y solo busca la existencia de vida fuera de la Tierra, y no como sugerían muchos planes secretos, analizar la posibilidad de colonizar otros espacios siderales e incluso establecer contactos con extraterrestres que nos hayan visitado.
Esta última idea cobró tal fuerza hace poco en Estados Unidos, que el presidente norteamericano Barack Obama se vio precisado a afirmar en público que su país no ha registrado actividad extraterrestre, respondiendo así a una petición firmada por más de 12 000 ciudadanos que reclamaban saber «la verdad» sobre este tema.
Lo que no ha logrado describir con certeza ningún experto es cómo se produciría una «evacuación masiva» de todos los habitantes de la Tierra, teniendo en cuenta, por solo citar un ejemplo, que llevar un solo hombre allende de nuestra atmósfera tiene un costo millonario.
Por eso muchos aplauden la idea de buscar vida más allá de nosotros e incluso hipotéticos refugios, pero antes que todo poner más los pies sobre la Tierra y luchar por salvar nuestro propio planeta.