Sobre cómo se han conformado en Cuba las políticas y paradigmas en temática de orientación y educación sexual, a través de medio siglo, abundó la máster Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual
Cuando se habla de sexualidad, cambiar las conductas y subjetividades de hombres y mujeres no es tarea que se logre de un día para otro. A la dedicación de las personas implicadas debe sumarse el apoyo incondicional del Estado como reflejo de una política social que no discrimine o prejuzgue lo más íntimo del comportamiento humano.
Hoy la educación sexual en Cuba se caracteriza por una visión integral, enfocada en el género y la diversidad, que aboga por el respeto a la dignidad plena de cada ser humano. Sin embargo, pasó antes por un largo proceso iniciado bajo una concepción bionormativa centrada en las mujeres y su función reproductiva.
Al cumplirse el medio siglo de Educación Sexual en nuestro país, la máster Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), hace un recorrido por su historia: «La Revolución de 1959 significó el logro de la soberanía nacional, la puesta en práctica de un proyecto de justicia y equidad social y el comienzo de transformaciones más profundas y radicales en la historia de la nación y su cultura. Un acontecimiento de tal magnitud no podía sino modificar las políticas de las sexualidades y los cuerpos».
Fue la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) quien dio los primeros pasos cuando en los años 60 comenzó a articular un proyecto genuino de empoderamiento de las mujeres como sujeto de derecho, sin dejar de lado a los hombres, que se refleja hoy en el cambio del patrón reproductivo: de seis hijos por mujer en aquellas décadas a solo un vástago en la actualidad, aunque la última encuesta nacional de fecundidad plantea que el ideal reproductivo promedio de la mujer es 2,13 y el de los hombres es 2,31, significó Castro Espín.
En 1962 la FMC creó la revista Mujeres con su sección Debates de salud, en el que se introdujeron temas de salud reproductiva y posteriormente de educación sexual, a finales de los 60 y principios de los 70. De ese núcleo surgió la Editorial de la Mujer, responsable de decenas de títulos que cada año contribuyen al conocimiento de la sexualidad y al mejoramiento de las relaciones familiares y sociales a partir de un enfoque ético, cultural y de género, asequible a la población de todas las edades.
La FMC también propició la superación gradual de antiguos prejuicios raciales, de género y de clases, y la introducción del aborto en los servicios de salud a partir de 1965 para disminuir la mortalidad materna. Hoy se promueve el diálogo en torno al sentido de responsabilidad sobre esta práctica, que no debe considerarse un método de planificación familiar, pero se mantiene la convicción de garantizarle a la mujer el derecho a decidir sobre su cuerpo.
Como resultado de un proceso participativo de la Federación, en 1972 se creó el Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual (GNTES) dirigido por el doctor Celestino Álvarez Lajonchere, quien se encargó de coordinar el diseño y la instrumentación del Programa Nacional de Educación Sexual (ProNES) y de propiciar un debate público sobre estos temas.
«La importancia de la educación sexual, reconocida en los acuerdos del II Congreso de la FMC en 1974, se incluyó en las políticas aprobadas por el
I Congreso del PCC, en 1975, en dos resoluciones: Sobre la formación de la niñez y de la juventud, y Sobre el pleno ejercicio de la igualdad de la mujer. En esta última se planteó la necesidad de terminar definitivamente con la discriminación de la mujer y que la educación sexual formara parte de la educación integral, adecuada a cada etapa de la vida, tanto en la escuela como en la familia», precisa la experta.
«Todas estas iniciativas se legitimaron con la aprobación del Código de Familia en 1975, considerado entre los más avanzados de su época. En consecuencia, Cuba fue el primer país en firmar, y el segundo en ratificar, las obligaciones como Estado Parte en la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, 1980)».
Este Código —que desde sus inicios ha sido heteronormativo— instituyó la necesidad de implementar la educación sexual en el campo de las políticas sociales del Estado, principal desafío de esa etapa, y formó parte de políticas más generales que priorizaban la atención a la joven generación, la mujer y la familia, con respaldo económico y político.
Otros momentos de gran impacto fueron la publicación del libro El hombre y la mujer en la intimidad, en el que por primera vez en Cuba una voz científica argumentaba por qué la homosexualidad no se considera una enfermedad, y la atención institucional a personas transexuales, que comenzó de manera gratuita en 1979 dentro del Sistema Nacional de Salud, aunque con un enfoque estrictamente biomédico en esa época.
La Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad, Socumes, surgió en 1985 para fortalecer la investigación y el intercambio científico. Esta organización de la sociedad civil está integrada actualmente por más de 700 especialistas de diversas ramas.
En 1989 el GNTES dio paso al Cenesex, institución especializada y presupuestada del Estado, adscrita al
Minsap, desde el cual se organizó un sistema de formación posgraduada con cursos, diplomados y maestrías avalados por la hoy Universidad de Ciencias Médicas de La Habana.
En 1993 el Cenesex participó en la creación de las cátedras de Sexología y Educación Sexual de todas las universidades médicas del país y la Escuela Nacional de Salud Pública, «para introducir una visión más integradora del ser humano como sujeto sexuado», recalcó Mariela.
Otros avances cualitativos de la educación sexual fueron palpables en la década de 1990, como la creación de las Casas de Orientación a la Mujer y a la Familia, ubicadas en la sede de la FMC de todos los municipios, cuyo objetivo es ofrecer a la comunidad información y consultoría sobre salud sexual y reproductiva, convivencia, violencia intrafamiliar y prevención de las ITS/VIH-sida.
Con una sistematicidad mayor en 1994 se funda la revista Sexología y Sociedad y más tarde la sección Sexo Sentido de Juventud Rebelde, publicaciones que en el plano académico y popular contribuyen a fomentar el conocimiento científico y a desmontar tabúes que aún marcan nuestra sociedad.
Luego de muchos esfuerzos, en 1996 se logró introducir en las escuelas cubanas el programa Por una educación sexual responsable y feliz, con un enfoque de género y preventivo.
Hasta entonces predominaba la visión biologicista de la instrucción, limitada a informar, dentro de la asignatura de Biología en el último año de la enseñanza media, sobre el funcionamiento de los órganos reproductores humanos. Los mensajes del sector de la Salud dirigidos a las escuelas tenían una visión sanitarista, centrados en la prevención de las ITS y el embarazo precoz en esas edades, y muy poco se hablaba (y aún se habla poco) de relaciones interpersonales, diversidad o patrones culturales asociados a la sexualidad.
«Estos años nos han permitido buscar en el ámbito escolar vías más adecuadas para abordar de manera creativa temas que preparen a menores, adolescentes y jóvenes para su vida sexual, reproductiva y familiar, siempre en correspondencia con el grado que cursa, su edad e intereses», dijo Mariela.
Es innegable el peso del sida en el cambio de abordaje de nuestra realidad sexuada, pues la epidemia visualizó la necesidad de una estrategia educativa dirigida a hombres que tienen sexo con hombres (HSH) para reducir su riesgo epidemiológico, como el Proyecto de Prevención de Sida en HSH, agrupación de la sociedad civil surgida en el año 2000 para capacitar promotores y consejeros de salud, y para actuar en sitios de encuentro de ese grupo poblacional.
A partir de 2006 el Cenesex reorganizó su estrategia institucional e introdujo como prioridad los temas relacionados con la diversidad sexual. Desde entonces promueve programas para la formación de actores sociales, tales como docentes, profesionales de la salud, juristas, agentes del orden, funcionarios públicos, trabajadores sociales y de distintos ámbitos del arte y la cultura.
En coordinación con la UJC, las agrupaciones estudiantiles y varias instituciones del Estado, se fomentó una nueva estrategia con énfasis en la juventud universitaria, para educarla en el respeto a la libre y responsable orientación sexual e identidad de género.
Sin embargo, la Directora del Cenesex reconoce que estos aspectos han encontrado una mayor resistencia cultural, expresada también en las políticas y las leyes: «Nuestra cultura hispano–machista tiene una larga tradición homofóbica con antecedentes religiosos, legales y médicos que estigmatizaron la homosexualidad, por lo que en varias etapas del último medio siglo también el sistema socialista reprodujo esos prejuicios.
«La homofobia en nuestro país fue además sobredimensionada como parte de las campañas para desacreditar la experiencia histórica cubana, cuando en el escenario internacional había experiencias iguales o peores», apuntó, y precisó que en el libro Stonewall, el investigador norteamericano David Carter reconoce que en 1961 las leyes contra la homosexualidad en los Estados Unidos eran más duras que en Cuba, Rusia o Alemania del Este.
«Después de valorar que las acciones no eran suficientes, nos acogimos en el 2007 a la iniciativa del activista francés Georges Tin de celebrar el Día Internacional contra la Homofobia cada 17 de mayo, porque en esa fecha de 1990, la Organización Mundial de la Salud retiró la homosexualidad del manual de clasificación de enfermedades mentales.
«Nuestras jornadas se han convertido en una celebración ampliada que involucra cada vez a mayor número de personas e instituciones, y ha logrado espacios permanentes de trabajo para la visualización, divulgación, reflexión, discusión y comprensión de temas en materia de educación sexual».
Todas esas actividades, apoyadas por el Estado y las organizaciones de la sociedad civil, han contribuido a articular un movimiento LGBTIH (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Intersexuales y Heterosexuales), con la peculiaridad de incluir no solo a lesbianas, gays, transexuales, travestis e intersexuales, como ocurre en el mundo, sino también a heterosexuales que participan activamente, pues «no hay que estar precisamente bajo la piel de la persona que sufre para participar en su lucha: hay que ser simplemente solidarios».
Y como el arte siempre va por delante de la ciencia y los medios de comunicación, en el ámbito artístico, literario y cinematográfico siempre despuntaron obras que han expresado estos procesos de cambio. La creación de espacios estatales y no estatales (El Mejunje, en Santa Clara, el Cineclub Diferente…), y el apoyo a fiestas y espectáculos donde el transformismo es visto como fenómeno artístico, muestran esa evolución en torno a las sexualidades, el género y el sentido de justicia.
En cuanto a las personas transexuales, a partir de 2005 se logró una estrategia nacional para su atención integral con un enfoque social y de derechos humanos, sustituyéndose el viejo paradigma biomédico. Así, en 2008 el Minsap aprobó, bajo la asesoría del Cenesex, una resolución que legitima los servicios de salud especializados y gratuitos para estas personas, incluyendo la cirugía de adecuación genital.
Todos esos proyectos han ido confluyendo en un mismo eje, que guía la política cubana en torno a la sexualidad. El Cenesex ha facilitado la articulación de redes sociales para formar activistas por los derechos sexuales con personas de cualquier orientación sexual e identidad.
Pero aún no es suficiente: «Cuanto hemos hecho es con el propósito de lograr que las cubanas y cubanos todos disfruten de una sexualidad plena, sana y responsable, en una sociedad regida por la justicia social. Frente a la enajenación del ser humano, dominado por la lógica del capital, preferimos hacer camino al andar, como decía el poeta español, desde el paradigma emancipatorio del socialismo.
«En la actualidad la FMC, el Cenesex y otras instituciones y organizaciones estamos abogando por un Anteproyecto de Ley que modifica al actual Código de Familia, cuya modernización traería beneficios para toda la población.
«Espero que los expertos se ajusten a la realidad de la sociedad cubana actual y piensen en la nación que aspiramos construir: un país en el cual se valoren, sin distingos, los esfuerzos e intereses de esas personas y sus diversas formas de ejercer la ciudadanía.
«Cuba está lista para dar un vuelco a la legislación actual a partir de condiciones creadas durante años de educación, cultura y transformaciones a favor del derecho humano a elegir y a participar activamente», aseguró.
También se trabaja con los Ministerios de Educación y de Educación Superior para que las universidades, desde sus propios escenarios, participen activamente de la educación y promoción de salud sexual, lo cual incluye la problemática de la identidad de género y el derecho a la diversidad.
«En la Primera Conferencia del Partido Comunista se logró un objetivo que llama a la lucha contra toda forma de discriminación, y recoge muy bien la orientación sexual y la identidad de género. Así queda expresado en la política del Partido, pero para garantizar el respeto de los derechos sexuales no basta con la implementación de leyes y políticas: estas deben apoyarse en estrategias permanentes de educación y comunicación social sometidas a constante evaluación.
«Cambiar mentalidades no se hace de manera conductivista, aunque se haga de forma exquisita. El propósito de la sociedad cubana de lograr una educación sexual responsable y feliz en el desarrollo complejo de una Revolución como la nuestra transita por una etapa de madurez expresada en sus nuevas estrategias, que ponderan la participación popular como ejercicio de poder democrático y soberano, y deben contribuir a desarticular viejas creencias, prejuicios y argumentos que tratan de justificar la imposición de relaciones de dominación generadoras de desigualdades y discriminación, práctica que es necesario desterrar del paradigma del socialismo en Cuba.
«Todos estos cambios han significado una profunda ruptura en el control de la familia patriarcal sobre las mujeres y la reconfiguración de las relaciones de enamoramiento y de las parejas: se modificaron ideas como la de la pareja para toda la vida, el papel del hombre normalizado como proveedor y jefe de familia, la fidelidad de la mujer como un gran honor y del hombre como rasgo de gran hombría. Se modificó también el rechazo a las relaciones interraciales, los mitos de la menstruación como invalidante para hacer muchas cosas, la descalificación de las madres solas y las solteras…
«El socialismo llama a la participación consciente, en tanto libre, dentro de un marco de respeto y dignidad plena del ser humano. Por ser un sistema transgresor del poder hegemónico, demanda grandes sacrificios personales y colectivos, pero contempla el derecho al placer y al goce.
«La Revolución Cubana ha logrado establecer una política exitosa en materia de educación sexual y debilitar los cimientos de una cultura patriarcal… pero aún impera una sociedad machista. La educación de la sexualidad desde paradigmas emancipatorios, frente a los modelos de dominación aprendidos, nos sitúan ante un compromiso que pondere los valores humanistas de solidaridad, igualdad y equidad social», concluyó Mariela.