El nacimiento de dos crías de la especie Phyllonycteris poeyi fue filmado por primera vez en Cuba y el mundo gracias a Gilberto Silva Taboada, curador del Museo Nacional de Historia Natural
El primer video en el mundo sobre el nacimiento de una cría de murciélago de la especie Phyllonycteris poeyi, exclusiva de la Isla, fue obtenido por Gilberto Silva Taboada, Curador Emérito del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba.
El especialista registró dos horas y media de material sobre el parto de un par de hembras de la Cueva de Galera, cercana a Santa Cruz del Norte.
La filmación fue posible gracias al apoyo de varios estudiantes, miembros de un taller internacional de cine de naturaleza, y a la utilización de una cámara de luz infrarroja, capaz de captar las imágenes en plena oscuridad con la misma calidad que la de un día soleado.
«Algo interesante del video es que una de las murciélagos asistió a la primera que dio a luz. Cuando comenzaron las contracciones, empujó con su hocico la barriga de su compañera y después la ayudó a limpiar a la cría».
«También es curiosa la posición en que ambas dieron a luz. Normalmente se agarran del techo con sus cuatro extremidades y esperan al “bebé” sobre su vientre, para que no se caiga al suelo.
«Las hembras que filmamos parieron colgadas de cabeza, y no cortaron el cordón umbilical, para así evitar la caída de la cría mientras lo limpiaban», explicó el doctor Gilberto Silva, al referir los principales aportes de la grabación desde el punto de vista científico.
Las relaciones familiares son muy reducidas entre estos mamíferos. En Cuba existen actualmente 26 especies, y solamente dos tienden a conformar pequeños grupos en forma de harenes. Otro par se agrupan en parejas una vez al año, solo para copular. El resto integra colonias gigantescas y se aparean unos con otros de forma aleatoria.
El nacimiento de los murciélagos ocurre en fechas distintas para cada especie, teniendo en cuenta el tiempo de gestación de cada una. En todos los casos este proceso se vincula estrechamente con el arribo de la primavera y el verano, de modo que la parte final del embarazo, el nacimiento y la lactancia coincidan con la abundancia de insectos, peces, frutas y flores.
Las hembras pueden gestar de tres a seis meses y lactar de dos a cuatro, según su especie. Los Phyllonycteris poeyi invierten casi todo el año en el proceso de maternidad, pues copulan en diciembre, dan a luz en junio, y las crías dejan de lactar en octubre. Luego el ciclo se repite.
La mayoría de los murciélagos tienen un solo hijo al año. Según Gilberto Silva, gastan mucha energía en volar y en producir ultrasonido para orientarse en la oscuridad, por lo que gestar y criar a varias crías implicaría un gasto energético muy grande. También sería imposible para ellas volar con muchos hijos a cuestas, teniendo en cuenta que los bebés nacen con el 30 por ciento del peso de sus madres.
Para poder salir a cazar, las hembras dejan a sus hijos entre cientos de miles similares. A su regreso, identifican a su bebé por el ultrasonido, pues este tiene componentes en su espectro que son únicos, como las huellas dactilares de los seres humanos.
La lactancia cesa cuando se convierten en subadultos, es decir, cuando tienen alas bastante desarrolladas para volar, aprender a cazar e independizarse para siempre.
El ancestro de la especie Phyllonycteris poeyi al parecer emigró a las Antillas desde Sudamérica. En la actualidad, constituye una de las más primitivas del Caribe insular. Dentro de la comunidad científica son comúnmente conocidos como «los murciélagos de las cuevas calientes», debido a que pueden vivir solamente en este hábitat.
En Cuba existen más de 50 cuevas de este tipo, las cuales se caracterizan por tener una sola entrada, de reducido tamaño, que hace sumamente lenta la circulación de aire con el exterior.
Este ambiente resulta idóneo para los Phyllonycteris poeyi, debido a su marcada dificultad para mantener el agua y la temperatura corporal. De ahí que se agrupen en este cálido y húmedo microclima, formando colonias de cientos de miles.
La mayoría de los murciélagos prefieren las cuevas, aunque algunos han logrado adaptarse a vivir en edificaciones. Estos últimos se conocen como «caseros» y son uno de los grupos más conocidos.
Otros son catalogados según el origen de su dieta o simplemente por su curiosa forma: «frutero», «pescador», «orejudo», son algunos de los nombres más comunes en la comunidad científica, a los que se suma el «mariposa», exclusivo de Cuba y el más pequeño del mundo, con aproximadamente tres centímetros de longitud y dos gramos de peso.
Los murciélagos ingieren una gran diversidad de alimentos. La mayoría prefiere cazar insectos, aunque a otros les gustan las frutas, el néctar de las flores, pequeños reptiles, anfibios e incluso peces. Los Phyllonycteris poeyi, al igual que otras dos especies en Cuba, se alimentan exclusivamente de polen.
En la diversidad dietética radica la principal importancia de estos animales nocturnos, que devienen controladores por excelencia de mosquitos y otras plagas, al tiempo que fungen como polinizadores naturales.
Los majás y lechuzas son sus principales depredadores, aunque existen otros peligros como los plaguicidas —que contaminan los insectos y las frutas—, la deforestación y las agresiones directas de las personas.
«Algunos individuos no tienen conocimiento de los murciélagos, de sus hábitos de vida, de sus costumbres. Les tienen terror y han creado muchos mitos como el que dice que fuman o que son ciegos. No lo son, lo que para cazar prescinden de la visión, por su limitada funcionalidad durante la oscuridad de la noche. Incluso algunos creen que se alimentan de sangre humana y eso es falso. En Cuba no tenemos murciélagos vampiros, pues se extinguieron hace tiempo», subrayó el especialista Gilberto Silva.