Aún sin la intensidad de años pasados, en Cuba la poesía sigue siendo un lenguaje esencial
Al salir recientemente de dicho sitio, comprendí que en La Moderna Poesía, aquella librería que fuera esencial en el panorama literario de Cuba hace algunos años atrás, apenas había encontrado eso: libros de poesía. De poesía moderna, de poesía actual cubana. Novelas y bestsellers, tomos de autoayuda, volúmenes de historia y caros ejemplares de reproducciones, sí. Pero me preguntaba: si fuera yo un lector extranjero y llegase a esas puertas en busca de los nombres más actuales de un género esencial para entender los rumbos y los estados de ánimo del país, ¿adónde tendría que dirigirme?
Seguramente a otras librerías, más modestas pero más pródigas en otros órdenes. Pero allí, tal vez, la pregunta acabaría volviéndose otra, pues la poesía, o los libros de versos (que no son siempre lo mismo) espera en esos estantes la mano que se decida entre tantos tomos para elegir uno entre ellos, y encontrar lo que es aquí y ahora ese otro modo de sentirnos. La década de los 80, ese tiempo que es ya una mezcla de nostalgia y realidades aún por contar, vio resurgir la lírica entre nosotros como la fuerza profética que Cintio Vitier descubriera en su esencial ensayo Lo cubano en la poesía, y si entrados los 90 el país cambió, también se alteraron algunos paisajes y conceptos dentro del campo literario cubano. La pérdida de algunos nombres y el silencio editorial que impuso la crisis, resquebrajaron parte de ese panorama en el cual un verso podía ser, para sus lectores, también un conjuro.
La reanimación editorial que se produjo a mediados de aquella década derivó a otros cauces, y la explosión que vino a ser la resurrección o nacimiento de otras editoriales en provincias trajo, como es lógico, lo bueno y lo malo de todo proceso. Lo bueno, es que pudieron ver la luz tomos que esperaban en las casas nacionales algunos años, y otros más recientes que se salvaron de la siempre angustiante espera. Lo malo, es que ese mismo afán hizo que llegaran a letra impresa títulos menores, de autores no siempre entrenados ni enterados, y que hoy poseen un currículo que si no dice mucho de sus calidades respectivas, sí puede anotarse entre los récords numéricos de varios estudios. Las antologías, que en algún momento resultaron imprescindibles, repiten por lo general los mismos nombres y los mismos poemas, congelando a veces en vida lo que algunos autores han aportado, o pretendiendo cubrir con esas reiteraciones los vacíos en que se han detenido. Se han creados revistas, tertulias, festivales y colecciones para poetas, pero la falta de jerarquías hace que el mismo sello edite a un clásico o a un recién llegado, a una rareza local o a un poeta que, desde el extranjero, muestre su talento o su medianía. La crítica de poesía, ese mapa que podría aportar un cardinal más cierto, suele callar o confundirse con las notas de presentaciones que un amigo escribe sobre el libro de otro amigo. Discutir la poesía, sobrepasar la mera existencia de libros impresos y peñas literarias para hacerla nítida en otra intensidad de diálogo, falta hoy como un gesto primordial para hallar ciertas respuestas acerca de lo que significa, ahora, ser un poeta y entenderse como tal. Los jurados dejan ver, más que sus criterios, sus tendencias, y así, premios que sabíamos importantes, han ido dando paso a firmas de no siempre sostenido aliento. En todo eso, ¿cómo saber de la poesía cubana ahora, cómo hacer que ella encuentre a su lector, y viceversa?
Aún sin la intensidad de aquellos años pasados, en Cuba la poesía sigue siendo un lenguaje esencial. Lo sé, porque leo a algunos nuevos nombres y me animo a procurar sus títulos venideros. La promoción debida, la atención a esos talentos, puede ser una brújula más cierta ante esas interrogantes. La edición de autores extranjeros verdaderamente contemporáneos y valiosos, también resultaría esencial. Esa promoción, por ejemplo, debiera haber dado mayor eco a los libros que, a modo de retrospectiva, han aparecido bajo las firmas de Sigfredo Ariel y Damaris Calderón. O a los versos firmados por Yunier Riquenes, Oscar Cruz, Karel Boffil, Jamila Medina, Larry González...: nombres más recientes cuyos libros procuro en esas librerías. Las reales y las que imagino. Ante las puertas de lo que podría ser, para nosotros y para el que vendrá, una moderna poesía en Cuba.