De una manera fatal
el tiempo pasa,
repicando un gran timbal
de casa en casa.
Atención.
Pom, pom.
Lezama llega, llegó.
Pom, pom.
Augier le sigue, siguió.
Pom, pom.
Dora sonríe, sonrió.
Pom, pom.
Lezama, sesenta.
Pom, pom.
Sacar bien la cuenta.
Pom, pom.
Ay, Dora, no mienta.
Pom, pom.
Pom, pom.
Augier los sustenta.
Pom, pom.
En regla de tres,
raíces, cuadrados,
envés y revés,
tangente y tajada,
cosenos después,
con tres por sesenta,
arriba, aquí es,
saquemos la cuenta,
saquémosla, pues,
son ciento y ochenta,
caramba,
son ciento y ochenta,
caramba,
son ciento y ochenta,
caramba,
son ciento y ochenta,
sumando los tres.
¡Pom!
Para Nicolás Guillén al cumplir 64 años
El tatuaje de un pescado
o los castigos de un yes,
Nicolás sigue encaramado
en el pitagórico tres.
Fiesta, llegó el convidado.
Síncopas de Papá Montero,
el ¡ay! del melonero,
el matiz del amarillo
desde el escolar sencillo
a la onda del río primero.
El espíritu sin libro
y el libro con espíritu
¡con el daimon me libro,
Y los manes de Manitú!
El romance sin peligro
sigue la serventía.
Se pronuncia como el día
el nublo de dos jinetes,
el cortado en jarretes
y el triunfante Mediodía.
Nicolás, qué buena luz.
¿Sin sierpe hay melodía?
No es el farol, es el día
sin antifaz ni capuz.
Su antifaz, la celosía,
su capuz, la noche grata.
La hormiga de cada mata
acrece como un frijol,
ancha como el guarandol
de un girasol escarlata.
En la reunión nocturna,
pidan la palabra, señores,
no hay lechuza ni embadurna,
sí flautines, ruiseñores,
collares de cundiamores
y el baño de azul turquí.
De San Antonio a Maisí
Nicolás traza su Eros,
el chino de los santeros
con la sabiduría del anís.
El queso con la guayaba
o virreyes del rocío,
la palabra deslizada
en las escaramuzas sin frío
de la granja aljamiada.
Muelle plumón y ventana,
el verdor de la rana
en la madera pulida,
asalta la entrometida
de la noche a la mañana.
De la noche a la mañana
se interpone la neblina,
pero este pez serafina
con anchura de campana
ya trasuda arena fina.
Derriba como Anfión,
con largheto de acordeón,
como no tenemos invierno
ni descenso al infierno
del no, topo, al yo, llorón.
Bisiestos del caracol,
chupa tierra y suelta hilo,
no peluca en coliflor,
el arcoiris en vilo
sabe rezumir en la flor.
Robando los melocotones,
son las más sabias lecciones,
de la elástica longevidad
y el filósofo Ting San Fo.
Un palmeral y mi yo,
repite con la eternidad.
16 de julio, 1961