Una colisión inevitable dentro de 4 500 millones de años unirá nuestra galaxia con su vecina Andrómeda, un proceso que comenzó por los halos de ambas
No se preocupe, amigo lector, ni nos hemos vuelto locos, ni hemos entrado en el grupo de quienes solo dan malas noticias. Muy por el contrario, la verdad de que nuestro universo está en continua expansión podría hacerle despreocuparse un poco de los problemas diarios con los que nos obsesionamos, pues a fin de cuentas, como solían reflexionar los antiguos griegos, dentro de este enorme y hermoso fenómeno, todo pierde un poco su importancia.
Por eso, la reciente documentación del comienzo de la fusión entre nuestra Vía Láctea y la vecina Andrómeda más bien ha traído una oportunidad única de explorar cómo ocurren las colisiones intergalácticas, un fenómeno observado antes, pero jamás con la cercanía de nuestra propia casa.
Se trata, además, de una fusión que deberá ocurrir en unos 4 500 millones años, así que no se preocupe de cambiar su testamento todavía, más bien enterémonos de este hito astronómico, y de cómo los científicos que operan el asombroso Hubble han notado que ambos halos comienzan a unirse ya, y han aprovechado para estudiarlos como nunca antes habría sido posible.
Nuevamente es The Astrophisical Journal la que cambia nuestras agendas y cuela de nuevo la astrofísica en los titulares, a pesar de los planes editoriales. Pero hay que decir que, como siempre, lo hace con elegancia y contundencia, al publicar nada menos que la primera cartografía de los gases ionizados de Andrómeda, que están entrando en contacto con los de nuestra galaxia.
Andrómeda se encuentra actualmente a unos 2,5 millones de años luz de distancia de nosotros (un año luz equivale a unos 9,5 billones de kilómetros), y se acerca a nuestra Vía Láctea a una velocidad de 400 000 kilómetros por hora, o sea, unos 11 km por segundo.
A esa velocidad, cuando dentro de 4 500 millones de años llegue a chocar con nuestra casa, lo hará de lado, y no frontalmente, pero será suficiente para que la fusión genere una nueva galaxia binaria.
Aunque suena muy lejano y podemos secarnos el sudor de la frente y respirar, la parte buena para la ciencia es que los síntomas de ese matrimonio ya comenzaron, y las investigaciones y observaciones únicas vienen de su mano, por eso los astrofísicos del Hubble, de la NASA, están más que entusiasmados.
«Entender los enormes halos de gas que rodean las galaxias es sumamente importante, afirma Samantha Bereck, de la Universidad de Yale, coautora del estudio. Estos depósitos gaseosos contienen combustible necesario para la formación de futuras estrellas dentro de la galaxia y numerosas pistas sobre la evolución pasada y la futura de estas galaxias, y al fin podremos estudiar uno con gran detalle en nuestro vecino galáctico más próximo».
Es por eso que el centro del estudio ha sido aprender más de un halo, ahora que podemos tener uno lo más cerca que jamás haya estado.
Una de las principales huellas de la colisión gaseosa que ya tiene lugar es el descubrimiento de elementos químicos muy pesados en el exterior gaseoso de Andrómeda, elementos que solo suelen originarse en este tipo de choques de cuerpos celestes, así que están en nuestras tablas periódicas para probar únicamente el nacimiento o el impacto de estrellas.
Sin embargo, a pesar de toda la documentación que hoy se realiza, es curioso que esta unión Vía Láctea-Andrómeda podría haber pasado desapercibida sin los instrumentos correctos, pues el halo de nuestra vecina está compuesto por un gas ionizado que prácticamente no emite radiación, por ello uno de los modos más eficaces de chequear su movimiento ha sido comprobar cómo absorbe luz de los elementos luminosos cercanos.
Desde 2015, este equipo del Hubble estudiaba el halo de Andrómeda y determinaba que era muy extenso, pero era imposible tener mayor certeza sobre su tamaño y complejidad. Mientras, nuestro propio halo es imposible de explorar, pues vivimos al interior de él, pero ahora este tipo de observaciones sí se hace posible.
Otro de los hallazgos que este inicio de fusión ha permitido es chequear las diferencias de masa entre el interior de los halos y su superficie, según explicaba, citado por ABC, Nicholas Lehner, autor principal del estudio. Un hallazgo que ha permitido comprobar que el exterior de los halos contiene evidencias de colisiones de estrellas y sus gases derivados, nunca antes tan observables.
Por si pareciera poco, un proyecto se encarga de extraer la mayor cantidad de datos sobre el modo en que Andrómeda absorbe la luz circundante: AMIGA (AbsortionMAp of ionized Gas in Andromeda, por sus siglas en inglés).
Los investigadores de este equipo específico aprovecharon el evento para medir la luz de 43 cuásares (núcleos brillantes de galaxias distantes) y observaron en directo cómo Andrómeda «devoraba» su luz, otra vista de primera fila que jamás se hubiera conocido sin este hecho.
Andrómeda y Vía Láctea son las mayores galaxias dentro de la treintena que forma nuestro grupo local, y se atraen en una especie de danza circular cósmica producto de sus campos gravitacionales.
Nuestro «hogar» tiene un diámetro de unos 100 000 años luz (cerca de un trillón de kilómetros), mientras la vecina tiene al menos el doble de extensión y probablemente el doble de estrellas que la nuestra también.
El encuentro de ambas originará una nueva galaxia de sistema binario, y será una cita inevitable dentro de poco más de 4 000 millones de años.
Nuestra vecina es un conjunto de gases, polvo y miles de millones de estrellas y sus sistemas solares, que se mantienen unidos gracias a la fuerza de gravedad en el centro de su elipsis. Los científicos creen que existen cien mil millones de galaxias en el universo.