Un hallazgo en la región alemana de Bavaria parece revolucionar el origen del bipedismo
Desde que Charles Darwin propuso su teoría de la evolución humana, una de las grandes preguntas que ha permanecido en el tintero ha sido en qué momento, cómo y por qué nuestros supuestos antepasados simios comenzaron a caminar sobre dos pies.
Esa pregunta ha permanecido desafiando sutilmente la teoría del padre científico, y durante décadas se ha asumido como un verdadero reto.
En ese camino los estudios de paleontología permanecen en la búsqueda del llamado eslabón perdido, y el rastreo de todo tipo de pistas que revelen los sucesivos cambios entre una y otra especie siguen en aumento.
Se solía creer queel bopedismo había urgido en el suelo, no en los árboles. Foto tomada de BBC
Ahora surge el descubrimiento del Danuvius guggenmosi, al sur de Alemania. Este espécimen tenía brazos similares a los de un bonobo, pero sus piernas eran muy semejantes a las de los antepasados humanos. Eran rectas.
Danuvius podía colgarse de los árboles, pero sus extremidades posteriores se mantenían rectas y podrían haber sido usadas para caminar. Se trata, pues, de un ejemplar que comparte rasgos muy interesantes entre homínidos y monos.
El hallazgo, acontecido en 2005 pero publicado recientemente en la revista Nature, revela huesos de varios especímenes con piernas rectas, o sea, que debió haber sido capaz de caminar erguido, pero que a la vez presenta brazos comunes a las especies de simios que habitan en los árboles. Este tipo de osamentas plantea una enorme fuente de estudio y la búsqueda de nuevas respuestas para completar el tan perseguido retrato de un «eslabón perdido».
El esqueleto de un macho adulto y fragmentos de otros ejemplares hallados en Bavaria son el centro del estudio. El macho, con cerca de un metro de altura y unos 31 kilogramos de peso, fue el ejemplar más completo.
Gracias a los huesos fósiles de vértebras, tibias, y dedos de manos y pies, los investigadores pudieron reconstruir cómo se movían estos animales y entender mejor cómo funcionaban partes específicas de su cuerpo, como la cadera o el codo.
Al ser interrogada sobre la posibilidad de identificar los huesos hallados al sur de Alemania con un supuesto eslabón perdido, Madelaine Böhme, investigadora del Departamento de Geociencia de la Universidad de Tubinga en Alemania y autora principal del estudio, se mostró cautelosa.
«El hallazgo en el sur de Alemania es un hito en la paleoantropología, porque plantea interrogantes sobre las teorías aceptadas en materia de la evolución de los grandes simios y los humanos», afirmó.
En términos más prudentes, la científica aseguró que puede considerarse el mejor modelo existente hasta ahora de algún eslabón.
Sin embargo, más allá de esa eterna quimera de hallar el momento exacto en que un mono se ajustó al ambiente hasta lucir como un homínido, este hallazgo tiene mucho que aportar a la paleontología en general.
El Danuvius guggenmosi contradice las teorías hasta ahora más aceptadas de que el bipedismo surgió en simios que se arrastraban por el suelo, y lo ubica más bien en aquellos que trepaban por las ramas.
«Danuvius combina el bipedismo dominado por las extremidades posteriores de los humanos, con la capacidad de trepar con las extremidades anteriores típica de los monos actuales», señaló a BBC David Begun, investigador de la Universidad de Toronto y coautor del estudio.
Parece ahora mucho más evidente que los primates hayan comenzado a caminar erguidos en un contexto arbóreo, y no en el suelo.
Además, el estudio también rescribe el asunto del lugar, al indicar que la postura erguida se habría originado en un ancestro común de los humanos y los simios que vivió en Europa, y no en África, como se pensaba hasta hoy.
Por si fuera poco, el hallazgo también cambia el rumbo de la fecha que se solía asignar al inicio del bipedismo, datándolo mucho antes de lo que se pensaba, al menos en unos 11,6 millones de años atrás.
Los registros fósiles más antiguos vinculados con el andar erguido eran de hace seis millones de años. El inicio del bipedismo marcó un hito en la evolución humana, ya que permitió nuevas oportunidades de explorar, aprender, cazar y usar herramientas.
David M. Alba, director del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP), representa el equilibrio de científicos que apuestan por no dejarse llevar por el entusiasmo.
Aporta un toque de escepticismo sobre algunas de las conclusiones arrojadas por el estudio al afirmar que «no podemos hablar con total seguridad de que se trata del último ancestro común de humanos, chimpancés y bonobos porque harían falta ulteriores estudios filogenéticos para demostrarlo», argumenta el también coeditor de la revista Journal of Human Evolution.
«También es exagerado decir que esta nueva especie represente por sí sola el origen del bipedismo. Es cierto que estos ejemplares presentan comportamientos locomotores desconocidos en la actualidad, pero no podemos olvidar que también se han descubierto otras especies con una combinación de movimientos», añade Alba en referencia, por ejemplo, al hallazgo de Pau (Pierolapithecus catalaunicus), una especie de primate descubierta en Cataluña.
Pau, Lluc (Anoiapithecus brevirostris) y Jordi (Hispanopithecus laietanus) son los nombres dados a fósiles de tres simios hallados en Cataluña a comienzos de los años 2000 y datados entre 13 y nueve millones de años.
No eran homínidos, pero su esqueleto presentaba unos cambios que anunciaban el triunfo del bipedismo y del crecimiento del cerebro.
Cuando fueron hallados, las palabras de los científicos que los presentaron ante el mundo se parecían mucho a las del estudio que ahora publica Nature: «Estos fósiles son únicos en el mundo para entender la evolución posterior de la familia de los humanos», afirmaba Salvador Moyá Solá, director del ICP e investigador Icrea de la Generalitat.
Los tres fósiles probaban que los primates empezaban a desarrollar una columna vertebral más rígida (posición ortógrafa) y luego lograban colgarse de los árboles empleando una de las manos para asir objetos.
La similitud de características permite que mantengamos cierta cautela al considerar alguno de estos especímenes como algún tipo de eslabón perdido, o el exclusivo ejemplar del inicio del bipedismo, pero sin dudas, vienen a integrar con otra pieza el enorme mapa de restos que revelan los misterios no explorados de la evolución.